Es normal que en estos calurosos días de verano solo te apetezca refrescarte bajo una fuente o tumbarte en la hamaca, así que no te sientes culpable, tranquila, no solo es holgazanería, es un modo de auto defensa. El aumento de la temperatura hace que tu organismo no disipe el calor de un modo tan efectivo y tu cuerpo tenderá al reposo. Si añadimos otras barreras típicas de estas fechas como los catarros veraniegos, la deshidratación y el sueño irregular lo lógico es pensar en guardar las zapatillas hasta septiembre, pero no te dejes vencer.
Tu rendimiento no tiene por qué verse afectado sólo porque el termómetro esté por las nubes, devuélvele la chispa a tu entrenamiento estival.
El calor te aplatana
Al entrenar con frío nuestros músculos se contraen para generar el calor necesario para mantener la temperatura adecuada y cuando hace calor ocurre lo contrario, se relajan para evitar el aumento de la temperatura corporal. Por eso te apetece tumbarte debajo de un árbol en vez de salir a correr. No son más que las señales de tu cuerpo para evitar el sobrecalentamiento.
Además, la producción de sudor estimula el flujo de la sangre desde tus músculos hacia la piel, por lo que tus sensaciones al correr serán de piernas flojas y algo más lentas.
Evita esa molesta sensación acostumbrándote poco a poco a correr con calor. Entrena antes de las nueve de la mañana o después de las ocho de la tarde. Date un tiempo para acostumbrarte al ambiente húmedo, y recarga los líquidos que perdiste al sudar.
Nuestro cuerpo distribuye mucho mejor el flujo sanguíneo si lo aclimatamos de un modo gradual, lo que nos permite incrementar la producción de sudor. Así conseguimos mantener el esfuerzo sin sobrecalentarnos.
Encadenas resfriados veraniegos
Los cambios de temperatura bruscos (del aire acondicionado de la oficina a las tórridas calles) ponen en peligro a tus defensas y pueden hacerte padecer un catarro de verano. El estrés, el cansancio y la mala alimentación son factores que pueden contribuir a que el resfriado tarde en curarse. Sus síntomas principales (congestión, lagrimeo, mocos, tos y dolor de cabeza) te debilitan, con lo que no te apetecerá salir a correr.
Trata de tener una temperatura estable tanto en tu casa como en la oficina para ponérselo difícil a los agentes patógenos.
Después de correr puedes sentir la tentación de beber agua congelada o poner el aire acondicionado demasiado fuerte. Eso debilitará tus defensas, es mejor tomar agua no demasiado fría y darse una ducha fresca para bajar la temperatura corporal.
Largas noches sin dormir
Las horas extra de luz durante el verano reducen la producción de melatonina, una hormona que te hace sentir somnolienta, te acuestas más tarde y te despiertas más temprano. Aunque sólo hayas dormido dos horas menos de lo habitual, un entreno suave te parecerá costoso. Descuidar el descanso durante el verano puede ser perjudicial, especialmente si estás preparando un maratón en otoño, ya que el sueño es importante para la recuperación muscular después de las tiradas largas.
Claro que correr por la noche supone hacerlo a una temperatura más baja, pero no deberías salir demasiado tarde ya que estimularás tu cerebro y tanto tu frecuencia cardiaca como tu temperatura aumentarán durante las dos horas posteriores al entrenamiento.