Fernando Carro parece una marioneta mientras calienta con unas gomas que se engancha a los pies en la grada del Estadio del Turia. A su lado, Clara Viñarás, su chica, bendice el sol que inunda la pista de Valencia esa mañana. Como la anterior. Y como la siguiente. Este invierno soleado del Mediterráneo mitiga los dolores que le causa el frío de Madrid por el síndrome de Raynaud. En la pista, por el anillo exterior de césped artificial, no paran de dar vueltas Soli Pereira, Lidia Campo, Dani Arce y Jesús Gómez, que unos días antes se ha hecho el sueco en el 3.000 del Gran Premio Ciudad de Valencia en el que todos sus rivales tiraron un par de vueltas después de que la liebre, Rober Alaiz, se lesionara en el calentamiento.
A unos metros, junto a parte de su grupo de entrenamiento, está José Antonio Redolat, que vio de cerca ese 3.000 del Luis Puig. Una carrera que le valió para reafirmarse en su apuesta por Nacho Fontes como el jerarca de esta década en el mediofondo español.
El valenciano, que cumplió 45 años en febrero, también tuvo su momento. En los últimos años del siglo pasado y los primeros del presente. Fue campeón de Europa de 1.500 en un campeonato bajo techo, en 2000, en el que fundió a Mehdi Baala con un ataque largo —39 segundos en la última vuelta y media—. Pero, atendiendo a su calidad, viendo sus marcas, que sobresalen desde los 800 hasta los 5.000, se echa en falta alguna medalla de más prestigio. Porque Redolat, Redo, como se le conoce en las pistas, fue capaz de correr en 1:45.39 (800), 3:31.21 (1.500), 3:49.60 (milla), 7:46.00 (3.000) y 13:23.14 (5.000). Y en su pista de Valencia realizó un intento de récord de España de 800 que se frustró cuando el valenciano se trastabilló en la curva del 200.
Lo dejó, como tantos, por culpa de las lesiones. En las últimas temporadas se fastidiaba cada vez que se calzaba los clavos. El tendón de Aquiles arruinó el final de su trayectoria. Antes de eso vivió los últimos coletazos de Fermín Cacho, los primeros destellos de Juan Carlos Higuero, la rivalidad con Andrés Díaz y, sobre todo, sufrió el eclipse que provocaba el talentoso Reyes Estévez, amigo y contrincante desde la adolescencia. “Reyes destacaba por encima del resto. No solo por medallas y marcas, sino también por la forma que tenía de vivir o de gestionar las cosas; te daba a entender, aunque quién sabe, que podía haber dado más aún, que ya fue mucho”.
Pero la vida no son solo medallas. Y ahí queda el recuerdo imborrable, tan valioso como un trofeo, de esa primera eliminatoria de los 1.500 en los Juegos Olímpicos de Sídney. El atleta del Valencia Terra i Mar no había tenido rival en invierno y llegaba pletórico al verano. Se clasificó sin agobios, pero antes, a unos pocos metros de la meta, Hicham El Guerrouj, que corría a su lado, le tendió la mano para que Redolat se la chocase. “Estaba muy bien y encaré sobrado la última recta. Al final, El Guerrouj, todo un campeón y un ejemplo para todos, que marcó una época y que era el referente, tuvo ese gesto. Que chocáramos la mano fue una imagen que dio la vuelta al mundo, porque aquello eran unos Juegos, y es algo que te queda grabado. Lo entendí como una señal de respeto, de reconocimiento. Siempre me ha tenido un cierto cariño y siempre ha hablado muy bien de mí. La verdad es que fue una gran satisfacción”.
La mecha prendió gracias a la afición familiar por las Fallas. Ahí encontró sus primeras carreras, sus primeros triunfos. “Empecé a ganar en la carreras que hacían entre las fallas y luego se me dieron bien también la pista y el cross. Pero, sobre todo, tuve la suerte de conocer en el colegio a Andrés Mayordomo, que daba clases de atletismo. De ahí me llevó a su club, el C.A. Campanar, donde jugábamos al atletismo. Estuve con él más de 20 años. Con 10 empezaría a correr en la escuela del Niño Jesús, que era mi colegio, luego el C.A. Campanar, y hasta el final”.
Nunca tuvo otro entrenador. Ni se lo planteó. Cuando vinieron los malos resultados y las lesiones, hubo quien esperó que cambiara el patrón. Pero Redo no hizo caso al runrún que había a sus espaldas y siguió con Mayordomo, un entrenador que se entusiasmaba al ver los tiempos que hacía en las series y que luego agachaba la cabeza cuando no se traducía en medallas o grandes marcas en las competiciones. “Hay que tener en cuenta que mi grupo de entrenamiento era como mi familia y, de hecho, estaba también mi hermano. Y ese grupo entrenaba mucho para mí. Pude irme a la Blume, que me lo ofrecieron varias veces, pero me sentía muy cómodo en Valencia y no me arrepiento”.
“Recuerdo aquella carrera y siento lo que es estar en tu plenitud”, asegura el valenciano sobre su victoria ante el mismísimo Bernard Lagat.
Gante encabeza su palmarés, pero a él le gusta poner en valor sus dos carreras en 3:31. Sobre todo la victoria en el mitin de Estocolmo, donde firmó su plusmarca: 3:31:21. “Recuerdo aquella carrera y siento lo que es estar en tu plenitud”, asegura el valenciano sobre su victoria ante el mismísimo Bernard Lagat, quien, al mes siguiente, en agosto, corrió en 3:26.34, que es la segunda mejor marca de todos los tiempos. “Es increíble esa sensación de llegar al último 400 e irte decidido hacia adelante y manejar la vuelta entera y ganar en una de las grandes. Ese momento, quizá por encima de los campeonatos, fue para mí el mayor éxito que he podido conseguir”.
El atletismo puede consistir, muy sintetizado, en ver dónde está el límite de tu cuerpo. Y eso, claro, conlleva averiguarlo rompiéndose. Redolat sabe mucho de eso. “La última época fue muy dura. Ahora que soy entrenador, ves la imagen de muchos atletas lesionados y te duele. Me da mucha pena, por ejemplo, Roberto Alaiz. Es un corredor que a mí siempre me ha gustado muchísimo, uno de los atletas españoles con más proyección. Pues se rompe haciendo una recta en el calentamiento y me veo reflejado en él. Te ponías en forma, luchando mucho, salvando los entrenamientos a duras penas, con miles de problemas alrededor, con patrocinadores y clubes que empiezan a alejarse, y cuando crees que ya estás bien, te vuelves a hacer daño…”.

La desgracia de su madre
La decadencia coincidió con la muerte de su madre. Solo tenía 62 años. De joven, tras dar a luz a uno de los hermanos de José Antonio, sufrió un aborto. “Era la época del doctor Maeso —un anestesista que fue condenado después de haber contagiado de hepatitis a 275 pacientes en Valencia— y en una transfusión de sangre le contagiaron la enfermedad. El hígado empezó a funcionar mal y le tuvieron que hacer un trasplante. Esos fueron también mis últimos años como atleta. La última vez que mi madre estuvo en el hospital y que ya no salió fue un día que yo corría en el mitin de Zaragoza. Mi padre y mis hermanos me dijeron que la habían ingresado pero que estaba bien. Aunque, en realidad, estaba ya en las últimas”.
“Mi madre era el corazón de la familia. Se preocupaba siempre por mí para que yo lo tuviera todo en orden y pudiera dedicarme únicamente a entrenar y competir. Lo pasé francamente mal: era alguien tan importante para mí…”
Poco después murió. Al atleta le costó digerirlo. “Mi madre era el corazón de la familia. Se preocupaba siempre por mí para que lo tuviera todo en orden y pudiera dedicarme únicamente a entrenar y competir. Lo pasé francamente mal: era alguien tan importante para mí…”. La enterraron, pero el dolor y la añoranza no se iban. Redolat entró en bucle y cada día, casi sin excepción, bajaba de casa por las mañanas y se iba a pasar un rato con ella en el cementerio. Allí lloraba y le contaba cuánto la echaba de menos. Un mes, dos meses, tres… “Es verdad, iba todos los días. Vivía en un piso cercano y la iba a visitar siempre que podía. El vínculo con una madre es algo único”.
Su cuerpo ya no resistía la combinación de los clavos con el tartán. La calidad le rompía. Tenía tanta clase que aún encontró rendijas por las que colarse en los grandes campeonatos. Como en 2007, el invierno que corrió en 7:48.71 y logró una plaza para el Europeo indoor de Birmingham. Luego llegaron las eliminatorias y se retiró. Al año siguiente logró correr en 3.35 —su undécima temporada consecutiva, a pesar de las lesiones, bajando de 3:40— y lo dejó.
Redolat no sabía qué hacer fuera de la pista. Solo conocía eso, el cross y algunas carreras populares, como la San Silvestre de Valencia, la prueba que se celebra el 30 de diciembre y que ganó nueve veces. Él solo había estudiado Electricidad, pero desde 1998, cuando dejó el oficio para preparar como merecía el Europeo de Valencia (fue octavo), no había vuelto a coger un cable. “Llegué a trabajar un tiempo como electricista; estuve en la obra poniendo enchufes. Pero luego me centré en el atletismo y ya no hice nada más. Ahora me esfuerzo por inculcarle a mis atletas que tienen que estudiar. Que, incluso siendo medallista olímpico, luego quedan muchos años de vida y hay que seguir ganando dinero. La vida no es solo entrenar. Hay que labrarse un futuro. Óscar Santos y Andrea Romero venían de Formentera y allí solo entrenaban. Lo primero que les dije al llegar a Valencia, a mi grupo, fue que tenían que matricularse y seguir estudiando y formándose”. Cuando dejó el atletismo se vio perdido. Esa es una sensación que angustia. Entonces fue a ver a Rafa Blanquer, que era el presidente su club, y le pidió ayuda. El ex saltador, primer español que superó los ocho metros en longitud, le abrió las puertas de la escuela para que, al menos, tuviera un jornal. Pero si el atletismo empezó en su falla, la de San José de Pignatelli, su nueva vida también iba a prender allí. Uno de sus amigos, Carlos Grima, le animó a montar un club para corredores al ver que muchos falleros se acercaban a Redo a pedirle un plan de entrenamiento. Era 2010 y la afición por correr se iba extendiendo con fuerza por Valencia, muy cerca de convertirse en la Ciudad del Running.
El Redolat Team se fundó en 2011. “Pero nació un poco como un juego y como un homenaje a mi trayectoria deportiva”. Él no esperaba que aquello terminara convirtiéndose en uno de los clubes de atletas populares más potentes de España. “Lo montamos y en ese momento solo existían Correcaminos, que era el gran referente, y Blue Line —impulsado por Michel Fauritte, un francés que había abierto una tienda para corredores, con mucho éxito, en Valencia—. Yo, entonces, tenía mucho nombre en Valencia y comenzó a apuntarse mucha gente”.
Redolat había encontrado su sitio. Pero no conseguía olvidar la pista. Hasta que un verano decidió apuntarse al Curso de Entrenador Nacional en Madrid. Allí formó un grupo con el entonces plusmarquista español de 3.000 metros obstáculos, Luismi Martín Berlanas, el ex saltador de longitud Héctor Sánchez, el ex vallista Javi Ginés y la subcampeona olímpica de los 100 m vallas Glory Alozie. “Lo pasamos muy bien y nos esforzamos por ayudar a Glory, que es un referente del atletismo y una grandísima persona, a quien le costaba mucho estudiar. Fueron unas semanas de las que tengo un recuerdo muy grato”.
El maratón, otro éxito más
Ahí completó el puzle: halló la pieza que le faltaba. Porque Redo, que aún trabajaba en la cantera del Valencia Terra i Mar y que llevaba su club de corredores, también comenzó a dar cuerpo a un notable grupo de atletas de pista en el que hoy sobresalen Enrique Herreros, Abderrahman El Khayami, Óscar Santos, Luis Agustín, Yurena Hueso, Andrea Romero, Marta Olmedo o Raquel Echevarría. “Aunque esto es mi hobby y el club mi trabajo”, advierte.
Hoy, 21 años después de aquella medalla de oro en el Europeo de Gante, el 70% de mis atletas no me ha visto nunca correr. Y otros me dicen que quienes me siguieron fueron sus padres.
Más de 400 atletas han llegado a coincidir en el Redolat Team, que es el club más numeroso en muchas de las carreras que solían poblar el calendario en Valencia. Redolat sigue contando con la ayuda de Carlos Grima, cofundador del equipo, y de Vicente Villalba, un pilar en la gestión. Villalba, que fue saltador de altura y también es entrenador de atletismo, sube de vez cuando un vídeo de Redo, de sus tiempos de gran mediofondista. Porque, del mismo modo que al principio todos se apuntaban para entrenar junto al campeón de Europa y tetracampeón de España de 1.500, ahora la mayoría de la gente piensa que Redolat es un hombre que tiene un club de corredores. “Hoy, 21 años después de aquella medalla de oro en el Europeo de Gante, el 70% de mis atletas no me ha visto nunca correr. Y otros me dicen que quienes me siguieron fueron sus padres”.

Su orgullo está intacto. El valenciano es una persona extremadamente humilde y eso ayuda a no añorar tanto el reconocimiento de tu entorno. Él prefiere disfrutar del presente que enredarse en los bellos recuerdos del pasado. Y, además de dirigir a una legión de corredores, se ha esforzado por sacar unos cuantos que, dentro del ámbito autonómico, luchan por los primeros puestos. “Cuando salen las estadísticas de llegados a meta, siempre somos los primeros o los segundos, pero hay una segunda estadística que te saca la marca media de todos tus corredores y nos sale una marca bastante baja. Y esa es una parte de la que también me siento muy orgulloso”. El puzle estaba completo, pero su prestigio y su talante humilde le trajeron una especie de propina. Hace tres años, el Maratón Valencia Trinidad Alfonso EDP le contrató como responsable de los atletas de élite españoles, una de las pocas carencias que tenía la carrera. “Fue una sorpresa muy grata. Estoy encantado, muy ilusionado y motivado por estar, para mí, en el evento español de un nivel más alto y el de más repercusión; formar parte de ello me encanta. Juan Botella me llamó en su día y me lo propuso. Querían potenciar la participación del atleta español, que era algo que costaba, y pensó en mí. Y la verdad es que estoy encantado de trabajar con Juan, que es un sabio del atletismo e intenta cuidarnos a todos y ayudar al mayor número posible de atletas”. La culminación de su trabajo llegó el pasado 6 de diciembre con el récord de España de Ayad Lamdassem y Marta Galimany quedándose muy cerca del femenino. “Pensábamos que el récord de mujeres era más probable, pero salió Lamdassem, que vive una segunda o tercera juventud, y lo logró. Nos encanta. Porque una de las cosas que queremos es que en los rankings salga muchas veces el nombre de Valencia. Aunque cada año se pone más difícil superar lo del anterior, así que no queda otra que trabajar duro y aprovechar el excepcional apoyo de la Fundación Trinidad Alfonso: es gracias a ellos que caen los récords en Valencia”.
“Quizá ahora falte una gran referencia, pero para mí, sin duda, el atleta que va a marcar una época es Nacho Fontes. Tiene una capacidad de entrenamiento brutal, se mueve en todo tipo de distancias y va a ser el que marque el camino”.
Redolat está al día del atletismo. Y ahora mismo celebra el renacimiento del mediofondo español. “Desde nuestra época no había un nivel tan alto. Quizá falte una gran referencia, pero para mí, sin duda, el atleta que va a marcar una época es Ignacio Fontes. Tiene una capacidad de entrenamiento brutal, se mueve en todo tipo de distancias y va a ser el que marque el camino, sin menospreciar a Jesús Gómez o Adrián Ben y los que vienen por detrás, como Abde o Herreros. Espero que les pase como a nosotros, que cuanta más competencia hay en España más te preparas porque, si no, te quedas descolgado”.
Y la admiración por Esther Guerrero, claro. La mujer que ha revolucionado el mediofondo en España. “Es brutal. Ha mejorado mucho desde que pasó al 1.500. El año pasado ya vimos lo qué es capaz de hacer, firmando una marca extraordinaria en el 800. Si hay unos Juegos Olímpicos, que espero que sí, creo que hay varios atletas españoles que pueden pelear por hacer grandes cosas”. Y así, con un crono en la mano para tomar los tiempos de sus atletas y una amplia sonrisa, José Antonio Redolat, el campeón humilde, disfruta de su nueva vida.
