El 7 de agosto de 2017, justo un día después de que la norteamericana Tori Bowie se llevara el oro mundial en la final de los 100 metros de Londres, Shelly-Ann Fraser-Pryce dio a luz a su primer hijo, Zyon. El parto se adelantó varias semanas, como si la premura que siempre ha caracterizado a su madre sobre el tartán se hubiera trasladado al bebé, por lo que Zyon debió permanecer unos días en la incubadora.
Para la velocista jamaicana, doble campeona olímpica del hectómetro (2008 y 2012), empezó entonces una carrera distinta a las que estaba acostumbrada, con algunos de esos obstáculos sociales o educacionales que durante décadas habían establecido que la maternidad era el punto y final de ciertas etapas vitales, sobre todo en ámbitos como el deporte de élite.
Porque hace no demasiado, la atleta que quería ser madre prácticamente se despedía de la alta competición, dado que ambos proyectos se antojaban excluyentes. Sin embargo, en 2020, en plena era del ‘Me Too’, muchas de esas barreras relacionadas con la maternidad se han reducido, que no desaparecido, a golpe de reivindicación. Y Shelly-Ann Fraser-Pryce es uno de los últimos ejemplos atléticos de ello.
El pasado octubre, la esprínter se convirtió en la primera madre en proclamarse campeona del mundo de los 100 metros. Lo hizo en Doha, con un tiempo de 10.71, a una centésima de la mejor marca de su vida. También fue la más veterana en lograrlo, porque hasta ese momento todas las atletas que habían subido a lo más alto del podio mundial en esta prueba tenían menos de 32 años, la edad con la que Fraser-Pryce conquistó su noveno oro en un Mundial (entre los 100, 200 y relevo 4 x 100 metros). “Tengo 32 años, soy madre y aquí estoy rompiendo barreras”, admitía tras colgarse el oro.
Espero poder servir de inspiración a todas aquellas mujeres que están pensando en formar una familia o lo están haciendo ya y se preguntan si van a poder regresar a su labor profesional.
Con su icónica melena de colores chillones, Fraser-Pryce, ahora apodada ‘Mamá Cohete’ (antes Rocket Pocket, ‘Cohete de bolsillo’), estuvo años a la sombra mediática de su compatriota Usain Bolt. Pero la menuda atleta, de 1,60 metros de altura y 52 kilos de peso, sigue marcando los pasos, incluso después de ser madre, para ser considerada la mejor velocista de la historia. Con su hijo Zyon en brazos, mientras daba la vuelta de honor al Khalifa Stadium, Shelly-Ann hacía de sus palabras una reclamación aún necesaria. “Espero poder servir de inspiración a todas aquellas mujeres que están pensando en formar una familia o lo están haciendo ya y se preguntan si van a poder regresar a su labor profesional”, aseguró la jamaicana.

Porque las dificultades son evidentes. También para las deportistas de élite, que todavía carecen del respaldo legal necesario –en forma de ayudas, becas o normativas– que les facilite la conciliación y el regreso a la competición una vez que han sido madres. Las estadounidenses Alysia Montaño y Allyson Felix también han sufrido en primera persona algunas de estas barreras tras la maternidad. Montaño fue la primera en alzar la voz contra su patrocinador, Nike, después de tener a su segundo hijo. La ochocentista denunció que la marca deportiva solo la había apoyado hasta el momento en el que les comunicó que quería ser madre. “Su respuesta fue que haríamos una pausa en mi contrato y que dejarían de pagarme”, escribió la atleta en The New York Times. “Nike me dijo que soñara... hasta que quise tener un niño”.
A este movimiento de denuncia se unió rápidamente Allyson Felix, la velocista que atesora en su currículum nueve medallas olímpicas y 18 mundiales, más que ninguna otra atleta en la historia. La estadounidense, imagen de Nike desde los 18 años, fue madre en noviembre de 2018, también de forma prematura, de su hija Camryn. Felix había mantenido en secreto su embarazo precisamente por las posibles penalizaciones que podía conllevar para ella, consciente de que Nike aplicaría la cláusula del contrato que le permitía en ese momento reducir su salario hasta el 70% tras el embarazo y el parto. Una vez que dio a luz, la atleta pidió negociar, pero la firma estadounidense se cerró en banda. Ahí se acabó la relación contractual entre ambas partes.
Las denuncias de Montaño y Felix cambiaron la política de Nike sobre maternidad y pronto otras marcas empezaron a hacer público que no penalizarían a la atleta que se quedara embarazada. En España, Ana Peleteiro, por ejemplo, renovó recientemente su contrato con adidas con una cláusula que le permite afrontar una posible maternidad sin ninguna repercusión ni pérdida económica.
Sin embargo, la voz de una de las mejores atletas de la historia tuvo una repercusión a la altura de sus éxitos. Felix compitió en los trials (pruebas de selección) americanos ocho meses después del nacimiento de su hija y lo hizo sin patrocinador. Poco después, y tras la presión mediática por el revuelo formado en torno a la marca, Nike anunció que cambiaba la política con respecto a las condiciones de las deportistas en su maternidad: ni rescindirá ni aplicará reducciones económicas en los contratos durante los 18 meses de embarazo y recuperación. “Las atletas tenemos demasiado miedo de decir públicamente que si tenemos hijos corremos el riesgo de que nuestros patrocinadores nos recorten el salario. Las reglas en el deporte están hechas por hombres”, escribió Felix en el ‘Times’. Había ganado la batalla.
Poco después, la velocista firmó un contrato con Athleta, una marca de ropa deportiva (filial de Gap) que nunca había patrocinado a atletas. En Doha, en octubre, Felix regresó a unos Mundiales apenas 11 meses después de tener a su hija. Lo hizo formando parte de los relevos 4 x 400 femenino y 4 x 400 mixtos, con los que logró respectivamente su duodécima y decimotercera medalla de oro mundiales, algo único, un hito no alcanzado antes ni por Usain Bolt. “Es increíble cómo te cambian las prioridades cuando eres madre. Camryn es realmente lo más importante ahora”, insiste Allyson Felix, que en su web personal tiene un mensaje de bienvenida que resume su leitmotiv: atleta, madre, activista. Con 33 años, buscará en los Juegos de Tokio seguir haciendo historia... como ya hizo en Doha.

Si antes las atletas de élite que volvían a la competición tras la maternidad suponían una excepción, poco a poco estos regresos, y sus éxitos aparejados, se van normalizando. Porque a los oros mundiales de Fraser-Pryce y Allyson Felix se unieron en el Khalifa Stadium y sus alrededores otros títulos mundiales de recientes ‘mamás’, como el de Nia Ali, que ganó la final de los 100 metros vallas apenas un año después de su segunda maternidad, una niña llamada Yuri. Para Nia Ali era su primer título al aire libre y lo logró a los 30 años y tras dos embarazos. “Tener hijos nos hace más fuertes”, insistió Ali ante los medios: “No hay nada que te haga más débil en esa circunstancia, así que no sé qué puede hacerle pensar a una persona que no puede conseguir lo que quiere y tener éxito”.
También la marchadora Liu Hong, plusmarquista mundial de 20 y 50 kilómetros marcha y campeona olímpica en 2016, brilló en los Mundiales de Doha dos años después de dar a luz a su hija Xixi, en noviembre de 2017. Se hizo con el oro en la distancia más corta de la marcha, en las duras condiciones de calor y humedad en las que se desarrollaron las pruebas en el circuito de La Corniche. “Es mi regreso tras haber sido madre, así que es un gran logro. Es como el inicio de una nueva etapa para mí”, aseguró Liu. “Me convertí en madre. Ahora no solo soy una atleta. Tengo que dedicar mucho tiempo a equilibrar la vida familiar y los entrenamientos. Fue un poco difícil al principio, porque hay que concentrarse para que el entrenamiento sea más efectivo”.
Resulta clave en estas rápidas recuperaciones post parto la condición atlética previa de las deportistas y el hecho de que muchas, salvo que lo tengan específicamente contraindicado por el médico, continúan ejercitándose, incluso haciendo trabajo de fuerza durante gran parte de la gestación. Por eso, transcurridos unos meses después del nacimiento, pueden retomar poco a poco los entrenamientos. La recuperación biológica definitiva suele rondar el año.
“Los primeros meses de embarazo pueden continuar con el mismo tipo de entrenamientos de siempre, si no hay ninguna contraindicación por parte de los médicos, porque si no el cambio metabólico para ellas sería muy brusco”
Eso sí, las atletas profesionales, y todas las embarazadas que quieren continuar haciendo deporte, deben seguir algunas pautas, como mantener una buena hidratación (mayor que la habitual) y no superar un número determinado de pulsaciones (por debajo del 80% de la frecuencia cardíaca máxima) para no dañar al feto. Además, se desaconseja el ejercicio de alta intensidad. “Los primeros meses pueden continuar con el mismo tipo de entrenamientos de siempre, si no hay ninguna contraindicación por parte de los médicos, porque si no el cambio metabólico para ellas sería muy brusco”, asegura Alberto García Bataller, entrenador y profesor e investigador del INEF (Instituto Nacional de Educación Física). “El segundo trimestre es el periodo más agradecido en cuestión deportiva. A partir de ese momento, sin embargo, sí debe adaptarse el ejercicio a la evolución de la gestación”. Pero si antes los ejercicios de fuerza se desaconsejaban, ahora se recomienda trabajar especialmente el tren inferior. “Es positivo para que las piernas estén entrenadas para soportar después el peso del bebé en los últimos meses, así como para mejorar el riego sanguíneo y evitar las varices”, explica Alberto García.
Además, no todos los embarazos son iguales, ni siquiera en la misma mujer. Nuria Fernández, campeona de Europa de 1.500 metros, es madre de tres niñas y ha vivido y afrontado sus gestaciones de forma diferente, también el posterior proceso de recuperación. “Con el primer embarazo fui muy ansiosa, me aceleré”, admite. “Tras el parto no respeté la cuarentena. El primer día corrí a 6:30 el kilómetro. Pensé: ¿Cómo voy a hacer la mínima para los Juegos? Me dolía todo, no podía correr más de 20 minutos y me entró el bajón. Parecía que se me iba a escapar un riñón por el psoas”.
Resulta clave en estas rápidas recuperaciones post parto la condición atlética previa de las deportistas y el hecho de que muchas, salvo que lo tengan específicamente contraindicado por el médico, continúan ejercitándose, incluso haciendo trabajo de fuerza durante gran parte de la gestación.
Por eso, tras el nacimiento de su segunda hija, Nuria modificó sus rutinas de cuidados y también deportivas. “Con Valentina todo fue distinto. Estuve tres meses sin hacer casi nada, sólo andaba y nadaba. Los músculos y órganos deben recolocarse tras el embarazo. La primera vez que corrí después de la cuarentena me encontré muy bien. Estuve 30 minutos, a una media de 5:30. Y a partir de ahí, fui progresando”.
Es una realidad que las deportistas profesionales generalmente planifican la maternidad según su carrera deportiva. “En 2019 hemos visto los primeros resultados internacionales importantes de aquellas atletas que fueron campeonas olímpicas en Río”, explica Alberto García. “Se quedaron embarazadas a finales de 2016 o principios de 2017, ese año tuvieron a sus hijos y volvieron en 2018 poco a poco para recuperar la competición a pleno rendimiento en 2019, justo antes de afrontar el año olímpico”.

En lo que coinciden los estudios actuales es que embarazo y deporte no sólo no son excluyentes sino que el ejercicio físico moderado, en aquellas mujeres que ya practican algún deporte, es positivo para el embrión y para la madre, porque ayuda al parto y también facilita la posterior recuperación. De hecho, a nivel profesional, varios estudios médicos realizados entre las deportistas de élite apuntan que estas ganan resistencia, e incluso capacidad aeróbica, tras la maternidad. Los últimos ejemplos, al menos, así parecen corroborarlo en cuanto al rendimiento se refiere: la mayor parte de las atletas que han sido madres han cosechado algunos de sus mejores resultados después del nacimiento de sus hijos.
Entre las atletas españolas, además de Nuria Fernández, Vanessa Veiga –que también regresó tras su triple maternidad para proclamarse campeona de España de maratón y clasificarse para los Juegos Olímpicos de Londres–, o Beatriz Ros, Natalia Rodríguez logró un bronce europeo y otro mundial en 2010 y 2011, después de ser madre por primera vez en 2007.
Natalia Rodríguez: "Escuché a mi cuerpo y fui paso a paso, pero quería llegar, tuve que forzar y me lesioné. Sufrí una fractura de estrés en la zona del pubis, paré y en junio empecé a correr. Pero al final logré estar en Pekín".
Ella ha recordado que siempre escuchó a su cuerpo, otras de las claves para verificar si el ejercicio realizado durante la gestación es el correcto. “Mi hija nació a comienzos de noviembre y empecé a rodar en Navidad. Al principio muy despacio, a 7 minutos el kilómetro, pero el primer día hice 5 kilómetros. Fue un subidón”, recordaba Natalia Rodríguez en 2014. “Había estado corriendo hasta el sexto mes, aunque con menos intensidad. Tenía claro que quería llegar a los Juegos. Escuché a mi cuerpo y fui paso a paso, pero quería llegar, tuve que forzar y me lesioné. Sufrí una fractura de estrés en la zona del pubis, paré y en junio empecé a correr. Pero al final logré estar en Pekín”.
Todas ellas, además de Diana Martín o Isabel Macías, se han incorporado a la ahora larga lista de deportistas nacionales de otras disciplinas –como Beatriz Manchón, Maialen Chourraut, Teresa Portela (piragüismo), Marina Alabau, Blanca Manchón (vela), Gemma Mengual (natación artística), Teresa Perales (natación) o Shandy Barbosa (balonmano), entre otras– que en el siglo XXI han continuado con sus carreras deportivas después de ser madres, algo inédito en décadas pasadas.
En los últimos años ha mejorado la formación específica sobre actividad física y embarazo que tienen entrenadores y otros profesionales de los equipos que asesoran a las deportistas, lo que ha permitido que la gestación sea un periodo más en la carrera de las atletas y no un punto y final. Incluso muchos entrenamientos ahora se adecúan a las características específicas del cuerpo femenino, teniendo en cuenta los cambios hormonales, la menstruación, el suelo pélvico... “Durante los embarazos, el entrenador tiene que estar en contacto con el ginecólogo y la matrona... para ir ajustando los ejercicios al transcurso de la gestación”, asegura Alberto García Bataller.
Estas adaptaciones, sin embargo, no se han producido con igual celeridad en el marco legal de becas y ayudas que ampara a las deportistas, que todavía se encuentran con muchas trabas económicas y sociales cuando afrontan la maternidad. Más allá de las cláusulas anti-embarazo que incluían habitualmente ciertos contratos, por ejemplo en algunos equipos de baloncesto, las deportistas han vivido en primera persona el abandono de sus patrocinadores cuando dejaban de competir por su estado de gravidez.
Las denuncias de Montaño y Felix cambiaron la política de Nike sobre maternidad y pronto otras marcas empezaron a hacer público que no penalizarían a la atleta que se quedara embarazada. En España, Ana Peleteiro, por ejemplo, renovó recientemente su contrato con adidas con una cláusula que le permite afrontar una posible maternidad sin ninguna repercusión ni pérdida económica. “Si quiero luchar por los derechos de la mujer, no puedo esconder eso, la mujer debe ser madre cuando le apetezca y no perder sus derechos”, decía la triplista gallega en un acto publicitario en octubre tras regresar del Mundial de Doha.
Y la lucha de las propias deportistas es la que está logrando que estos avances fructifiquen. Es el caso de Isabel Macías, subcampeona de Europa de 1500 en pista cubierta, que fue madre en noviembre de 2017. La atleta no pudo acceder a las ayudas que el Consejo Superior de Deportes concedía a mujeres deportistas con licencia federativa en vigor que hubiesen sido madres ese año porque cuando la solicitó –se habían convocado con retraso por el cambio de Gobierno– había perdido su condición de Deportista de Alto Nivel. Macías recurrió y, aunque no obtuvo una resolución favorable porque su solicitud de ayuda estaba fuera de plazo, sí consiguió que la presidenta del Consejo Superior de Deportes, María José Rienda, equiparara, en la Resolución de 30 de octubre de 2018, la situación de embarazo, parto y maternidad a la de baja médica. De esta forma, tal y como recoge uno de los Fundamentos de la Resolución, “es perfectamente aplicable la figura de la suspensión del cómputo del plazo de DAN al acreditarse una situación de embarazo, parto o maternidad”.
Porque ser madre es seguramente la mejor experiencia vital para aquellas mujeres que deciden serlo. Decía Meryl Streep que “la maternidad tiene un efecto humanizador. Todo se reduce a lo esencial”. Y así es. También en el deporte.
Embarazo y lactancia en competición
Aunque hasta hace unos años apenas había casos de maternidad entre las deportistas de élite en activo, lo que resulta aún menos habitual es encontrar ejemplos de deportistas en estado que hayan seguido compitiendo. Serena Williams fue una de ellas. Después de acabar el Abierto de Australia de 2017, en el que ganó la final a su hermana Venus, la tenista estadounidense anunció su embarazo de 20 semanas. Serena admitió que había jugado la final de 11 semanas. “No sentí ningún síntoma durante el torneo”, admitió después. “Me dije a mí misma que no había tiempo para sentirse enferma. Creo que saber que estaba embarazada me ayudó a mantener la calma en la pista, siendo mucho menos emocional de lo habitual”.
Otros casos, como el de las atletas Paula Radcliffe o Alysia Montaño, tuvieron un carácter solidario o reivindicativo. La británica, embarazada entonces de siete meses de su segundo hijo, corrió en 2010 una carrera benéfica de 10 kilómetros en Leeds (Reino Unido) para recaudar fondos en la lucha contra el cáncer infantil. Radcliffe, entonces aún plusmarquista mundial de maratón, hizo 45:35. De hecho, seguía entrenándose con el objetivo de estar en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. No era la primera vez que había disputado una prueba así, ya que también lo hizo durante la gestación de su primera hija, Isla.
Por su parte, Alysia Montaño hizo historia en los trials de 2014 al convertirse en la primera atleta en disputar una carrera de 800 metros en la recta final de su embarazo. Estaba de ocho meses, pero decidió correr para normalizar la maternidad en el deporte, lo que le acarreó muchas críticas. Acabó en 2:32.13. Años después, durante la gestación de su segundo hijo –estaba de cuatro meses–, repitió la hazaña. “Me apunté a los trials cuando me enteré que la actriz Gal Gadot había rodado Wonder Woman, que tiene muchas escenas de acción, embarazada”, decía entonces Montaño, que corrió aquella carrera con un top inspirado en la película.
La keniana Brigid Kosgei tuvo a sus gemelos, Faith y Brian, a los 20 años. Con 25 batió el récord mundial de maratón dejándolo en (2:14:04).
Pero no sólo la gestación se ha hecho un hueco en la competición oficial. También la lactancia, otra etapa de la maternidad muy importante, tanto para la madre como para el bebé. La británica Sophie Power cruzó la meta del Ultra Trail del Mont Blanc tras 43 horas, 33 minutos y 9 segundos de esfuerzo. Ocupó el puesto 99 en meta. Pero su mérito fue acabar esta prueba de montaña amamantando a su bebé de tres meses en cada avituallamiento, durante el cual también se sacaba leche para tomas posteriores en las que no hubiera podido parar aún. Gracias al apoyo de su marido, que también viajó con su otro hijo de tres años, Sophie pudo participar y terminar la prueba que no pudo correr tres años antes por su primer embarazo. Estaba de seis meses cuando se disputó esta prestigiosa cita del trail mundial.

No ha sido la única. Jasmin Paris hizo historia al convertirse en la primera mujer en ganar los 431 kilómetros de la carrera Montane Spine Race, considerada una de las pruebas de resistencia más dura que existen en Europa. Y además lo hizo con la particularidad de que en los puestos de avituallamiento se extraía leche para su hija de 14 meses. Jasmin había sido madre un año antes, pero había planeado destetar a su bebé antes de la carrera. Sin embargo no pudo y tanto para alimentar a la pequeña, como para evitar la mastitis –una inflamación en el tejido mamario que provoca dolor, hinchazón, calor y enrojecimiento–, debió recurrir a sacarse la leche en las paradas de la carrera.
Uno de los casos más extremos conocidos en competición fue el de la corredora Amber Miller, que participó en el Maratón de Chicago de 2011 embarazada de 39 semanas y dio a luz unas horas después de cruzar la meta. Miller invirtió un tiempo de 6 horas y 25 minutos en acabar la carrera. Empezó a tener contracciones en los últimos kilómetros y ahí decidió alternar varios kilómetros de carrera con otros andando. June nació esa noche, en perfecto estado de salud. Pese a las críticas que recibió la madre, los doctores que la atendieron en la gestación y el posterior parto aseguraron que no había puesto en peligro la salud del bebé. “Lo importante es que la mujer pueda respirar con normalidad y no sienta fatiga”, explicó el doctor Jacques Moritz, director de ginecología en el Hospital St. Luke’s Roosevelt.