El equipo de CORREDOR\ sigue trabajando con gran esfuerzo e ilusión para manteneros informados. Si quieres apoyar nuestro periodismo y disfrutar de las ventajas de hacerte prémium, suscríbete a nuestra web aquí (el primer mes es gratuito*).
El 7 de febrero de 1994, día de mi séptimo cumpleaños, ingresé en el hospital por primera vez. Días más tarde me diagnosticaban un Sarcoma de Ewing, un tipo de cáncer de hueso. Desde el primer momento súper que podía perder la pierna. La verdad es que nunca me dio miedo, ni perder la pierna ni la enfermedad en sí. Hoy, 27 años después tengo mucho que agradecer a esa terrible enfermedad.
Sí, perdí parte de una pierna, pero gané ganas de vivir, confianza en mí misma, coraje y valentía. Digamos que mi personalidad cambió al 100% gracias a esa etapa de mi vida. Desde entonces, he tenido que superarme día tras día, hasta tal punto que necesito retarme a mí misma continuamente.
Una vez me pusieron la primera prótesis, el reto más importante era aprender a andar. Pues bien, aprendí a correr, eso sí, a mi modo. Todavía recuerdo cuando marqué mi primer gol en el patio del colegio. O cuando se me antojó apuntarme a baloncesto, mis padres no querían por miedo a que me lesionara, pero ahí estaba yo, que cuando mis compañeras de equipo iban y venían yo todavía estaba a mitad del campo, pero eso, me hacía feliz. Fui pívot y ala, no me acuerdo si derecha o izquierda. Al tiempo, cuando la cosa se profesionalizó bastante y mi cuerpo no era capaz de llegar hasta donde yo quería, me desapunté. No por fracaso ni mucho menos sino porque ya había conseguido mi meta o más bien mi reto que era jugar a baloncesto.
El colegio me ha regalado también otros retos y recuerdos. Como cuando Rosa, la profesora de educación física de la ESO, nos ponía a dar vueltas al patio para calentar, había quien se intentaba escaquear por pereza, yo, en cambio, corría de medio lado pero corría hasta que tocaba el pito final. Eso sí, se me salía el corazón por la boca del esfuerzo. En cambio, en matemáticas no era de retarme tanto.
Otra anécdota graciosa del colegio fue una excursión a Javalambre, a pasar el día en la nieve. Como era lógico, por desconocimiento, no me dejaban ni probar ponerme unos esquís. Total, que un descuido de profesores y mi madre (venían también los padres), una amiga me dejó sus esquís y de repente se oye a lo lejos: “mira mamiiiii” y era yo a toda velocidad. ¡No queráis saber el tortazo que me metí!
Mis amigos se lo pasaban bomba ya que no decía que no a nada. Me encantaba experimentar nuevas sensaciones. De pequeños no nos dábamos cuenta, era un mundo divertido, pero ahora, que he coincidido con alguno de ellos, me han dedicado palabras súper bonitas y de admiración. Lo que no saben es que ellos me ayudaron más que yo a ellos.
Siempre me gustó el deporte y en la piscina o en el mar era como un pececillo. No controlaba mucho de deporte adaptado ni de paraolimpiadas. Pero un día, no me acuerdo quién, me vio nadar y me animó a hacer la prueba para un equipo. Y allí que me planté sin apenas pensármelo. ¡Estás dentro, en un mes tienes una competición nacional! Y ahí que me puse como una loca a entrenar. Me levantaba a las 6 de la mañana para ir a clase, vivía en Valencia y estudiaba en Castellón. Volvía sobre las 3, comía y a las 5 me iba corriendo a entrenar. Tuve la malapata, nunca mejor dicho, que un mes antes del campeonato, me lesioné y tuve que abandonar el sueño de los paralímpicos.
Tras unos años fastidiada, dejé el deporte algo de lado, hoy por hoy, reconozco que fue un error, pero en esa época, ni los médicos podían aconsejarme. No sabían qué me pasaba.
A raíz de ahí me limité a ir a la piscina por libre en alguna que otra ocasión y en ir al gimnasio, más bien poco que mucho. Una de mis mejores amigas, Helena Ballestero, a la cual admiro un montón por su dedicación y constancia empezó a correr de forma continua. Cada vez más y más, incluso las 10k se le quedaron pequeñas. Y en cierto modo me daba envidia, no por correr sino por la sensación de felicidad al conseguir llegar a la meta y porque cada vez se retaba más a sí misma. Un día en el trabajo, llegó un email de que la empresa nos animaba a participar en la Carrera de la Mujer. Yo, que llevaba una temporada bastante paradita y aburrida, necesitaba sentir esa adrenalina, total que me giré, miré a mi compañera que, además, había superado dos cánceres de mama y dije le dije: ¿Vamos juntas a la Carrera de la Mujer? Me hacía especial ilusión ir con ella. No se trataba solo de superarme a mí misma si no de que esa carrera, además, tenía un sentimiento secundario. Y allí que nos fuimos las dos, sin preparación alguna.
En cuanto se lo conté a Helena le hizo muchísima ilusión y no dudó ni un segundo en animarme y esperarme en la meta. El 6 de mayo de 2018 viví una de las experiencias más bonitas de mi vida. Recuerdo cuando, en Gran Vía, me dí la vuelta y vi toda esa marea rosa, fue espectacular. De hecho, se me acaba de poner la piel de gallina al recordarlo. Llegué con la pierna destrozada, me dolía horrores y estaba al rojo vivo y llena de heridas, pero valió tanto la pena que, si volviera atrás, repetiría nuevamente sin dudarlo. A día de hoy, no sé explicaros con palabra lo que sentí cuando pasamos la meta de la mano. Me entraron ganas de llorar, de reír, llamé corriendo por teléfono para contarlo. Fue una pasada. Ya no solo por mi reto de superación sino por el ambiente que había. De ahí fuimos a celebrarlo con un buen bocadillo de tortilla de patata y unas cervezas. Se unieron varios amigos a la celebración. ¡Fue uno de los días más felices de mi vida!
Sabía que iba a ser un sueño que solo iba a cumplir una vez, pero lo hice a lo grande. Y jamás lo olvidaré. Luego estuve recuperándome de la pierna como un mes.
Y aún tengo pendiente probar el snow adaptado. Ya van cuatro años que quiero ir a Sierra Nevada o Pirineos y que, por temporal, enfermedad o pandemia, no puedo. ¡Ese reto lo tengo pendiente!
El surf es uno de mi sueños desde que era pequeña. Lo cuento en este post, pero no ha sido hasta ahora que lo he cogido como reto.
¿Y por qué ahora? Llevo unos años complicados por salud física y por consecuencia salud mental. Este octubre dije: “Mireia, necesitas volver a ser tú, hay que recuperar las ganas y dejar al lado la apatía. ¡Debes volver a retarte para motivarte!”. Y en pleno reto estoy, practicar y competir en surf adaptado.
Esta vez el reto lo estoy haciendo a conciencia, es decir, con muchísima preparación física para no lesionarme. Debido a mi cirugía, sufro de dolor crónico. Para los que no la conozcáis, se llama Rotoplastia de Van Ness, me amputaron el fémur y de rodilla al pie me lo implantaron en la cadera, pero del revés. De esta manera, la rodilla hace función de cadera y el pie, del revés, de rodilla. Menuda ingeniería ¿verdad?
Lo primero que hice fue acudir al hospital IMSKE ya que me habían hablado genial de sus profesionales y sobre todo de sus instalaciones. Gracias a la piscina que tienen y a toda la maquinaria estamos fortaleciendo la musculatura y al mismo tiempo trabajamos las articulaciones. Una vez finalizada cada sesión, me hacen terapia manual para reducir el impacto del dolor y las contracturas.
Todos los ejercicios están enfocados a la práctica del surf.
Por otro lado, en el hospital me están infiltrando tanto en cadera como en columna y día tras día estoy tratando de reducir los fármacos. Ya que, vivir con morfina, no se lo recomiendo a nadie que quiera tener una vida activa.
En cuanto al surf lo vamos a hacer de manera gradual, primero quiero estar una temporadita practicándolo ya que, hasta que no lo haga de forma continuada, no voy a saber el dolor que me va a producir. Desde un primer momento supe que, probablemente, no pueda practicarlo tantas veces como me gustaría por los picos de dolor, pero vale la pena intentarlo.
Hasta ahora, cuando he cogido una tabla de surf, lo he practicado tumbada, mi mayor reto es coger olas “de pie”. Lo pongo entre comillas ya que no lo voy a hacer a una sola pierna, sino que tendré ambas apoyadas en la tabla de surf. Lo haré a mi propio estilo. De hecho, me atrevo a decir que voy a ser la única persona en el mundo que lo haga así. Y si alguien que esté leyendo esto lo practica igual que yo, por favor que me contacte.
Entreno en gimnasio dos veces a la semana, en casa todos los días hago ejercicios y a la escuela, Mediterranean Surf School, voy una vez a la semana. Mi idea en junio, una vez finalice el curso de continuidad que Kind Surf Valencia me ha becado, me gustaría probar en otras ciudades. Ir a Somo, Cantabria, por ejemplo y ver qué tal se me da por allí. Una vez lo compruebe, me gustaría ya no solo federarme sino también hablar con el equipo nacional para ver de qué manera puedo formar parte de ellos. Y una vez esté dentro, ya tendré medio sueño cumplido. Sólo tocará esperar a ir a la primera competición a ver qué tal me siento.
Me gustaría a su vez poder grabar un documental, ya que estoy viendo que motiva y ayuda a muchísima gente, en el que recorro España haciendo surf adaptado. Visitar distintas escuelas, conocer gente lugareña que te aporte, aprender de los más grandes y sobre todo, demostrar que querer, es poder.
¿Os unís a mi reto y me acompañáis en el viaje?
PÓDCAST: Ejercicio físico y cáncer
Puedes suscribirte al pódcast CORREDOR en las principales plataformas: iVOOX, Apple y Spotify.