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Soy Marta y me gusta correr. Me gusta mucho correr.
Durante los años del colegio, instituto y universidad tenía auténticas disputas con mi padre porque no hacía nada deporte. Nada de nada. Ya no recuerdo si por llevarle la contraria o no (ya sabéis, algo muy común en los adolescentes) pero he de decir que tampoco se me daba bien: hice natación sólo durante un año, me apunté a tenis y duré dos meses, y los días que tocaba partido de baloncesto en gimnasia, eran un auténtico calvario.
Pero de repente todo eso cambió. Fue en 2013, con 25 años, cuando me fui a vivir a Inglaterra que empezó a nacer en mí el gusanillo por el deporte y fui incorporando poco a poco el running en mi rutina. Primero 5 minutos andado, 5 trotando, luego las cuestas abajo corriendo y las cuestas arriba andando y así hasta que conseguí aguantar 30 minutos seguidos.
En febrero de 2015, corrí mis primeros 10K en la carrera popular de mi pueblo, Valdepeñas. Recuerdo la sensación que sentí al acabar, esa había sido mi primera meta, pero fue el punto de salida a uno de los pilares de mi vida a día de hoy.
Corría un par de veces por semana y no más de 10k. No fue hasta 2018 cuando corrí mi primera media maratón. Me apunté de improvisto, después de haber pasado un duro momento personal. Mi tío, que ya había corrido alguna media maratón, me dijo “si un día consigues correr 17k, puedes llegar a los 21”. Y así hice: una semana corrí 12, a la semana siguiente aguanté 16 y tan solo tres semanas antes de la carrera me apunté a la Media Maratón de la Mujer. El día de la carrera iba sola, nadie me acompañaba, fue una sensación extraña, pero era un propósito mío personal, así que aprendí a disfrutarlo en soledad. Conseguí juntarme al grupo de mujeres que iban con la liebre de las 2 horas y llegar a meta con una sonrisa ¡lo había conseguido! Esta fue una de las primeras cosas que hacía en mi vida por mí misma, que había conseguido sin ayuda de nadie.
Después vino alguna media maratón más, carrera de 10k, y cómo no la maratón, los temidos 42 kilómetros. Al principio me daba miedo hasta decírselo a mis padres, esa distancia sonaba a respeto, locura, miedo, responsabilidad… Lo que no me imaginaba era que preparar una maratón también era muchísimo dolor de piernas, cansancio, mucha disciplina, pero a la vez era autoconocimiento, reflexión, felicidad, orgullo, satisfacción…
Y después de 3 meses, allí estaba yo en Valencia, el 1 de diciembre de 2019, a las 8 de la mañana, con mi dorsal 18129, mis padres y muerta de miedo y nervios.
Era la primera vez que corría esa distancia, no sabía qué sensaciones iba a tener y sentir, pero la ilusión por conseguirlo lo superaba todo, sólo los que lo han hecho saben a qué me refiero. Lo único que tenía planificado era cuándo tenía que tomar los geles, las sales y los puntos donde estarían mis padres para animarme. El resto era disfrutar. Acabé en 3:59, pasé la meta llorando y riendo a la vez, había sido la mejor carrera de toda mi vida.
A nadie de mi entorno le gustaba correr y siempre lo hacía sola, así que un día me puse a buscar y encontré el grupo de Adidas Runners Madrid. Allí encontré mucha más motivación para seguir mejorando en eso del “running”, pero sobre todo lo que encontré fue a un grupo de personas con los que además de kilómetros, comparto domingos en la Casa de Campo, viajes, comidas, risas… y a los que ahora puedo llamar amigos. Es increíble tener gente a tu lado con las que te sientas feliz y además compartes una afición.
Allí donde voy siempre me acompañan mis zapatillas, quien sabe donde voy a poder hacer unos kilómetros y generar esas endorfinas que me dan la más absoluta felicidad al acabar.
PÓDCAST: Ejercicio físico y cáncer
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