Cristina Polanco es, por este orden, enfermera, corredora e influencer. Sus más de 124.000 seguidores en Instagram la han posicionado como una de las voces más destacadas del running español. Con una imagen magnética y fotos de gran calidad, Cristina conecta con una gran variedad de personas con las que charla sobre entrenamientos, equipamiento y a las que insufla ganas de correr.
Domingo, 12 enero de 2025. Campo de Criptana. Bajo un cielo empedrado y un sol esquivo, Cristina y sus compañeros llegan con tiempo para examinar el circuito y ver correr a las categorías infantiles y juveniles en el Campeonato de Cross de Castilla-La Mancha. Hace frío y mucho viento en esa colina en la que los grandes molinos encalados, vestigio de un pasado remoto y literario, compiten por el protagonismo con los corredores. Cristina se toma esta carrera como un entrenamiento más. Sabe que no está en su mejor momento, después de una lesión que la mantuvo parada durante varias semanas y un tiempo en el que su cuerpo se negó a continuar su ritmo, enturbiando sus entrenamientos con ahogos y cansancios extremos.
Quizás sea el cross, la modalidad preferida de Cristina, el tipo de carrera que más se asemeja a la vida. El circuito ya marcado es, como la línea del tiempo, un camino de una sola dirección. En cualquier momento puede haber una subida abrupta, un giro cerrado o un barrizal que empantane los pies. Y sin embargo, poco tiempo después, se puede disfrutar de una pendiente descendente, tener el viento a favor, dejarse fluir e incluso levantar la mirada para disfrutar del paisaje y de todas esas personas dispersas alrededor del circuito que gritan, emocionadas, nombres y palabras de ánimo. Y así, una y otra vuelta, volviendo en círculos al punto de partida, pero ya no siendo la misma persona, sino alguien con más experiencia, quizás alguien con una convicción íntima de que va a mejorar sus marcas, o, al contrario, de que tendrá que reunir todas sus energías para aspirar tan solo a terminar la carrera.
En el cross, más allá de las condiciones del corredor, el terreno es fundamental, como en la vida lo son las circunstancias. El estado del suelo, ¿habrá mucho barro, piedras, lloverá?, hace el resultado de estas competiciones incierto. Aquí el mejor de los corredores puede verse afectado por el barro haciendo que la fuerza de las piernas sea más valiosa que la velocidad. La incertidumbre domina y la lucha por adelantar corredores y superar la propia marca se mantiene hasta el final.
Cristina sabe bien de terrenos inestables. Aunque de pequeña ya participó en algunas carreras de cross escolares en su Tarragona natal, su fase actual de atleta comenzó hace seis años, con veintiséis, después de una época de fiestas, tabaco, malos hábitos y sobrepeso. Había que acabar con eso, y aceptó el ofrecimiento de su padre, también corredor, para salir a entrenar. El cambio de ritmo no fue fácil: su cuerpo protestó y trató de engancharla a la rutina sedentaria, pero Cristina fue conquistando poco a poco kilómetros y tiempos. Desde entonces, y con diez kilos de menos, no ha parado de correr y de participar en carreras de diferentes distancias: 10K, media maratón y cross —quedó segunda en el Campeonato de Cross de Andalucía de 2019—, y sobre todo, de disfrutar de este deporte, que es, después de la enfermería, su gran pasión. Esta evolución y el hecho de que compatibilice un trabajo a media jornada en el Hospital de Fuenlabrada con estudiar las oposiciones al SAMUR (Servicio de Asistencia Municipal de Urgencia y Rescate), y siga saliendo a correr sin desmayo, es lo que la convierte, para muchos, en su fuente de inspiración. Si tú puedes, ¿por qué yo no?
En los últimos tiempos, Cristina ha tenido que plantar cara a la frustración. Antes de la lesión, en 2023, su marca en 10K rondaba los 36:04 y ahora, sin embargo, no consigue bajar de los 39:40. Y aún esto es una mejora, si lo compara con los últimos meses. Demasiado sufrimiento y pocos resultados, hasta el punto de haber tenido que cambiar su entrenamiento— ahora usa el método noruego— y el entrenador—Ismanon, con quien comparte el gusto por las redes sociales—. Incluso se hizo algunas pruebas médicas que no arrojaron ningún problema de relevancia. ¿Entonces, por qué mi cuerpo no me responde como antes? Mientras que lo averigua Cristina sigue entrenando con tesón unas seis horas a la semana tratando de rascar décimas de segundo a sus tiempos.
En Campo de Criptana, el circuito es pedregoso, sin hierba, así que en lugar de los clavos con los que suele correr, se calza unas zapatillas de placa de carbono de último modelo, cortesía de la tienda de deportes a la que representa. El circuito tiene nueve kilómetros, con una vuelta corta de un kilómetro, y cuatro vueltas de dos. El suelo está seco, la tierra es dura y hay varios giros cerrados que la obligan a parar y arrancar de nuevo, rompiendo constantemente el ritmo de la carrera. Tiene miedo de torcerse un tobillo así que no quita ojo del suelo, salvo para entrever a la distancia los gigantes blancos que delimitan el circuito. Queda novena en la categoría absoluta, un esfuerzo más en la mejora de sus marcas. Al acabar la carrera saluda a sus compañeros y no escatima fotos con las personas que la conocen por redes y se le acercan, a veces decidida, a veces tímidamente, para hablar con ella. Cristina, en persona o virtualmente, siempre está abierta a una conversación.