El equipo de CORREDOR\ sigue trabajando con gran esfuerzo e ilusión para manteneros informados. Si quieres apoyar nuestro periodismo y disfrutar de las ventajas de hacerte prémium, suscríbete a nuestra web aquí (el primer mes es gratuito*).
Cuando veo la foto que ha elegido EL PAÍS para acompañar a la triste noticia del fallecimiento del atleta Alejandro Gómez, siento un fuerte latido, de esos que te recuerdan algo o a alguien con quien viviste algo especial. Es 23 de julio de 1995, y en el Estadio de la Comunidad de Madrid se celebran las últimas pruebas de un campeonato de España de atletismo marcado por el fuerte y seco calor del verano mesetario.
Tú, Eduardo, aún no llevabas viviendo ni un mes. Tu padre, o sea yo, estaba muy feliz por la amable invitación del Dr. Villalón para echarle una mano en aquel intenso fin de semana. Aprendí mucho viéndole dirigir aquel grupo de médicos, enfermeras y fisios, y currando como el que más. Ya era un prestigioso médico, dotado de una empatía hacia los atletas que resultaba admirable, con una humildad impropia del galeno que era. Bragado en cientos de campeonatos, ese era especial para él. No en vano, tras la prueba de diez mil metros masculinos que cerraría aquellos campeonatos daba su gran salto al fútbol. Lo fichaba el Atleti. El que meses después conseguiría el doblete. Todo transcurría con la gran agitación que acostumbra a reinar en los servicios médicos de las grandes pruebas cuando, para colmo se presentó allí el de Zamáns pidiendo ayuda. ¿Pero qué te ha pasado, Alejandro? Le sangraba la ceja y a bote pronto se intuía la necesitad de unos cuantos puntos de sutura. Pocas horas antes de salir a la pista, se le suturó la herida y Chema aconsejó no competir. Ponme un vendaje o algo, que dentro de nada tengo que salir. ¿Cómo negarnos?
Me tocó en suerte improvisar esa venda frontal sobre la herida restañada, al modo aprendido con los jugadores de rugby en mi tiempo en el Cisneros. Y aquí paz y después gloria. O mejor dicho, después veinticinco vueltas a la pista con un calor inaguantable. Qué tio más duro, pensé cuando le vi ganar en 29:29, dejando atrás a Antonio Serrano y a Fabián Roncero, que como bien sabéis eran buenos galgos. Ahora que lo pienso tranquilamente, lo de Alejandro era mucho talento. Pero no menos lucha. DEP.