Corredoras Anónimas: María Caballero

"Como corredores populares hay que apostar fuerte por nosotros, siempre con cabeza y sin dejar de mirar la realidad de frente, no es bueno compararnos con los demás, ni querer correr lo mismo que otros", reflexiona María.

María Caballero

Corredoras Anónimas: María Caballero
Corredoras Anónimas: María Caballero

El equipo de CORREDOR\ sigue trabajando con gran esfuerzo e ilusión para manteneros informados. Si quieres apoyar nuestro periodismo y disfrutar de las ventajas de hacerte prémium, suscríbete a nuestra web aquí (el primer mes es gratuito*).


Soy María Caballero, corredora popular desde febrero de 2011 y autora del blog "Más kilómetros, corredora popular", que nació el 25 de marzo de 2013 y que desde hace un par de años lo tengo bastante abandonado, tan solo alguna publicación esporádica, no por falta de ideas, sí por falta de tiempo para escribir. Podéis encontrarme en twitter, facebook y en instagram.

Para los que no me conocéis os voy a hablar un poco sobre mí, y sobre mis inicios. Todos tenemos una primera vez, todos hemos sido novatos, lentos, nos ha costado aguantar unos minutos o unos metros, hasta llegar a lo que somos más tarde como corredores. Cualquier persona que se decida a hacer deporte, merece todo el respeto, porque ello supone un gran cambio no solo a nivel físico, también mental.

En mi vida hay dos momentos que han sido fundamentales para formar a la corredora que soy hoy, la primera fue quedarme en paro en 2008, y la segunda meterme en el mundo de las redes sociales y engancharme a las carreras populares.

Al quedarme sin trabajo me sobraban muchas horas libres al día, hacía años que no las tenía y no sabía bien en qué ocuparlas. Esto lo he contado ya en mi blog. En esa época salía a andar, bastantes horas, algunos días, hasta cuatro, y eso era lo que creían en casa que iba a hacer también aquella tarde, a nadie le conté que trataba de comenzar a correr. Mi atuendo: camiseta de algodón gruesa (soy muy friolera), chándal, plumas y zapatillas deportivas (no específicas para correr). Calenté caminando un par de vueltas alrededor de las calles cercanas. Para tener una referencia de lo que iba a correr cada día, me situé en un punto próximo a mi casa. Me quité el plumas y me lo até a la cintura, puse el crono, ¡preparada, lista, allá voy! No sé si empecé muy rápido o lento, sinceramente no tengo ni idea, solo sé que aquello costaba mucho más de lo que había imaginado, me faltaba el aire, boqueaba, sudaba, el corazón me dolía de lo rápido que me latía, se me doblaban las piernas, se me nubló la vista… por un momento sentí el desmayo muy cerca. A pesar de esas malas sensaciones, iba feliz, ¡menudo carrerón me había pegado! Paré, el crono se había movido dos miserables minutos ¿Y la distancia? ¡Qué vergüenza! Aún veía el punto desde el que salí. ¡No había recorrido casi nada! ¡Menudo bajón me pegó!

Ya recuperada, me dio la risa floja, en mi primera vez los cinco minutos corriendo, cinco caminando, se habían reducido a menos de la mitad. No podía parar de reírme.

Testaruda sí que soy. Al día siguiente, vuelta a empezar. Mismo recorrido, pésimo resultado. La primera semana me dolía todo, ¿y de qué? Lo mío no se podía llamar correr.

La segunda semana fue incluso peor. Mejoró el tiempo y la mitad de mis vecinos salieron a andar a mi hora de “correr” y me daba vergüenza, sí, lo reconozco, ¡muchísima!, tanta que si me cruzaba con alguien conocido paraba o me cruzaba de acera como podía, es decir, renqueando, con una pierna arrastrada por el asfalto, dando miedo a los coches que me veían.

Me transformé en una cotilla de parques, me sentaba en un banco a mirar a todo corredor que atravesaba por allí, y me fijaba en su estilo, respiración, zapatillas, ropa… ¡Ni uno era como yo! Debía seguir escondida, ocultándole a la familia que corría.

En el Pinar de San José fue donde me solté un poco, entre tanta gente haciendo deporte pasaría más desapercibida, ¡qué ingenua! Un día vi que un corredor colgaba una botella de agua en un pino y se marchaba a correr, al rato bebía, la dejaba nuevamente y seguía corriendo. La idea era genial, no corría casi, pero pasaba una sed de muerte y cargar con algo me resultaba impensable, ¡si no podía ni conmigo! Colgué mi botella y me dispuse a realizar mi recorrido, ya aguantaba bastantes metros seguidos. Al volver a mi árbol descubrí a unos chavales llevándose mi agua, les grité, traté de alcanzarlos, ¡qué pardilla! A continuación se dedicaron a correr a mi alrededor burlándose: ¡qué fresquita el agua de la señorita!, ¡ay, que se me cae la botella abierta! Pero yo seguía corriendo, que quede claro.

Practicaba (que no entrenaba) con la cabeza agachada, mirando al suelo, sin querer ver la cara de ningún corredor con quien me cruzaba, si me saludaba alguien, me ponía aún más roja del bochorno que me entraba.

En otra ocasión, para correr más rápido, no me até el plumas, lo dejé en el lateral de un banco, bien doblado, pequeñito, para que no llamase mucho la atención. Iba y venía. Hasta que fui y al girar una señora se llevaba mi plumas, con el DNI, las llaves, el móvil… ¡ese día dejé de arrastrarme y comencé a correr en serio, con todas mis fuerzas y alcancé a la señora, recuperé mi plumas y descubrí que podía hacerlo mejor, solo necesitaba un objetivo!

Seguía sin localizar ni a un solo corredor como yo, ¡tan solo lo que creía expertos de ropa bonita y zapatillas llamativas!

Con el calorcito cambié mi disfraz, camiseta de algodón, sí, y de propaganda, podéis mirarme por encima del hombro, y pantalón pirata, mismas zapatillas y clara pinta de “no te juntes con esa que no es corredora”. Si no sabía si podría con eso para qué gastar dinero, ni me lo planteé. Tampoco me relacionaba con nadie corriendo, todos mis conocidos ya eran maratonianos o iban camino de serlo muy pronto, aún no estaba en las redes sociales, no tenía ni idea de que había que publicar foto tras cada tortuosa salida de entrenamiento.

Comprobar que avanzaba y que en pocos meses logré completar 5 kilómetros sin parar, me alegraba la vida, nunca tuve intención de participar en carreras, lo veía inalcanzable. Mi perdición llegó en el momento en el que empapelaron el barrio con carteles de la XXI Carrera Urbana de Carabanchel, me sorprendían por todas partes, escuchaba a corredores con los que me cruzaba comentar que participarían. No me llamaba tanto la atención la carrera en sí, más bien el anuncio. Una noche me senté delante del ordenador, leí el reglamento al completo y sin saber cómo, apareció ante mí una frase que no me dejó dormir: “la inscripción se ha realizado con éxito”. ¡De verdad, no era yo! ¿Cómo lo hice? Si apenas aguantaba 5, ¿cómo pretendía completar 10 k de una de las carreras más duras? Correr me confundió, me creció, debió ser eso, más tarde aprendí a llamarlo superación.

En lo único que invertí cuando ya tenía claro que iba a vivir mi primera carrera fue en unas zapatillas de correr, que poco tiempo después comprobé que al dependiente no le debí inspirar mucha confianza y me recomendó unas más malas que buenas, al menos fueron baratas. De la ropa ni me preocupé, aunque kilómetro tras kilómetro iba entendiendo eso de ropa ligera, transpirable, tejido técnico... Lo que importó es que pude con esos 10 k, con las cuestas, el calor, el estar a punto de que me sacasen de la carrera por ir la última y muy alejada del resto, supe del coche escoba, que es el terror de cualquier corredor y da un calor horrible en la espalda. De ese gran día no tengo ni una foto, ni un vídeo entrando en meta, si cierro lo ojos, soy capaz de recordar prácticamente todo, lo que hice, las personas con las que hablé, lo que iba sintiendo en cada kilómetro... esa primera carrera nunca se olvida, es emoción, ilusión, miedo, dolor, alegría, lágrimas... sentimientos contrarios que nos llevan a pensar que no merece la pena sufrir y al mismo tiempo tener unas intensas ganas de participar en otra incluso antes de terminar de correr esa en la que estamos.

En los siguientes años fui participando en algunas carreras, la mayoría recomendadas por mi hermano y por vecinos. Iba conociendo a otros corredores en algunas de ellas y muchos me comentaban que les buscase en Twitter, me abrí una cuenta en esa red social y supuso una gran evolución. Desde allí me resultó más sencillo enterarme de las carreras que se iban celebrando, comencé a tener contacto con bastante gente que seguramente sin esa red nunca hubiese conocido. Y el gran cambio se produjo cuando conocí a Cristina Mitre y sus mujeres que corren, primero, y poco más tarde a Pablo Carmenado y sus Drinkingrunners, todo esto en 2013. Sus quedadas resultaron una forma maravillosa de conocer a muchos de los corredores con los que en la actualidad sigo en contacto y con quienes he compartido muchas experiencias. Por ellos conocí lo que era el running solidario, y ya no solo hacíamos kilómetros y cruzábamos metas, también apoyábamos y colaborábamos con Unoentrecienmil o el Banco de Alimentos de Madrid. Supe lo que era el postureo, el gusto por atesorar fotos, que correr no era un deporte solitario y que a los corredores nos unen cosas que otra gente igual no comprende, como el sufrimiento que a veces es inevitable y que nos lleva a lograr lo que nos proponemos.

Con los Drinkinrunners
Con los Drinkingrunners

No tardé mucho en saltar de distancia. En abril de 2012 corrí mi primera media, la de Madrid, llegué tan asustada que casi no podía ni hablar, mientras la gente reía y bromeaba minutos antes de tomar la salida, a mí me costaba mantenerme quieta sin temblar. De nuevo miedo a lo desconocido, a no lograr terminarla. Me hubiese encantado llegar menos nerviosa para poder haberla disfrutado un poco más. Con los años me he desquitado, es la mejor de las distancias, no la cambio por ninguna, ya llevo 44 medias, muchas de la Comunidad de Madrid, y algunas de otras provincias. Mi idea es seguir sumando todas las que pueda.

 
En la MetLife
En la MetLife

 

Cuando te juntas con gente que corre maratones, tarde o temprano, te contagian el veneno de querer conocerlos. Con los Drinkingrunners corrí mi primer maratón, el de Madrid, y es la experiencia que más he agradecido como corredora, esos 42 k enganchan, los odias y los necesitas a un tiempo, hay que prepararlos a conciencia, con un plan específico, suficiente rodaje sobre las piernas para estar seguros de aguantarlos, con responsabilidad y compromiso personal, de otra forma es arriesgar nuestra salud. Sobre el maratón podría estar hablando una semana, es una excelente forma de conocernos, hasta que no corrí el primero no tenía ni idea de lo fuerte que era, de cómo iba a cambiar mi visión sobre las carreras, sobre la forma de entrenar. Muchas veces he renegado, incluso estuve sin correr ninguno un año entero, y en cuanto volví me di cuenta de lo que lo había echado de menos, es muy exigente y duro tanto prepararlo, como correrlo, y siempre hay una gran dosis de incertidumbre que hace que no sepamos cómo va a acabar cada uno de ellos. De lo que más orgullosa puedo estar es de haber corrido dos veces tres maratones en un mismo año, primero en 2014 y de nuevo en 2019. De momento llevo 12 maratones, mi idea era correr 15 y abandonar esta distancia para siempre, por mucho que me atraiga. Ahora con la pandemia del Covid19 no tengo ni idea de si podré correr alguno más o cuando todo se normalice y se puedan volver a celebrar ya se me habrán pasado las ganas o estaré tan desentrenada que no querré enfrentarme a otro.

En Valencia
En Valencia

Nunca he sido una corredora de grandes marcas, y sin embargo, he logrado llevarme varios trofeos ya, como verme subida a un podium era algo completamente inimaginable, fue realmente emocionante, lo mejor, es que casi todos los he logrado cumplidos los cincuenta años, por eso nunca hay que dejar de soñar, a veces logramos cosas insospechadas, y es la mejor de las motivaciones para seguir adelante.

Recogiendo un trofeo
Recogiendo un trofeo

Como corredores populares hay que apostar fuerte por nosotros, siempre con cabeza y sin dejar de mirar la realidad de frente, no es bueno compararnos con los demás, ni querer correr lo mismo que otros. Se puede ser tan bueno en distancias cortas como en ultras, a cada uno nos atrae una diferente, y no por eso somos más o menos como corredores.

Muchas gracias a la revista CORREDOR\ y a Elisa Pérez por darme la oportunidad de contaros un trocito de mi vida como deportista, y a todos vosotros por vuestro tiempo y leerme. Espero que muy pronto nos podamos volver a reencontrar en alguna carrera.

Gracias a ti María por relatarnos cada detalle de tus comienzos, con tus miedos y dificultades, estamos seguras de que muchas mujeres se sentirán reflejadas.

Y, por supuesto, te volveremos a ver en nuestras queridas carreras populares, cada día queda un poquito menos.


APÚNTATE AL CAMPEONATO DE RUNNING EN CINTA FITNESSDIGITAL

Archivado en:

Naiara en su último entreno en La Pedriza

Relacionado

Corredoras Anónimas: Naiara Cambas

Corredoras Anónimas: Paloma Anca

Relacionado

Corredoras Anónimas: Paloma Anca