Historias como estas son las que convierten al deporte en motor de vida. Emocionales. De las de piel de gallina.
La relación de Irene Sánchez-Escribano con los Juegos Olímpicos no empezó bien. El 13 de julio de 2021, a solo unos días de viajar a Tokio para debutar en los Juegos Olímpicos, se rompió un hueso del pie y su sueño se esfumó.
Para aquel entonces, su pareja ya había encargado un collar con los anillos olímpicos que iba ser entregado después de competir en Japón, algo que nunca sucedió. Ese collar fue guardado en la guantera de un coche y desde entonces ha recorrido miles de kilómetros a lo largo y ancho de España mientras esperaba el gran momento.
La atleta, que sabía que ese collar estaba guardado ahí, podía sentir cada vez que se montaba en el coche cómo su sueño olímpico seguía vivo, por más que durante algunos momentos las cosas se pusieran cuesta arriba.
Hoy, en París, tres años más tarde de lo esperado y después de los días de lágrimas en aquel verano de 2021, Irene podrá lucir su collar en la final de los Juegos Olímpicos.
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