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El sushi y yo como que no. Probé el sushi por primera vez como lo habría probado Paco Martínez Soria. Mi amiga Salomé me va a regañar otra vez porque uso referencias de abuelo cebolleta. Pero es que hoy ya no hay películas de paletos que llegan a la ciudad. Sólo hay monologuistas que cuentan su advenimiento a Madrid y prefiero no meterme ahí a perder amistades.
Sigo. Esa unanimidad culinaria, tan olímpica y, si uno se fija, a la vez tan periodística. Al arroz apretado hay que decir que sí por sano, porque es minimalista, por ritual y porque meterle un fumet y un sofrito es de viejos. O costillas o conejo o tinta de calamar. Yo digo que asumir que esa preparación de la cocina japonesa es la hostia es lo mismo que gritar mucho en las retransmisiones porque tal atleta es de tu misma bandera. Yo creo que un periodista debe informar primero, mostrar que está más especializado que el espectador después, y si le sobran minutos descubrir a quienes le sintonizan que conoce el deporte.
En realidad, donde me gustaría haber situado la acción de estas columnas habría sido en un asador en Orio, en una pastelería de Lisboa o en un mercado de abastos en Bolonia.
Sushi me suena a que han puesto un diminutivo cariñoso a una cocina que pocos conocemos. Pero que si gritas sushi mucho (o vamos Rafa, o Pau, o Garbiñe) todos te seguiremos y pediremos lo mismo en los entrantes. Y al final "a muerte con las guerras", "esos hispanos, estamos con vosotros" o "cómo te queremos Adriana" es igual que decir en la retransmisión "Dios cómo nos gusta el sushi, no dejéis nunca de apelmazar arroz y ponerle ese salmón encima". Es que no se os ocurre nada más. Y que sabéis que será una corresponsalía fácil. Para eso no habéis estudiado periodismo.
De hecho, la coña aquí es que nos hemos trasladado con la redacción rebelde a un japo de buffet libre. Pero, en realidad, donde me gustaría haber situado la acción de estas columnas habría sido en un asador en Orio, en una pastelería de Lisboa o en un mercado de abastos en Bolonia. ¿Queremos que se reúnan cada cuatro años los mejores? ¿O solamente queremos inundar de colores rojo y amarillo la cosa de las emociones? Porque el pensamiento único estriñe.