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Me llamo Sara Ángel y trabajo en una oficina unas diez horas diarias. A mí nunca me gustó el deporte, ningún deporte. He pasado los primeros 33 años de mi vida sentada en una silla. Ni siquiera me llamaba la atención, ni en ningún momento me planteé moverme.
Un año, por hacer algo diferente, acompañé a mi hermano a una carrera, la San Silvestre Vallecana. Yo simplemente le haría unas fotos en la línea de salida y después iría, en metro, por supuesto, hasta la meta para verle llegar. Ay Dios mío… ese día hubiera salido corriendo tras él, en vaqueros y con la cámara colgando. Me impresionó el ambiente, los disfraces, la cantidad de gente y las ganas con las que todos se colocaban en sus cajones dando palmas y saltos. Ese día decidí que el próximo 31 de diciembre yo estaría ahí corriendo.
Empecé a prepararme el 1 de agosto. Necesitaba mucho tiempo para poder correr durante 10 kilómetros seguidos. Leí varios artículos y algún libro en el que se recomendaba empezar alternando un minuto corriendo y otro caminando. Mi idea era repetir esa secuencia 5 veces y después caminar durante media hora aproximadamente. No aguanté corriendo ninguno de los minutos completos que tenía previsto. Lo máximo, 37 segundos. Mi cabeza repetía “¿qué he hecho con mi cuerpo para que con 33 años no puede correr durante un minuto?”. Me costó mucho mejorar, mi progresión era muy lenta , por no hablar de mis ritmos. Pero yo sola, cada martes, jueves y sábado salía a la calle con el único propósito de aumentar unos metros el récord del día anterior.
Conseguí hacer 10 k a un mes de la carrera. Y aquel 31 de diciembre cuando crucé la meta 1h y 10 minutos después de haber salido, solo podía llorar abrazada a mi hermano y mi sobrino que me acompañaron todo el camino, creo que con más miedo que yo, por si me desplomaba en algún momento. Desde ese día no he parado de correr y mi siguiente reto fue completar una media maratón.
Me apunté a un club de corredores donde cada semana cruzaba la ciudad entera a las diez de la noche para que me ayudaran con los entrenamientos. Mi resistencia había mejorado pero mis ritmos seguían siendo muy lentos y mi entrenador decidió que no estaba preparada para correr los 21k de la prueba. No soporto a esa gente que cree que porque no puedas hacerlo a una velocidad destacable no debes hacerlo. No enseñan nada útil para la vida. Correr está de moda, por suerte es un deporte que gusta a la gente, pero hemos normalizado correr 21k como si fuera algo que se puede hacer cualquier día. Y a mí, sinceramente, me sigue pareciendo un reto importante. Creo que es importante preparar y mimar tu cuerpo para hacerlo. A pesar de su frase en la que sentenciaba “no conseguirás llegar a meta”, yo decidí intentarlo, ¿qué era lo peor que podía ocurrir?, ¿que tuviera que abandonar?, pues lo haría y punto.
Como no tenía ni idea de cómo entrenarlo pedía a mis compañeros lo que les mandaban a ellos y lo adaptaba a mis ritmos. Llegué a meta, vaya si llegué. Tardé 3:37, pero llegué con la sonrisa más grande de mi vida. Hoy, cuatro años después llevo 4 medias maratones, la última de ellas por debajo de las dos horas y sigo creyendo que la clave es disfrutar del camino. Todas mis metas en asfalto ya se han cumplido. No me llama el maratón, me da miedo; y aunque tal vez algún día me apetezca, no es mi momento.
Ahora, he descubierto la montaña y todos mis sueños deportivos van por ahí. Puedo pasar horas subiendo y bajando montañas.
Me he caído mil veces, me he perdido e incluso se me ha hecho de noche sin frontal, pero me apasiona. No solo es la sensación de libertad, es la mezcla perfecta entre sentirte insignificante en medio de la naturaleza y tan fuerte como para lograr tu objetivo. Sin duda, si alguien me busca que sea en las alturas…
PÓDCAST: Entrenamiento de fuerza en corredoras
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