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Hoy en día resulta casi imposible ver en una final de 100 m a corredores que no sean negros y menos aún con posibilidades de triunfo. La aparición hace una década del fenómeno francés Christophe Lemaitre no ha tenido continuidad, por más que en tiempos recientes el prometedor italiano Filippo Tortu haya bajado de la barrera de los diez segundos o velocistas chinos y japoneses se prodiguen con cierto éxito en esa franja. Los resultados parecen indicar que la velocidad no es tanto para humanos del tipo caucasiano, como para los del tipo negroide. Sin embargo, hubo un tiempo que Europa disponía de velocistas extraordinarios sin tener que recurrir a sus ex colonias.
No es necesario viajar en el tiempo y reparar en el inglés Harold Abrahams o el alemán Armin Hary, campeones olímpicos en 1924 y 1960, respectivamente. La espectacularidad brutal del escocés Allan Wells, el finísimo talento de Pietro Mennea o la antigua plusmarca de la raza blanca a cargo de Marian Woronin antes de la irrupción de Lemaitre, nos recuerdan que el tema de la “velocidad blanca” ha sido cosa seria en el atletismo moderno. Y si no, basta echar un vistazo a la carrera del más grande de todos: el inigualable Valery Borzov.
En 1963 un chavalín soviético de 14 años saltó 6,28 m. Pero para bien del atletismo mundial, a los 17 se mudó al sprint. Así fue cómo surgió la demoledora figura de Valeri Filippovich Borzov (Sambor, RSS de Ucrania, 1949), el mejor velocista europeo de los años setenta y el único capaz de, por ejemplo, batir en una misma temporada a cuantos corredores estadounidenses y caribeños se encontró. Con apenas 19 años, Borzov marca 10.2 segundos en el hectómetro.
En los Europeos de 1969 en Atenas comienza a labrar su leyenda: oro en 100 m por la calle 8 en 10.4 frente al francés Sarteur (por la calle 4). En 1970 el recio ucraniano (1,83 m, 79 kg) gana en Viena su primer título en pista cubierta, el inicio de una larga ristra (¡hasta siete!) que concluirá en 1977 ante un entregado público donostiarra. Corre el año 1971 y Borzov, según afianza su potencial, empieza a competir también en los 200 m, lo cual producirá efectos devastadores. Ya con un bagaje de cronos manuales de 10.0 y 20.2, Borzov afronta en 1971 los Europeos de Helsinki.

El resultado es un doblete en 100 m (10.26) y 200 m (20.3). 1972 es año olímpico y en Munich es uno de los favoritos: en marzo ha ganado su tercer título europeo consecutivo en 60 m y durante el verano ha vencido a todos los sprinters yankees. El 31 de agosto, en el Estadio Olímpico de Munich, figuran grandes velocistas: el jamaicano Lennox Miller, el triniteño Crawford, el francés Sarteur, los estadounidenses Hart, Robinson y Taylor, y el propio Borzov.
Todos ganan sus series matinales, pero, por la tarde, un fatal despiste priva a Eddie Hart y Reynaud Robinson de tomar la salida en los cuartos. Fiándose de un programa de eventos antiguo que no contempla un reciente cambio en el horario, se hallaban en los estudios de la cadena ABC junto a otros atletas, a 500 m del estadio, visionando las pruebas de la mañana. Cuando se dan cuenta de que lo que están viendo son pruebas de 100 m en directo, salen raudos en coche. Pero sólo Taylor llega a tiempo. El jamaicano Miller gana su serie y Borzov aplasta en la suya a Crawford y al propio Taylor con un impresionante tiempo de 10.07 (el mejor de su vida), tras relajarse ostensiblemente en los últimos metros. Su demostración es impactante, dada la relevancia de un hecho menos cacareado que la ausencia de Hart y Robinson: Borzov tampoco estuvo al tanto del cambio de horario y sesteó dentro del estadio hasta instantes antes de la prueba. 10.07 sin apenas calentar.
Munich’72 inauguró la era de las ruedas de prensa obligatorias para los campeones y en la organizada en torno al nuevo rey de los 100 m, algunos periodistas estadounidenses dirigen preguntas emponzoñadas de rabia.
Al día siguiente, Taylor y Borzov dominan sendas semifinales. Ya en la gran final, Borzov hace gala de su exquisita técnica y, pese a no salir demasiado bien, se iguala a los 30 m con su compatriota Korneliuk, que ha salido el primero. A los 50 m saca ya un metro a todos sus rivales y la carrera está decidida. Sólo Taylor logra no perder más terreno. En la parrilla el ucraniano se relaja, alza los brazos y para el crono en 10.14. El estadounidense obtiene la plata con 10.24 y el jamaicano Lennox Miller el bronce (10.33).
Munich’72 inauguró la era de las ruedas de prensa obligatorias para los campeones y en la organizada en torno al nuevo rey de los 100 m, algunos periodistas estadounidenses dirigen preguntas emponzoñadas de rabia. Sin embargo, Valery Borzov también les batió. Preguntado sobre si, en ausencia de Hart y Robinson, “de verdad se creía el mejor” y si “su victoria tenía algún valor”, el gran campeón respondió que antes de los Juegos les había superado seis veces y que se sentía muy contento por su entrenador, por su país y por todos los que le habían apoyado. “¿Y en qué cambiará ahora su vida, qué ventajas obtendrá?” – concluyen. “Ahora firmaré diez veces más autógrafos”.

Y vaya si los firma: el dios de Munich’72, el legendario nadador estadounidense Mark Spitz, ya le ha pedido uno desde la grada. Días después, tres representantes estadounidenses llegan puntuales a la final de los 200 m. Pero Borzov vuelve a jugar con ellos: sólo Larry Black le aguanta 135 m. De ahí en adelante, el soviético es un misil imparable que vuelve a relajarse y alzar los brazos en la parrilla. Aún así, sus tremendos 20.00 suponen la mejor marca mundial en 200 m jamás conseguida a nivel del mar. Black entra segundo con 20.19 y el electrizante Pietro Mennea birla a los otros norteamericanos el bronce con 20.30.
Ofendido por el tratamiento recibido en la rueda de prensa posterior a la final de 100 m, Borzov rehúsa comparecer tras la de 200 m. Y aún hay más: Red Smith, columnista del New York Times y ganador de un Pulitzer, titula: “El hombre más rápido del mundo es un rojo”, para a continuación tildarle de robot mecánicamente perfecto y calificar a su carrera de “en ningún sentido notable”.
Sin embargo, David Wallechinski, historiador olímpico, recuerda que Borzov le comentó en cierta ocasión: “A menudo siento la necesidad de correr en plena calle. Como sea, en traje y corbata, con sombrero, sin prestar atención a los peatones… aunque luego las convenciones hagan que me domine”.
Y en la NASA tampoco son tan cretinos como algunos periodistas y años después, en 1977, el gran astrónomo Carl Sagan incluye una foto del soviético en los discos de información científica y humana de las sondas Voyager (actualmente más allá de los confines de la galaxia en busca de contacto con inteligencias extraterrestres).
Borzov culmina su grandiosa actuación en la capital bávara con una plata (38.50) para la URSS en el 4x100 m, prueba en la que EE.UU. conquistó el oro y el récord mundial (38.19). Munich’72 es el punto culminante de la carrera del velocista ucraniano, un atleta innovador en sus métodos y en su preparación, un sprinter que sacó provecho del entrenamiento pliométrico: el método que los entrenadores soviéticos (Verjoshanski principalmente) desarrollaron a partir de los estudios del profesor italiano Rodolfo Margaria, destinados a hallar el mejor modo de caminar sobre la superficie lunar.
Según muchos especialistas soviéticos, la técnica de la velocidad de Borzov estaba tan perfeccionada que le ayudó a introducir en sus carreras…¡elementos de estrategia!
En suma, la rutina pliométrica a la que Valentín Petrovski sometía a su pupilo Borzov, le ayudaba a aprovechar la energía elástica acumulada en los músculos tras su estiramiento en las acciones de tipo explosivo (reflejo miotático). Según muchos especialistas soviéticos, la técnica de la velocidad de Borzov estaba tan perfeccionada que le ayudó a introducir en sus carreras…¡elementos de estrategia!
En los Europeos de Roma’74, Borzov optó por participar sólo en 100 m: tercer título continental consecutivo con 10.27 frente al pujante Mennea (10.34), quien se hizo con el oro en 200 m con 20.60 y colaboró para la plata (38.88) de Italia en 4x100 m (oro para Francia con 38.69).

En 1976 a Borzov aún se le considera capaz de revalidar sus éxitos en los Juegos de Montreal. Pero los restos de algunas lesiones, ciertos rumores sobre un intento de dispararle desde las gradas y su posible deserción rodean de incógnitas a su segunda participación olímpica. La final resultó muy rápida: el triniteño Hasely Crawford obtuvo el oro con 10.06 en una carrera que dominó a partir de los 50 m (y por la calle 1). Borzov entró tercero con el mismo tiempo que le había coronado cuatro años antes (10.14) y el jamaicano Don Quarrie conquistó la plata con 10.07.
Borzov entonces decidió no competir en el doble hectómetro y reservarse para el relevo, donde consigue para su equipo la medalla de bronce (38.78) tras EE.UU. (oro con 38.33) y la RDA (plata, 38.66). Machacado por las lesiones, los Europeos de Praga’78 son su última comparecencia: último en una final de 100 m ganada por el astro italiano Mennea (10.27).
Al año siguiente se retiró y se casó con la gimnasta Liudmila Turischeva (tetracampeona olímpica). De 1991 a 1998 presidió el Comité Olímpico de Ucrania y en la actualidad es miembro del COI. En el clima de guerra fría de la época, los triunfos de Borzov supusieron la mayor afrenta al orgullo yankee, el cual no se recuperaría hasta 1984…
MEJORES MARCAS DE VALERY BORZOV
- 100m: 10.07
- 200m: 20.00
- 60m: 6.58
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