Juegos Olímpicos de París 2024

Cuadernos de París (2) - Los cinco de Múnich 1972

La emocionante historia de cinco enamorados del atletismo que viajaron a los Juegos Olímpicos en busca de sus ídolos.

Miguel Calvo

4 minutos

Miguel Calvo relata la preciosa historia de Los Cinco de Munich 1972

Los compañeros de ruta subieron a la cesta. El doctor encendió su soplete y avivó la llama a fin de que produjera un calor rápido. El globo, que se mantenía en tierra con perfecto equilibrio, empezó a levantarse al cabo de unos minutos. Los marineros tuvieron que soltar un poco las cuerdas que lo retenían. La cesta se levantó unos veinte pies del suelo. Y quitándose el sombrero, en medio de sus compañeros, el doctor gritó emocionado: "¡Amigos míos, demos a nuestra embarcación aérea un nombre que le traiga suerte! ¡Que sea bautizada con el nombre de Victoria!”. (Cinco semanas en globo, Julio Verne).

Las noches de invierno, al calor de la hoguera y el hornillo de una cocina, suelen ser el momento más adecuado para escuchar las mejores historias.

Hace unos años, durante los fríos días de enero que vienen después de Navidad, tuvimos la suerte de refugiarnos en la sociedad Ego-Toki de Elgoibar junto a nuestros amigos de la localidad guipuzcoana que cada año se desviven por organizar su legendario cross, tal y como en su día hicieron sus padres y abuelos.

En la entrada de la sociedad, los aros olímpicos anuncian que entras en un lugar muy especial. En las paredes, las fotografías de los mejores corredores de todos los tiempos que han pasado por allí convierten al local en un pequeño santuario del deporte mundial. Y, en medio del ir y venir de los voluntarios a las campas de Mintxeta para organizar la carrera del día siguiente, rodeados de tantas maravillosas conversaciones sobre los momentos que han ido convirtiendo a Elgoibar a lo largo de las décadas en uno de los principales escenarios del atletismo mundial, nuestros amigos Félix Astigarraga y Juan Mari Iriondo sacan un álbum de fotos muy especial, repleto de fotografías y recuerdos en el que suceden las imágenes de Alejandro Iriondo, José Gurrutxaga, Fermín Arrese, José Luis Ribarte y Juan de Dios Astigarraga, sus propios padres y tíos junto al resto de amigos y organizadores del cross de Elgoibar que en 1972 decidieron emprender uno de los viajes más apasionantes de su vida y recorrieron en coche la distancia que les separaba desde Elgoibar a Múnich para presenciar las pruebas de atletismo en el estadio olímpico y ver de cerca a sus ídolos Abebe Bikila, Mamo Wolde y Mariano Haro.

En las imágenes, rápidamente se suceden la fotografías de aquel viaje: el trayecto que les llevó a Múnich pasando por Bayona, Toulouse, Montpellier, Avignon, Lyon, Ginebra, Berna, Zúrich, y Lindau, las paradas en la carretera para descansar junto al coche y cargar energías con una bota de vino, sus paseos por el maravilloso recinto olímpico de Múnich, sus caras de alegría en las gradas del estadio olímpico con sus inconfundibles txapelas hechas por Patxi Alcorta con el loro de Ego-Toki como emblema, las fotografías junto a Mamo Wolde y Abebe Bikila, a quien pudieron entregar una insignia de oro…

Y, a medida que vamos pasando las páginas del álbum de fotografías, nos emocionamos al escuchar a nuestros amigos contándonos cómo sus padres decidieron hacer ese viaje cuatro años antes, durante los Juegos Olímpicos de México 1968, cómo fueron ahorrando desde entonces 20 duros semanales cada uno en una bolsa común para tener garantizada las entradas y la manutención en la ciudad alemana, cómo disfrutaron aquel viaje y cómo desde entonces han conservado todas las anotaciones y los diarios que fueron haciendo los integrantes de la expedición durante su viaje y que hoy, más de 50 años después, siguen siendo una motivación para sus hijos y sus nietos y un claro reflejo del romanticismo con el que aún se vive el deporte y el atletismo en la pequeña localidad guipuzcoana, donde cada mes de enero los mejores corredores del mundo siguen volviendo en busca de una especie de bendición que anuncie sus futuros éxitos en unos Juegos Olímpicos.

Estas noches de verano, con los Juegos Olímpicos de nuevo en Europa, resulta muy motivador recordar el viaje de los cinco de Múnich, convencidos de que por mucho que cambien las cosas, siempre será posible aferrarnos a la sencillez de las auténticas pasiones. Y, en breve, el sábado seremos nosotros los que emprendamos nuestro propio viaje por carretera a París, soñando con nuestros propios ídolos y con vivir el atletismo de una manera muy especial.

Mientras, todavía en casa, terminamos de preparar las maletas con todo lo que hemos ido organizando durante estos años planeando el viaje. A través de la televisión, nos emocionamos como niños viendo las medallas de plata y bronce de María Pérez y Álvaro Martín en los 20 kilómetros marcha bajo la torre Eiffel. E igual que el recuerdo de los Cinco de Múnich, claro ejemplo de que el romanticismo nunca pasará de moda, no conseguimos quitarnos de la cabeza la felicidad por José Antonio Carrillo, el entrenador que inventó todo a su alrededor hasta convertirse en un auténtico referente histórico y mundial y que, desde su pequeño pueblo de Cieza, convirtió su vida en una auténtica secuencia de las escenas de la película Carros de Fuego hasta, por fin, terminar rompiendo su sombrero como Sam Mussabini, precisamente en la ciudad de París y justo cien años después de aquellos inolvidables Juegos Olímpicos de 1924.

Los Cinco de Munich siempre serán recordados como unos maravillosos románticos del atletismo

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