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Mi nombre es Loli Parra y vivo en Elche. Hace diez años más o menos mi marido, José David, me planteó salir a correr, pero le miré incrédula, ni me gustaba correr ni me veía capaz. Así fue, hice dos kilómetros a trompicones y acabé muerta, me pesaba todo el cuerpo, tenía dolores por todo sitios. Aquello no era para mí, no me gustaba, me decían mis pensamientos negativos una y otra vez.
Pero ahí estaba mi compañero de vida, José David. Le encanta este deporte, lleva muchísimos kilómetros en sus pies, es un campeón con mayúsculas. Me preparó una ruta aunque yo no quería porque me habían diagnosticado la prolactina muy alta, demasiada alta, y sabía que salir a correr me vendría bien. Me puse mis deportivos y salimos de nuevo. "¡Madre mía, cómo podían hacer tantos kilómetros! ¿Aquel sufrimiento le gustaba a las personas?"
La prolactina me iba subiendo y fui más consciente del problema que padecería por ello. Salir a correr me estaba viniendo bien para mi enfermedad. Pasaban las semanas y ya empezaba a disfrutar de cada carrera, veía cómo mi salud iba mejorando, iba adquiriendo unos hábitos y una disciplina que aunque no era consciente de ello, era gracias al correr.
Un día me dije: "¿Por qué no me inscribo a una carrera de 10 kilómetros? Veía a mi marido disfrutando de todas las que hacía, todas aquellas personas sonreían y transmitían una felicidad tan grande que yo me dije que la próxima me apuntaba.
Mi primera carrera de 10k fue en Santa Pola, en el año 2013. ¡Que emoción, que descontrol de cuerpo, el corazón se me iba a salir cuando dieron el pistoletazo, hasta me emocioné! No os voy a decir que la disfruté, me hacía muchas preguntas corriendo, pero cada vez que hacía un kilómetro me decía, "uno menos". Cuando crucé la meta, me invadió un orgullo de mí misma, estaba eufórica y ya entendí por mis sensaciones, las caras de todas aquellas personas que vi cuando acompañaba a mi marido.
Ya no me paraba nadie, atrás dejaba los dolores de novata y aprendía con cada salida, con cada carrera.
El 1 de diciembre de ese mismo año el corazón de mi sobrina Alma dejó de latir, con apenas 2 añitos y medio. A mi familia, que siempre estamos unidos, se nos paró la vida, ver tanto dolor en mi hermano y mi cuñada era desgarrador.
Sabía que salir a correr me iba ayudar pero mis ganas desaparecieron. Tenía mucho sufrimiento por todo lo que estaba viviendo y eso hizo que la prolactina me subiera, mi salud volvía a descontrolarse, así que un día me puse los deportivos y salí. A medida que iba haciendo kilómetros, los pensamientos me invadían y llegó un momento que con cada pisada mi llanto iba siendo más fuerte, lloraba corriendo pero algo dentro de mí se iba desprendiendo. Nunca olvidaré aquella carrera. Mi sobrina Alma se convirtió en la energía que he necesitado en cada carrera.
Un día en Socovos, un pueblo de Albacete, mi marido me propuso algo distinto del asfalto, íbamos a correr trail. ¡Madre mía, qué duro! ¡Qué inestabilidad para mis tobillos! Qué mal se lo hice pasar al pobre, siempre recordaremos aquel recorrido... Pero en el fondo me gustó y a los tres días empecé rutas por montañas, siempre se lo agradeceré.
Empecé a inscribirme a carreras de trail. Cómo padecía pero a la vez me daba un placer enorme cuando llegaba a meta. Haciendo amistades y disfrutando con ellos en cada salida. Ya perdí la cuenta de todas las carreras y trail que llevo en mis pies. ¡Cuántos lugares espectaculares he visto gracias a ello!
Correr te exige siempre un poco más y yo sentía que podía dar más pero no sabía cómo. En una salida unos amigos me hablaron que ellos estaban en un club, Esteso Runners, y que me podía ir bien. Así un día conocí a Pedro Esteso. Desde el primer minuto te acogen y eres una compañera más. Un placer cuando entreno con ellos. Y tengo que aprovechar esta oportunidad para dar las gracias con mayúsculas a Pedro Esteso, como míster que es un profesional y eso lo vemos en cada reto que nos proponemos y como persona por su apoyo, su afectividad y su empatía hacia nosotros. ¡Gracias Pedro!
El reto más grande que he hecho ha sido la Transilicitana. Nadie creía que podría hacerla e incluso José David tenía su dudas.101 kilómetro en 18 horas. ¡Cuánto cariño y apoyo ese día, de mi familia, mis compañeros pero sobre todo de mi marido! Nuestro abrazo fue mi gran trofeo.
Llevaba muchos meses viendo como me salía rosácea en la cara. Odio los medicamentos y soy muy perezosa para ir al médico. Pero la cara se me puso tan mal que en febrero del 2020 fui a la dermatóloga. Dos tratamientos y nada, iba a peor, sobre todo en la nariz un grano que yo creía que era una verruga fue a peor. En Julio me hicieron una biopsia en ese "grano".
A los pocos días me llamaban que fuese a recoger los resultados. Ahí estaba con mi marido y la dermatóloga empezó hablar. Tenía un tumor, avanzaba muy deprisa y ya era muy grande pero no sabía cómo era de profundo. Tenían que hacerme la cirujia de Mohs. Y si quería que después me recostruyeran tenía que buscar otra clínica porque ahí no tenían cirujano plastico. Ella seguía hablando pero yo dejé de escucharla, veía mover sus labios pero no la oía.
El panico se apoderó de mí, me faltaba el oxígeno... nunca olvidaré aquel día de la mano de mi marido, nos dimos cuenta de que no somos nada, que estamos de paso, que en un segundo toda tu vida se derrumba. Le dije a Pedro Esteso que no sabía cuándo pero mi reto ahora será volver a entrenar con mis compañeros.
Dos intervenciones para quitarme todo el tumor. Estaba en shock, me sentía muerta en vida. Miraba a mi marido y los dos vivíamos el mismo dolor en aquel infierno pude entender por qué la vida le puso en mi camino.
El cirujano plástico, el doctor Betancourt, apareció como un ángel. Me transmitió paz, con su leve sonrisa me miró mi nariz y me dijo: "el injerto te va a quedar bien, confía en mí". Yo seguía en shock, apenas podía aguantar las lágrimas en mis ojos. La operación fue bien y ahora dependía de que el injerto no tuviera problemas.
Aquello días fueron durísimos, mental y físicamente. Todos mis esfuerzos tuvieron resultado positivo y mis heridas cicatrizaban bien, pero mentalmente caí en una depresión, el monstruo del pensamiento negativo, solo quería cerrar los ojos y que pasara el tiempo, nada ni nadie importaba. Todo era oscuro, no sentía nada.
Un día mi marido quería que leyera un artículo de una presentadora, Mónica Carrillo. Había padecido el mismo tumor y después de leerlo me dije "¿Y presenta el telediario?" Y algo reaccionó en mí levemente, si ella puede yo también podré. No fue fácil salir de la depresión, pero las personas que habían estado a mi alrededor dándome tanto sin saber me ayudaron muchísimo
Cuando estás en una profunda depresión, cualquier palabra, cualquier acción, por pequeña que sea... la recibes como destellos de luz en tu pensamiento y eso se convierte en energía positiva para ir teniendo fuerza, para querer vivir de nuevo, para querer disfrutar de la vida.
Empecé a ponerme mis deportivos, volví a emocionarme, era consciente que empezaba de nuevo pero con una nueva vida para hacerlo. Al poco tiempo, me diagnoticaron alopecia fibrosante, asimilar y afrontar todo es difícil, el tratamiento no ayudaba.
Quería entrenar pero me faltaban fuerzas y ganas, le pregunté a Pedro Esteso que qué hacía y él respondió: "¡Vente ya!". Bendito empujón, ¡cuántos sentimientos encontrados aquel día!
Por mi experiencia, cualquier deporte que integres a tu vida, en mi caso el correr, te devuelve estabilidad, mental y física. Es la mejor medicina que puedo tomar.
Nos has dejado sin palabras por tu fortaleza, energía y valentía. Muchísimas gracias por contarnos tu historia.
Te mandamos un abrazo enorme cargado de energía y cariño, ¡a por los próximos retos campeona!
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