El gran día de Dani Arce

El fondista burgalés, en un soberbio estado de forma, tiene al alcance el pase a la final de los 3000 metros obstáculos en sus primeros Juegos Olímpicos.

Dani Arce se enfrenta mañana a la, de momento, carrera más importante de su vida. Foto: Sportmedia
Dani Arce se enfrenta mañana a la, de momento, carrera más importante de su vida. Foto: Sportmedia

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Daniel Arce era un bebé de apenas tres meses cuando la flecha de Antonio Rebollo prendió el pebetero de Barcelona 92. Mañana, a las 10:04 (hora local), será el último de los obstaculistas españoles en catar el tartán del Estadio Olímpico de Tokio. Sus primeros Juegos. Una semilla que, curiosamente, comenzó a germinar en la Ciudad Condal, pero en el Europeo 2010: “Fue donde me dije: si esto es un Campeonato de Europa imagínate lo que tienen que ser unos Juegos. Luego fui a Londres, como espectador, pero no conseguí entradas y tuve que ver la final de los 3000 obstáculos en el móvil, en un banco de Hyde Park. Así que imagínate la ilusión que me hace estar aquí ahora. ¡Es que me parece la leche! Es un sueño que tienes desde niño pero son necesarios muchos requisitos para llevarlo a cabo: cualidades, suerte, una familia que te apoye y ayude a llevar una vida cómoda para poder centrarte en entrenar y no depender de otros trabajos… No es sencillo”.

Con este dorsal saldrá a competir Dani Arce en sus primeros Juegos Olímpicos.
Con este dorsal saldrá a competir Dani Arce en sus primeros Juegos Olímpicos.

Está embarcado en la tercera semifinal, en la que saldrá también el dos veces medallista mundial Soufiane El Bakkali, a su juicio “el máximo favorito al oro junto a Lamecha Guirma, el subcampeón del mundo” (el etíope de 20 años, líder del curso -8:07.75- y mejor marquista de los 44 presentes -8:01.36- va en la primera serie, la de Fernando Carro, a las 9:30). Atiende a Corredor desde la Villa Olímpica, donde comparte habitación con Sebas Martos (compite en la segunda ‘semi', a las 9:47) y constata que, lo que contaban los veteranos, sobrepasa con creces las expectativas creadas: “Es flipante, todos los deportistas de todas las especialidades… Paul Gasol, Ricky Rubio, Novak Djokovic. Impacta un poco, pero también motiva y aporta un punto de confianza. Te ves en su misma situación, comiendo a su lado… y piensas: si ellos pueden yo también. Mira, justo en este momento que estoy hablando contigo acaba de pasar Lydia Valentín… esto es brutal”.

Habla con admiración, entusiasmado, sacando a relucir ese carácter afable que tan buen cartel le proporciona en el mundillo, aunque no confunde términos. Porque él tiene un ídolo, pero no está en la capital de Japón. Se llama María Pilar y lleva 28 años batallando contra la esclerosis múltiple. Es su madre, encantada de trasnochar para gritarle a la pantalla del televisor con la certeza de que su retoño escuchará cada frase de ánimo. “Es mi referente, una súper atleta. Un ejemplo de perseverancia, lucha, trabajo, humildad y positividad. Siempre está en mi cabeza. Tanto ella como el resto de mi familia me dicen que solo por estar aquí ya soy un campeón, que lo que haga bien hecho estará, que están muy orgullosos”, reflexiona Dani, sin nervios, al menos no demasiados, pues “confío mucho en todo lo que he trabajado. Tengo muchas ganas de competir”.

La final es asequible para el que fuera sexto clasificado en el Europeo de Berlín 2018. Complicada (unos Juegos, ¿qué quieren?), pero ni mucho menos una quimera. Todo lo contrario: “Tengo opciones, estoy mejor que nunca, hace dos años llegué al Mundial de Doha con 8:20.16 y se me quedó la espinita…con un pelín más de suerte hubiese entrado en la final. Ahora estoy muy rápido y resistente, puedo estar en la lucha perfectamente. Por marca soy el 17º de los 44 que saldremos pero, quitando los dos que te he dicho antes, el esto no ha hecho grandes marcas, así que habrá que esperar a ver cómo está la gente. Claro que no me lo van a poner fácil pero he entrenado todo el año pensando solo en este momento”.

De sus palabras dan fe los 8:17.59 logrados, ganando fácil, hace un mes en Castellón. Está como un tiro. Acudió a esa carrera de rebote, tras un Campeonato de España en el que protagonizó uno de los momentos más surrealistas del año. Era el máximo favorito al oro, pero sus zapatillas fueron incapaces de traccionar en la descarnada pista de Getafe. Un resbalón. Otro. Y otro más… El cuerpo dijo basta y, justo al paso por el obstáculo de meta, ante la imposibilidad de correr en el sentido estricto de la palabra, se echó a un costado. Evitó un mal mayor, aunque en ese momento “no pensé en los Juegos Olímpicos. De hecho no pensé en nada, me paré por puro instinto e impotencia… ¡No podía mantenerme en pie!”. Fueron tres días complicados. De domingo a martes. Su entrenador, Benjamín Álvarez, lo tenía claro: “Antes del Nacional me dijo que estaba muy bien, para ganar, pero que lo importante era estar en los Juegos. Porque campeonatos de España hay todos los años pero Juegos solo cada cuatro”. 29 de junio. Una única oportunidad de demostrar su imponente estado de forma y sellar el pasaporte olímpico. El atletismo, no siempre lo es, fue justo.

Aterrizó el 24 de julio. Lleva varios días en Tokio sin ningún problema de adaptación. Ni al horario (“no me he levantado nunca en plena noche y duermo nueve horas seguidas todos los días”) ni al clima. Más de 30 grados, humedad por encima del 80%. Es de Burgos, pero ni por esas. Tan centrado está en su misión que aguanta lo que le echen. Se levanta a las 6:30 desde el segundo día. “El primero me levanté a las 10:00 porque preferí el descanso al entrenamiento, solo hice un trote cochinero en la cinta y algo de movilidad en el gimnasio de la Villa Olímpica. Es una planta enorme con las mejores máquinas que he visto en mi vida. El resto de días mi rutina ha sido coger el bus a las 8:15 para llegar a la pista a las 8:45 y entrenar a la hora en la que voy a competir”, comenta un Arce afilado en exceso, con esa seguridad que a todos los fondistas les provoca mirarse al espejo y contemplar la piel que recubre las costillas adherirse a los huesos. La grasa perdida por el sumidero de los kilómetros.

Hace dos días firmó, acompañado por Martos, su último entreno de calidad. Como siempre que hace series, ‘calentó’ con un par de 200 a 30-31 segundos. Luego corrió 1200 metros con vallas a ritmo de 2:44 y, después, 2 x 200 m con una valla -la de la recta de meta-, en 26 segundos. El 25 de julio solventó 12 repeticiones de 200 metros divididas en dos bloques. Seis y seis. “Recuperando un minuto entre cada 200 y tres entre cada bloque. Los hice con una valla y me salieron todos entre 28 y 29 segundos”, comenta mientras procede a relatar las dos panzadas previas a los Juegos, la semana antes de coger el avión: “Un 2000 obstáculos en 5:20. Después 2 x 200 en 28 segundos y para terminar 2 x 400 en 55 y 56 segundos. El otro entrenamiento fue 10 x 400 metros, con vallas, a 1:03 cada uno, más un 800 con vallas a 2:11, y después, ya en liso, un mil en 2:32 y un 400 en 51 segundos. Espera, que te envío el pantallazo del 2000 por si no te lo crees (risas)”.

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La prueba de su fantástico 2000 en 5:20 poco antes de los Juegos (lo que no dice del Garmin es que fue con vallas).

Cortamos la conversación. Se redactan estas líneas. Cae la noche en Tokio. 12 horas para que salte a escena. El periodista coge el teléfono. Y teclea: “Disfruta mucho mañana”. La respuesta es inmediata: “Voy a entrar en esa final”.

 

 

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