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Tras una medalla, ya saben, mucho sudor. Mucha carretera. Suelas devastadas, músculos doloridos, certezas que se diluyen ante los latidos acompasados de corazón. Y también un buen puñado de anécdotas, momentos divertidos (y no tanto), pequeños detalles que inclinan la balanza hacia el éxito cuando la decisión contraria, o la pura suerte, podrían perfectamente nivelarla al fracaso. El oro de Gotemburgo 1995, la cima del arte de Martín Fiz, guarda en la trastienda mucho de eso. Nosotros, por abreviar, nos quedamos con seis.
¡NO QUERÍA COMPETIR!
Ana Churruca, su esposa, hoy pilar fundamental de Running Fiz, la tienda que regenta junto al Parque del Prado (Vitoria), conducía camino del Aeropuerto de Bilbao. Martín iba en el asiento del copiloto, callado, aparentemente tranquilo… pero de repente le indica que de media vuelta, que no quiere ir, que como en casa en ningún sitio. Y Ana, claro, flipando. “Me dijo que si estaba tonto, que si me había vuelto loco. Fue la tensión acumulada, los nervios de toda la preparación, el ser uno de los favoritos. Una neura pasajera que, afortunadamente, no duró mucho. Ana me convenció rápido y reanudamos el viaje”, comenta risueño Martintxo al rememorar tan surrealista escena.
PALIZONES
Ser campeón del mundo de una distancia tan salvaje como los 42.195 metros obliga a tratar al cuerpo de tú. Respeto justo. Si no le apetece, que se fastidie. Toca lo que toca, existe un plan. Saltárselo es descender puestos en la clasificación. Y a duro, claro, pocos ganan a Martín. Así recuerda sus entrenos para la cita: “La tirada más larga que hice fue de 32 kilómetros. Me salieron a una media de 3:15-3:20 el mil. El volumen semanal rondaba los 180 kilómetros, aunque logré picos de 220, porque sabíamos que el recorrido era exigente, tres vueltas a un circuito con algunas cuestas de entidad. Lo que no imaginábamos era el calor, excesivo para tratarse del norte de Europa, por mucho que estuviéramos en verano; salió un día de 27 grados. Esta vez, Diego García, Alberto Juzdado y yo no habíamos entrenado en Mallorca, como solíamos hacer con vistas a los campeonatos de verano, sino que nos concentramos en Navacerrada”.
OYE, MASSANA: ¿ME PRESTAS TU CAMISETA?
Álex, su hijo, que llegó a ser un solvente fondista juvenil, tenía por aquel entonces tres añitos. Con la ternura que da la edad le lió una ‘pardísima’ al futuro campeón. Resulta que Martín tenía la maleta preparada el día antes de poner rumbo norte, pero el pequeño Fiz se levantó juguetón. La abrió, sacó la camiseta de competición y la volvió a cerrar. Al llegar al hotel se descubrió el pastel. ¿Qué hacer entonces? “Le pedí prestada la suya a Valentí Massana, que en aquel Mundial ya había ganado la plata en los 20 km marcha. Como era más o menos de mi estatura me quedaba bien. Esa camiseta fue en el mismo campeonato subcampeona y campeona del mundo… Lo malo es que, con todo el dolor de mi corazón, se la tuve que devolver”.

AVITUALLARSE A LA ANTIGUA
¿Geles? De ducha y poco más. Hace un cuarto de siglo amigos, los avituallamientos eran otra película y la ciencia todavía no se había desplegado a lo bestia en este campo. Así que “solo bebí sales durante la prueba, nada sólido. La marca era Enervit, la que ya por entonces usaba Miguel Indurain, por él me decidí. Antes yo usaba Flectomin, pero en las tiradas largas, debido a la elevada carga de potasio, me entraba flato, así que un mes antes cambié. En carrera empecé a beber en el kilómetro 15 y, desde ese momento, cada 5 kilómetros hasta meta”.
UN INFIERNO PARA TOCAR EL CIELO
Un icono de Reebok, la Inferno, fue el modelo empleado por Fiz en sus grandes gestas con dorsal. Le encantaban esas zapatillas, tanto que calzó exactamente las mismas que le coronó campeón de Europa el verano anterior: “Las guardé después de Helsinki y, desde entonces, solo las utilizaba en las competiciones importantes. Fíjate si me gustaban que, cuando me enteré de que iban a dejar de fabricarlas, llamé a Reebok para que me guardasen algunas. Desde Inglaterra me enviaron los últimos 12 pares que les quedaban en el almacén”.

Y DE PREMIO… ¡UN MERCEDES!
Por aquel entonces la firma alemana era uno de los patrocinadores de la IAAF (la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo, actual World Athletics) y añadía un Mercedes C180 al montante económico que recibían los atletas bañados en oro. Resulta que Fiz iba a comprarse un coche antes del Mundial y, cuando se enteró de esto, llamó al vendedor para decirle en tono jocoso: “Espera un poco, que en 15 días seré campeón del mundo y voy a tener un Mercedes”.
SU FAVORITO ERA ALBERTO JUZDADO
La hora de la verdad. Kilómetro 35. Han saltado el muro. Delante, solo los elegidos. Las miradas no matan, pero cortan. Filípides no hace prisioneros a estas alturas. Martín mira a su costado y ve a un amigo. Buen amigo. Pero en ese instante solo un rival. “Miraba a Alberto Juzdado y era impresionante. Iba fácil, sin inmutarse, impoluto. Pensé, este tío va a ganar”.
No ganó Alberto, de hecho ya saben el desenlace y una pizca de la intrahistoria. Pero hay más, mucho más, por eso es un buen plan levantarse de la siesta y engancharse a Teledeporte. Recordad, hoy, a las 17:15. Que ustedes lo disfruten.
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