El ejercicio hecho con regularidad refuerza el sistema inmunológico y te mantiene a salvo de infecciones, sin embargo superado cierto nivel es al contrario, como demostró un famoso estudio de 1987 en el maratón de Los Angeles. El Dr. David Nieman encontró que la semana antes del maratón la población maratoniana tenía una tasa de enfermedad siete veces superior a los no corredores. Lo cierto es que en aquella época sólo se atrevían con el maratón los atletas que más “machacaban", no como ahora que se ha popularizado al máximo, pero aun así da una idea de lo que pasa en tu cuerpo si “entrenas duro", como tú mismo dices.
Según los expertos, el riesgo empieza a partir de los 90 minutos de ejercicio intenso. En todo caso, sin desviarnos más de tu consulta, un resfriado común no te debe impedir correr y no vas a empeorar si tienes en cuenta estos puntos:
- No hagas series máximas ni ritmos muy intensos.
- Hidrátate abundantemente (el agua favorece la producción de mucosidad, necesaria).
- Evita el más mínimo enfriamiento al acabar, abrigándote o duchándote con agua caliente.
Puedes guiarte por “la regla del cuello", si tus síntomas son por encima del cuello (congestión nasal, ligero dolor de cabeza, estornudos…) en general es seguro entrenar. Si los síntomas ocurren por debajo (dolor de pecho, dolor de garganta, tos ronca de pulmones, molestias abdominales, fiebre…) es mejor que pares ya que puedes tener riesgo de neumonía, bronquitis o una gripe complicada.