La etapa final de la 16ª edición de Formentera to Run se ha celebrado hoy en el altiplano de La Mola, corazón elevado y espiritual de la isla. Más de 200 corredores y caminantes han tomado la salida esta mañana para completar el recorrido de cierre de una semana mágica, en la que el deporte, la naturaleza y la convivencia han sido protagonistas.
La Mola, con sus acantilados imponentes, caminos de piedra y vistas infinitas al Mediterráneo, ha ofrecido el escenario perfecto para despedir esta aventura. Es un lugar cargado de historia: aquí vivió brevemente Julio Verne, quien lo mencionó en su novela Héctor Servadac, y aquí se alza el emblemático faro de La Mola, uno de los puntos más reconocibles y fotogénicos de Formentera. Esta zona elevada siempre ha sido símbolo de aislamiento, pero también de resistencia y autenticidad, valores muy presentes en el espíritu del trail.
El recorrido, exigente pero muy disfrutado, ha llevado a los participantes por senderos entre pinares, tramos de piedra y miradores naturales, donde el mar se asoma sin avisar en todo su esplendor. La sensación de correr “en el borde del mundo” ha sido constante, y con ella, la emoción de cerrar una experiencia única.
El ambiente, como siempre en los eventos organizados por Zitoway, ha sido una mezcla perfecta de competición y celebración. La música, los ánimos entre participantes, las fotos compartidas y la energía de todos han convertido la jornada en una auténtica fiesta del deporte popular.
En lo deportivo, grandes corredores han brillado, pero ha sido William Aveiro quien ha logrado la victoria en la Formentera Trail 21.1, repitiendo triunfo por segundo año consecutivo. Su constancia y estrategia durante la carrera, sobre todo con grandes adversarios presentes han hecho mas complicada la victoria aunque el compañerismo ha primado por encima del cronómetro.
La Formentera to Run -ganada por Giovanni Iommi y Sara Carducci- y la Formentera TRAIL 21.1 se despiden así, una vez más, dejando huella en las piernas, pero sobre todo en los corazones. No solo por la belleza incomparable de sus paisajes, sino por el calor humano que une a quienes comparten esta experiencia. Formentera, con su luz, su viento y su alma tranquila, vuelve a recordarnos que correr puede ser mucho más que una meta: puede ser un camino de descubrimiento, conexión y pura alegría.
