La ciencia lo explica: correr a nivel élite en la infancia no es viable como sí puede ocurrir en la natación. Aunque algunos adolescentes han brillado en atletismo, como Jakob Ingebrigtsen o Mary Cain, la biología impide que una niña de 12 años compita al máximo nivel.
Yu Zidi tiene 12 años y ya nada como las mejores del mundo. La joven prodigio china ha deslumbrado al clasificarse para el Mundial de Natación, y no solo eso, sino que ha rozado el podio en los 200 metros estilos. Muchos se preguntan si podríamos ver algo parecido en el atletismo: una niña o un niño capaz de competir con adultos en una final internacional. La respuesta es clara: no, al menos no antes de la pubertad, y la razón no es solo social o deportiva, sino fisiológica.
En este artículo exploramos por qué el atletismo no permite fenómenos como el de Yu Zidi, y repasamos los casos más llamativos de niños prodigio en la pista: de Jakob Ingebrigtsen a Zola Budd. ¿Qué diferencia a estos talentos del caso de la nadadora? La ciencia tiene mucho que decir.
La diferencia clave: desarrollo fisiológico y exigencias del atletismo
El cuerpo de una niña de 12 años no está preparado para correr como una adulta
A diferencia de la natación, que permite destacar muy joven por factores como la flotabilidad, la técnica y un entorno sin impacto, el atletismo exige un desarrollo muscular, hormonal y óseo más avanzado. Una niña preadolescente aún no ha completado los cambios que permiten sostener los niveles de fuerza, velocidad o resistencia necesarios para competir a nivel élite.
Factores como la testosterona, la masa muscular y la densidad ósea tienen un papel crucial en el rendimiento atlético. Sin ellos, es inviable correr como una adulta. Además, el impacto repetido sobre las articulaciones y el aparato locomotor puede suponer un riesgo si se fuerza antes de tiempo.
Niños prodigio del atletismo: casos reales, pero distintos
Jakob Ingebrigtsen, Mary Cain, Zola Budd… ¿precoces o simplemente bien entrenados?
Jakob Ingebrigtsen fue campeón de Europa absoluto con 17 años, pero ya había pasado por años de desarrollo estructurado, progresivo y controlado, con un cuerpo masculino en plena adolescencia avanzada. Con Mary Cain ocurrió algo similar en la pubertad, cuando deslumbró en los 1500 metros a los entre los 16 y 17 años, pero después sufrió graves consecuencias físicas por un modelo de entrenamiento inadecuado a su desarrollo hormonal.
El caso de Zola Budd, en los años 80, también muestra que se puede correr muy rápido siendo joven, pero nunca antes de los 14 o 15 años y siempre tras haber iniciado la pubertad. Ninguno de estos casos de atletas, ni siquiera Jakob, compitió al máximo nivel con 12 años, como ha hecho Yu Zidi. No es casualidad. Es biología y fisiología.
La resistencia al impacto, la tracción del suelo, el reclutamiento de fibras musculares rápidas o la eficiencia de zancada son aspectos imposibles de dominar sin un desarrollo madurativo avanzado. Incluso en pruebas de fondo, donde la resistencia pesa más, el cuerpo aún no está preparado para sostener cargas propias de entrenamientos competitivos.
Casos así no se ven en atletismo… y no es casualidad
La literatura científica en medicina deportiva y fisiología infantil es clara: los entrenamientos intensivos en edades precoces aumentan el riesgo de lesiones óseas, trastornos hormonales y fatiga crónica, especialmente en deportes de impacto como el atletismo. A esto se suma que el rendimiento se dispara solo cuando las capacidades físicas alcanzan cierto umbral madurativo.
Por eso, aunque algunos adolescentes se acercan a la élite antes de los 18, lo hacen con un cuerpo ya próximo al adulto. Lo de Yu Zidi es excepcional en natación, pero simplemente no puede trasladarse al tartán.
Prodigios sí, pero en su momento
El atletismo ha conocido a muchos niños prodigio, pero nunca antes de la adolescencia media o tardía. Y cuando lo ha hecho, los riesgos han sido evidentes. La historia de Yu Zidi es fascinante y plantea preguntas éticas y fisiológicas, pero también recuerda que cada deporte tiene su ritmo. En atletismo, correr demasiado pronto no solo es ineficaz. Puede ser peligroso.