Jesús Hurtado es un viejecito de sonrisa ladeada enfundado en un chándal de franela del Real Madrid. Es inconfundible. Se mueve con prestancia a sus 91 años e irradia algo especial. Tiene aura, su personalidad desborda al personaje y el personaje al corredor. Habla al sprint, porque su memoria es un torrente en el que uno sólo se puede zambullir. “Ahora estoy fastidiado de la cadera, ya no puedo correr, pero yo era de los buenos", nos avisa. Y da comienzo a su relato.
“Empecé a los 20 años en el servicio militar. En una carrera quedé el quinto entre casi 500 participantes, en el Ministerio tomaron nota y de ahí pasé al Atlético de Madrid, donde estuve dos años. Fuimos campeones de España. Quedé segundo en 5.000, en 10.000… En los campeonatos militares gané todas las pruebas: 5.000, 10.000 y cross. Me entrenaba Pedro Escamilla, que sabía de atletismo más que nadie en el mundo. Fui campeón de Castilla en 3.000, 5.000 y 10.000m. El ‘Atleti’ nos ofreció una prima, pero no nos la dio, así que me pasé al Real Madrid, donde estuve más de 40 años: veinte y pico haciendo atletismo", explica.
La posguerra marcó sus años jóvenes, una época donde alimentarse bien era casi una quimera. La mayor parte de la población estaba desnutrida. Algunos valientes practicaban atletismo, pese al enorme gasto energético, pese a la imposibilidad material de reponer fuerzas de manera adecuada. “Mi madre me hacía arroz con leche o natillas, porque era lo único que había. La gente lo pasó muy mal en España, en Madrid más que en ningún lado. Pasamos mucha hambre y mucha miseria en la posguerra. Luego me coloqué en una imprenta y empecé a hacer atletismo. Pero, claro, no me daban permiso. Así que al final me colocaron en el gimnasio Moscardó para que pudiera entrenar. Y empecé a ganar carreras, unas 800. ¡No te creas, estuve casi 20 años corriendo! Don Santiago Bernabéu vio que no ganaba mucho en el Moscardó y me dio un trabajo en la Ciudad Deportiva, donde estuve hasta que me jubilé", explica.
A mí las populares no me interesan, lo de correr con pelucas y todo eso a mí no me va. A mí lo que me gusta es el atletismo puro".
Sus numerosas victorias derivaron en la obtención de su actual vivienda. “Una vez Franco fue a inaugurar un barrio en Vallecas y montaron una carrera en la pista del Parque Sindical. Gané. Luego fue el Gran Premio de La Coruña, donde también gané. Y como ya me había visto ganar en el Parque Sindical y también en San Blas, cuando me dio la copa, me dijo: 'Usted gana siempre, es un campeón'. Y yo le contesto: 'Es que estoy entrenando mucho'. Y me dice: '¿Le hace falta a usted alguna cosa?' Y le digo: 'Pues una casa, que la que tenemos en Tetuán es muy mala'. Y me dice: 'Vea usted después al ministro, que le prepare una carta'. Así que fui con la carta al Ministerio y me dieron una casa. Pagando, ¿eh? ¡64.000 pesetas!"
Jesús Hurtado es un enamorado del atletismo y lo expresa así: “A mí las populares no me interesan, lo de correr con pelucas y todo eso a mí no me va. A mí lo que me gusta es el atletismo puro". No obstante, tiene el honor de ser el vencedor de las dos primeras pruebas de San Silvestre Vallecana de la historia, en 1964 y 1965. Aunque ya han pasado casi veinte años de la época más dura de la posguerra, los amantes del atletismo no lo tienen fácil. Pero la creación de la prueba capta el interés de una cincuentena de personas, nuestro protagonista entre ellas. “Unos días antes, Antonio Sabugueiro me dice que van a organizar una carrera: la San Silvestre y tal. Entonces no teníamos nada, sólo unas playeras blancas de puntera de goma. La corrimos y la gané. Me dieron una copa y dos botellas de vino. En la segunda ya me dieron unos chorizos, aparte de la copa y las botellas. ¡Con aquellas playeras, sobre 8 kilómetros de adoquín y asfalto! Los pies sangraban siempre. Cuando corríamos en circuito urbano, terminábamos con los pies deshechos. Ahora, cuando hacíamos campo a través, en la Casa de Campo, pues no tanto, porque el terreno era blando. Yo siempre padecí mucho de los pies por eso. ¡No tenía zapatillas! ¡Corría con playeras! ¡12 pesetas que costaban! Para pista, el Real Madrid nos daba unas, aunque no te creas que tenía tanto dinero como ahora. Don Santiago me dijo un día que no podían pagar ni las nóminas. Las zapatillas de clavos las hacían en Casa Melilla, en la calle Barquillo. El encargado nos las daba y decía: '¡Cuidadlas, que cuestan mucho dinero!' Luego, terminábamos todos sangrando, pues corríamos pegados y al tropezar nos pinchábamos. ¡Qué habría hecho yo con las de ahora!", clama.
En la imprenta, cuando daban las 13:00 horas, me comía un bocadillo y salía corriendo hasta Argüelles, hacía el entrenamiento, y de vuelta otra vez al trabajo".
Las condiciones de la época no eran agradables. Aparte de la carestía de medios e infraestructuras, ser atleta era una rareza que generaba incomprensión. “Yo me entrenaba en la Dehesa de la Villa, por la noche y con una linterna. Entrenaba con Luis Gómez De La Iglesia, que era otro atleta y corría 1.500m. Íbamos por la noche, después de trabajar, a hacer unos cuantos kilómetros. ¡Cuántas parejas levantábamos! A mediodía comía un bocadillo, me iba a la Ciudad Universitaria, me esperaba Escamilla y hacíamos algo de pista. ¡Una pista que era de 300m! ¡Para hacer 10.000m había que dar 34 vueltas! Nos duchábamos con agua fría, ahí no existía el agua caliente. Cuando corríamos crosses en la Casa de Campo, nos metíamos en la piscina, porque las tuberías estaban heladas".
“En la imprenta, cuando daban las 13:00 horas, me comía un bocadillo y salía corriendo hasta Argüelles, hacía el entrenamiento, y de vuelta otra vez al trabajo. Mis compañeros me decían: '¡Tienes un valor, macho!… ¿Cómo es posible que tengas ganas de trabajar?' Porque había que pasar otras tres o cuatro horas de pie", relata, lamentando no haber tenido más medios.
Subimos al piso de arriba de la casa de Jesús a que nos muestre sus trofeos. En una habitación diminuta, pero colgando de sus paredes, sobre la cama, en un armario y hasta en un altillo hay incontables copas, medallas, zapatillas, fotografías e incluso caricaturas. Pudiera parecer el negocio de un quincallero o anticuario, pero en realidad todo es pátina: hay mucha historia resumida en ese cuarto. “No pude ir a unos Juegos, pero obtuve más de 800 victorias en todo tipo de carreras".
“Mis pruebas preferidas eran los 3.000 y 1.500m. ¡Pero también hacía 5.000 y 10.000! Fui campeón de las dos. En 3.000 no había entonces récord, aunque hice 8:14. Para mí, el mejor atleta de fondo español era Antonio Amorós [campeón y plusmarquista español de 3.000, 5.000, 10.000m y cross], era el que me quitaba todos los títulos a mí, yo quedaba segundo siempre. Él cobraba mucho dinero porque estaba en el F. C. Barcelona. Y Tomás Barris [campeón y plusmarquista español de 800 y 1.500m] trabajaba en el Ayuntamiento de Barcelona y también le pagaban. Los únicos que ganaban dinero eran los que estaban con el Barcelona. El Madrid daba algo, 200 pesetas todos los meses. Me las daba don Santiago porque veía que no podía dejar el atletismo. Me estuvo dando ese dinero hasta que lo dejé. Amorós era un superclase. Luego ya vino gente muy buena, Haro y tal. Y yo, claro, tenía ya treinta y tantos años, pero con 38 años gané una San Silvestre. Y había chicos que corrían, ¡eh!" No obstante, Hurtado no pudo acudir a unos JJ.OO. “Quise clasificarme para los Juegos de Roma, pero me lesioné la rodilla y no hice la marca cuando había que hacerla. Estábamos concentrados en Tolosa: los olímpicos, Haro, Barris, Molins… Me dijeron: ‘Mira, vamos a correr un 3.000 para hacer marca’. Pero llovía a todo meter y, si ya pesaba poco, pues en el barro andábamos mal. Pero gané e hice 8:14. Gané a los mejores de España". Para su desgracia, el plazo para enviar la marca ya había expirado, aparte de que la distancia no era olímpica. "Entonces el CSD, sabiendo que yo había luchado mucho preparándome durante cuatro años, me dio un dinero para que me fuera por ahí a Europa con mi mujer. Luego ya no pude hacer marcas valederas para unos JJ.OO. Pero llevé la antorcha a México, representando a Madrid."
Contra Zatopek corrí tres veces, en el cross del Gran Premio de San Sebastián. Íbamos todos los años, lo organizaban en enero. ¡Sí, sí, la gente reconocía a Zatopek!
Preguntado por sus atletas preferidos, Jesús señala sin dudarlo a Antonio Amorós. “Era el mejor de la época. Barris y Molins también eran muy buenos, nos llevábamos bien". Y cuando le pedimos que nos indique a sus atletas mundiales predilectos, igualmente se muestra tajante: los entonces francés y checoslovaco Alain Mimoun (argelino) y Emil Zatopek (checo), campeones olímpicos. “Eran los mejores. Yo corrí contra Mimoun en los Juegos del Mediterráneo. Me pegué a él y casi me mata. ¡Menos mal que lo dejé! Pero no me retiré. Fue en un 10.000. Yo iba al lado de él, pegadito, hasta que no pude más. Pagué la novatada. Contra Zatopek corrí tres veces, en el cross del Gran Premio de San Sebastián. Íbamos todos los años, lo organizaban en enero. ¡Sí, sí, la gente reconocía a Zatopek! Parece que le estoy viendo, siempre torcido, con esas caras que ponía, así corría él. Y Mimoun también. Corrí con muchos olímpicos, pero los famosos eran ellos. A veces Mimoun me decía: '¡Hola madrileño!' Cuando iba a alguna carrera, ya me conocía. Como yo iba pegado, él pensaba: ¡Ya está este tío detrás de mí! En los Juegos del Mediterráneo le aguanté los primeros kilómetros, pero luego me descojonó. Pero no me retiré, nunca. Quedé mal en esa final" [Barcelona-1955]. “A Mimoun le aguantaba los primeros 4.000 metros. Después ya podía conmigo Siempre me lo decía: '¡Me querías ganar, eh!' Y yo todo el rato bien pegadito a él hasta que no podía más. Luego nos dábamos un abrazo".
“El Real Madrid se portó muy bien conmigo, gracias a él llegué adonde llegué. Santiago Bernabéu siempre me ayudó mucho. Le debo haber corrido en las bodas de oro del Betis, aquello me levantó mucho. El Madrid tenía una sección de atletismo muy buena, fuimos campeones de España. ¡Tres veces! Ganamos incluso a los catalanes. Había una liguilla, que organizaba Escamilla. Sabía mucho de atletismo; tenía un montón de ficheros con todos los mejores atletas de Europa y del mundo. Rafael Calero, el presidente de entonces de la RFEA, también me ayudaba. De vez en cuando me daba un bocadillito de tortilla en la Ciudad Universitaria".
A principios de los 90, Jesús se convirtió en regular huésped de la isla, donde nació su hijo Jesús. Por mediación de Alberto Juantorena halló un alojamiento permanente, donde al final le dedicaron una placa en honor al cliente más constante. “Me fui a México y de allí pasé a Cuba. Fui a ver a Juantorena y me dijo: 'Tú ve a este hotel y dí que eres atleta". Y el del hotel me dice: 'No te preocupes, ¿vas a venir mucho?' Pues mira, sí. Y he estado veintitantos años yendo allí. Hace unos años me encontré una placa de homenaje en la habitación. Pagaba muy poco dinero, pero yo llegaba cargado de 100kg de material, aceite, todo. Siempre me tenían preparada una buena tarta y fruta. Juantorena era muy bueno, un gran deportista. Tiene un 47 de pie. Me ayudó en lo que pudo".
Jesús Hurtado probó varias distancias, pero no 42km. “Hacía 1:50 en 800 m y 8:14 en 3.000m. Maratón no, no me gustaba. Lo corrí una vez y fue durísimo", recuerda. “Quisieron que yo me dedicara a él, pero era mucha carrera para mis pies. Aunque decían que podía haber sido uno de los mejores de entonces. Corrí un día al Pardo, ir y venir, y acabé reventado… "
Hasta hace unos años corría. Me levantaba a las cuatro de la mañana y daba unas vueltas en unas pistas de aquí, las del Santa Ana. Luego me duchaba y me iba a casa a dormir. Así estuve casi diez años".
¿Cuál sería su consejo a los corredores jóvenes? “Se lo digo también a mi hijo: ‘¡Ay, que no me ayudan!’ Nada. Cuando hagas una marca buena, entonces verás cómo te ayudan. Si no haces nada bueno, si sólo participas en carreras golfas, pues no. Hay que ser buena persona, los atletas lo son. Yo he tratado con miles, nunca me falló ninguno", asegura. “Lo mejor es ver que mi hijo lleva mi mismo sistema", cuenta. Y se emociona…