No se puede correr fuera de la circunscripción de nuestras residencias. Los que tengan tapices rodantes o amplios jardines, enhorabuena. Al resto nos tocará ser imaginativos, pero burlar las normas impuestas por el Gobierno en beneficio de todos, creernos por encima de los sacrificios asumidos por nuestros semejantes... no es el camino más recto para atajar la 'situación', una crisis sanitaria (la económica, segunda en importancia, ya asoma la patita) que, responsabilidad mediante, ha convertido en creyentes a los más fieles agnósticos, los del "esto es menos que una gripe normal". Pero sigue habiendo gente dura de entendederas, no precisamente embajadora de los valores que hacen gigante el citius, altius, fortius.
Ni garajes, ni escaleras. Ni trampa, ni cartón. Basta ya de buscarse las vueltas (en el sentido metafórico y literal del término), como estos corredores que utilizan la azotea -desprovista de muros o vallas de seguridad a simple vista- de un bloque de viviendas del barrio donostiarra de Bidebieta para dar rienda suelta a sus ansias de zancadas.
Estos días contemplamos desde la ventana múltiples viajes diarios a por el pan, paseos de perros que duran lo mismo que las pelis de sobremesa, triquiñuelas que deberían hacer sonreír a nuestros profesores de literatura; asimilamos bien El Lazarillo de Tormes. Solo que, con la que está cayendo, las trampas no tienen ni puñetara gracia. Han muerto muchos, morirán más, y a los que salgan con salud de esta les esperan ERTES, ERES y demás acrónimos maléficos. El futuro de la sociedad está en juego, pero a algunos les supone una preocupación infinita no poder entrenar... Esperemos que cuando esto acabe tengan las piernas igual de ligeras para salir corriendo a prestar ayuda a quienes lo necesiten (que serán legión).