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Volvía la mejor marchadora del planeta al Estadio Nacional. De nuevo las cámaras la buscaban, la organización la presentaba como principal favorita, ella sonreía y confeccionaba un corazón con sus manos, como respondiendo al amor que tantos miles de aficionados le estaban enviando desde España. María Pérez, triple campeona mundial (ya vencedora aquí de los 35 km), afrontaba los 20 kilómetros en busca de su segundo doblete consecutivo en el Campeonato del Mundo. De nuevo su actitud era de plena concentración, dejándose ver en primera línea del grupo de cabeza, atenta a cualquier movimiento sospechoso que pudiera exigir pronta respuesta. En el segundo kilómetro (9:08) en el paquete principal todavía viajaban 25 atletas. Pasó en primer lugar la campeona olímpica, la única más rápida que la granadina en París, Jiayu Yang. Y tras ella, la persona con el palmarés más espectacular del atletismo español, discípula de Jacinto Garzón (José Antonio Carrillo, Enrique Pascual y él son los únicos que poseen la triple corona como coaches). Por ahí andaban también las otras dos compatriotas en liza, Antía Chamosa (campeona nacional de 20 y 35 en un invierno brillante) y Paula Juárez (confirmando su meteórica progresión con su primera presencia en un gran campeonato global). Iban 15.ª y 16.ª, respectivamente. No pudo estar, por haberse dejado el alma y no haber recuperado del todo el organismo, Cristina Montesinos (7.ª en los 35 km); España tenía derecho a cuatro atletas, puesto que María era la defensora del título.
Se aceleró el ritmo por obra y gracia de Kimberly García-León, la peruana, doble oro hace un trienio en Eugene. Ella lideró el pelotón de elegidas al paso por el kilómetro cinco (22:05). El pelotón de elegidas ya estaba reducido a 13 integrantes, y no estaban ni Antía (22:16) ni Paula (22:31), tratando de encontrar su ritmo para buscar la remontada en el caso de que algunas de las de delante comenzaran a flaquear en momentos más avanzados de la prueba.
La mañana era algo más fresca que en el 35, 22 grados, aunque la humedad seguía siendo elevada, por encima del 80 %. Lo que se mantenía igual era el aspecto del circuito (1 km en los aledaños del estadio), a rebosar de un público bullanguero y feliz. María, con el look de las grandes ocasiones (gorra, gafas enormes), se ponía a tirar al paso por el sexto hito (26:21) y poco después echaba un sorbo a la botella y cambiaba la gorra por otra empapada en agua fría, que se encargaba de refrescar todavía más en el primer puesto de esponjas que encontró. Su rictus seguía siendo de seriedad, de tomarse muy a pecho un oficio que domina como ninguna otra.
Al cruzar el cartel del 9 (39:18), las aspirantes a medalla eran solo 8, lo más selecto de la profesión: García León, Yang, González, Wu, Fujii, Torres, María y su íntima Palmisano (con quien se la vio compartir esponjas en uno de los avituallamientos, demostrando que la incompatibilidad entre la rivalidad extrema y las relaciones de amistad es una falacia). Precisamente fue la italiana la siguiente en descolgarse. No llegó al 10 con las de cabeza (acabaría retirándose la campeona olímpica de 2021), donde volvía a tirar María (43:37). Por detrás, Antía iniciaba su ascenso (11.ª, 44:06) y Paula marchaba 24.ª (45:09).
Antes de llegar al 14 (1:00:45), María accionó el modo aniquilador (ese mil se cubrió en 4:13), un tirón tan devastador como sostenido. Le salió brava la mexicana Alegna González, que tomó el testigo de la andaluza e hizo que solo García León y Fujii siguieran en la pelea; pero a María (sin tarjetas a esas alturas, avanzando canónica) cuatro le parecían multitud y volvió a sacar el hacha. Pasaba en cabeza el km 15 (1:04:59) haciendo dueto con González al tiempo que abrían un pequeño hueco con la peruana y la nipona, que no acababan de descolgarse definitivamente. Por aquel entonces Antía ya viajaba con billete de finalista (8.ª, 1:06:10) y Paula mantenía la posición (1:08:46).
Hipnotizaba contemplar la seguridad de María, el dominio de la escena, atestiguar cómo, a medida que pasaban los metros, todas la miraban por el rabillo del ojo, sabiendo que sus zarpazos son de los que duelen. Y, efectivamente, antes de llegar al 16 se acabó la fiesta… para todas menos para María, que pensó que la soledad tiene muy mala prensa y, después de todo, no está tan mal. En un parpadeo abrió un trecho con Alegna que no hacía más que ensancharse. El 35 lo había ganado por aplastamiento y en el 20 no quería dar menos a la afición. Veía algunas amarillas, pero el rojo no aparecía por ningún sitio porque su técnica era la de una maestra.
Hipnotizaba contemplar la seguridad de María, el dominio de la escena, atestiguar cómo, a medida que pasaban los metros, todas la miraban por el rabillo del ojo, sabiendo que sus zarpazos son de los que duelen.
El kilómetro 17, dando muestras de su preparación deluxe, lo metió en 4:09, a esas alturas de la película y con un 35 hace menos de una semana en el cuerpo. Un talento pocas veces visto (en España, de hecho, nunca). Y después, más, y más… era un goteo de segundos lo que le caía encima González.
María Pérez regresó al Estadio Nacional, cruzó la puerta, descendió por la rampa, se quitó la gorra (claro que sí, que el mundo contemple tu rostro), pisó el tartán, comenzó a sonreír, se subió las gafas, puso los brazos en cruz, traspasó la línea, rompió la cinta, gritó de euforia y se abrazó con Palmisano, que la esperaba tras los cuadros y a la que invitó (porque María es una tipaza) a saludar al público junto a ella para después mirar a cámara y dedicarle la medalla, a ella y a España, cuya bandera se colocó a modo de capa, como la superheroína que es. ¿La marca? Pues también impresionante: 1:25:54, la segunda de su vida (la mejor de una española en un Mundial, por supuesto). Su medalla de oro es la 12 + 1 de ese metal para nuestro atletismo, la 48 en general y la 23 de la marcha. Ya es cuatro veces campeona del mundo, repite el doblete de Budapest y consigue agotar todos los calificativos para definir a la atleta más portentosa que ha vestido la remera de #EspañaAtletismo. ¿Leyenda? Hasta ese traje le queda pesquero.
Por detrás siguieron las alegrías y Antía Chamosa (7.ª con 1:27:55, igualando marca personal), que comparte entrenador con la ganadora, lograba la cuarta plaza de finalista de la marcha en Tokio 2025 (sexta sumando todos los sectores). Ya había entrado en la historia junto a Daniel (6.º en los 35 km) como la primera pareja hermana-hermano en competir en un Mundial, pero es que encima lo han hecho a lo grande: ambos entre los ocho primeros. Con su 22.º puesto y un crono de 1:31:50, Paula, pupila de José Antonio Carrillo, cerraba el telón… a la categoría femenina, porque poco después salieron los chicos.
Para finalizar, un dato más que deja a las claras la grandeza de lo realizado por María Pérez: la granadina se une a tres hombres que en la historia de los mundiales han logrado dos dobletes consecutivos: Carl Lewis (100 y longitud), Usain Bolt (100 y 200 m) y Mo Farah (5000 m y 10000 m). Simplemente IMPERIAL.