Zola Budd, Mary Decker y la carrera que lo cambió todo

La final de los 3000 metros de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 es uno de los momentos más importantes de la historia del atletismo femenino.

Imagen de la portada del documental 'The Fall', que habla sobre la caída entre Mary Decker y Zola Budd. IMDB.
Imagen de la portada del documental 'The Fall', que habla sobre la caída entre Mary Decker y Zola Budd. IMDB.

El 10 de agosto de 1984, sobre el tartán del Memorial Coliseum de Los Ángeles, se produjo uno de los momentos más determinantes de la historia del atletismo. El mediofondo, desde mediados del siglo XX, cuenta con hitos puntuales que han marcado su evolución a lo largo de los años: la irrupción de Herb Elliot en Roma 1960, el doblete de Peter Snell en Tokio 1964, Tatiana Kazankina rompiendo la barrera de los 4 minutos o los 1.500 metros que se disputaron en Niza en 1985 con Steve Cram bajando de 3:30 por primera vez en la historia son algunos de ellos. Y ahí, en esa lista, está la final de los 3.000 metros de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. 

¿Mediofondo? ¿3.000 metros? Sí. Las mujeres que protagonizan esta historia son mediofondistas y así deben ser tratadas, pues hay que tener en cuenta que no fue hasta Atlanta 1996 cuando las carreras sin obstáculos en pista se equipararon, permitiendo a las fondistas y mediofondistas definir correctamente sus espacios en la competición. Por eso, en aquel 1984, toda mujer con opciones reales de triunfar en una prueba como los 3.000 metros lisos era considerada mediofondista, y así lo reflejan las marcas personales y las prestaciones de las protagonistas de este artículo en pruebas como los 1.500 o los 800 metros.

Mary Decker, la niña bonita del público estadounidense, era la máxima favorita a llevarse la victoria en los 3.000 metros

Estados Unidos recibía unos Juegos Olímpicos después de 52 años (los anteriores se habían celebrado también en la ciudad californiana en 1932) y lo hacía con la esperanza de ver nacer a grandes estrellas como Carl Lewis o consagrarse a otras como Greg Louganis o Mary Decker. Esta última, la niña bonita del público estadounidense, era la máxima favorita a llevarse la victoria en los 3.000 metros. En aquel momento, acreditaba unas mejores marcas de 3:57.12 en 1.500 metros y 8:29.71 en 3.000, sexta y cuarta de la historia respectivamente, solo superada por las atletas soviéticas que en aquel 1984 estaban sufriendo el boicot de su país a los Juegos Olímpicos.

Ejemplar de la revista Sports Illustrated en 1982 con Mary Decker en portada.
Ejemplar de la revista Sports Illustrated en 1982 con Mary Decker en portada.

El boicot estadounidense a los Juegos de Moscú en 1980 había impedido que Mary Decker, de 22 años en ese momento, participase en sus primeros Juegos Olímpicos. El mediofondo femenino en aquella cita solo constaba de dos pruebas, los 800 y los 1500 metros, y fue un recital soviético en ambas pruebas. Cinco de las seis medallas en juego fueron para atletas de la URSS, con Kazankina y Olizarenko como campeonas y solo concediendo la medalla de plata en los 1500 a la alemana del este Christiane Wartenberg. Desde casa y atesorando marcas que le hubieran permitido pelear por las medallas en el 'milqui' vio esos Juegos Mary Decker, que sabía que su momento debía llegar cuatro años después.

UNA PREVIA OLÍMPICA SIN DERROTAS

A Los Ángeles llegaba Decker después de un 1983 impoluto, en el que ganó todo lo que corrió, incluyendo el doblete 1500-3000 en el primer Campeonato del Mundo de la historia, celebrado en Helsinki. 1984 no fue muy diferente, con una única derrota en los 1500 metros de los trials olímpicos estadounidenses por detrás de Ruth Wysocki. En la cita olímpica Decker pudo haber doblado prueba, como en Helsinki, pero decidió apostar todo a los 3000 metros, distancia en la que no había perdido una carrera en toda su trayectoria deportiva. La realidad decía que no tendría rival y que, salvo catástrofe, el oro colgaría de su cuello en la tarde del 10 de agosto.

Pero las semifinales anunciaron que Decker no iba a estar sola en el tartán olímpico. La estadounidense corrió la primera serie, ganándola con récord olímpico de 8:44.38 (era la primera vez que se disputaba la prueba). Plusmarca que duró apenas 20 minutos, pues en la tercera serie la rumana Maricica Puică, campeona del mundo de cross en febrero de aquel mismo año, volvió a rebajarlo hasta 8:43.32. En esa misma carrera corría una menuda atleta de 18 años, nacida en Sudáfrica y con pasaporte británico (lo que le permitió acudir a aquellos Juegos en los que su país natal no participó por el boicot debido al apartheid). Se llamaba Zola Budd y fijaba todas las miradas por su fantástico y precoz talento y por sus pies desnudos. Es la otra gran protagonista de esta historia.

Zola Budd fue una de las atletas que corrió descalza durante toda su carrera deportiva.
Zola Budd fue una de las atletas que corrió descalza durante toda su carrera deportiva.

Cuando uno visiona el vídeo de los mejores momentos de la final que hay colgado en YouTube nota algo distinto en él. Quizá sea el matiz de las imágenes, la pausa de las mismas, el tono del narrador. Ese no-sé-qué tan difícil de explicar. Desde el principio Decker quiso demostrar sus fortalezas, tirando desde la salida y pasando el primer kilómetro en 2:50, pero también sus debilidades: no se sentía a gusto en carreras con mucha densidad de atletas y los inevitables contactos que se producen. Tras ella, organizadas en función de su protagonismo, Zola Budd, Maricica Puică y la británica Wendy Sly. 

1600 metros y Decker sigue en cabeza, pero los pies descalzos de Budd piden más. Se empareja en la curva, sobrepasa a la estadounidense al entrar en la recta. Un pequeño contacto. Otro, este definitivo. Un "oh" largo y profundo desde la grada y después el silencio.

Es ese silencio tras la caída, quizá la más dura en la historia del deporte estadounidense, lo que más llama la atención del vídeo del que hablábamos antes. El público dejó de seguir la carrera, sus ojos se quedan fijos en la recta de meta, donde 'Little Mary', la niña que había saltado a la fama a los 14 años y que estaba predestinada a convertirse en eterna aquella tarde de verano, se retorcía de dolor. Más emocional que físico. Porque aquello, tan repentino y dramático, estaba cambiando su vida para siempre.

El resumen de los mejores momentos de aquella histórica final.

La carrera sigue, con Budd corriendo cada vez más rápido, quizá no en busca del título olímpico, sino tratando de escapar de un estadio que vuelca su ira hacia ella. A sus 18 años está viviendo una experiencia traumática que se acrecenta tras cada paso por la recta de meta, donde Decker sigue tumbada, atendida por los sanitarios que no consiguen que se incorpore hasta que llega su pareja, futuro marido, el lanzador de disco británico Richard Slaney.

Es curioso cómo este texto, como la retransmisión en televisión, busca centrarse en la prueba, en la que se está jugando un título olímpico, pero Decker y su sufrimiento son como un imán para el espectador. Ya sea en 1984 y en 2023.

Budd afirmó tiempo después que se arrepentía de haber corrido en Los Ángeles.

La carrera se jugará entre tres atletas: Budd, Puică y Sly. La británica más joven colapsa a falta de 500 metros y queda relegada a la séptima posición. Puică, demoledora a falta de 250 metros, se encamina hacia una victoria que con Decker corriendo sobre el tartán hubiera vendido muy cara y que sella con 8:35.98 y récord olímpico. Sly segunda. Lynn Williams, canadiense, es tercera. Sobre Budd cayó una apelación del equipo estadounidense, que durante un periodo de tiempo prosperó y provocó la descalificación de la británica. Finalmente no se consumó.

Las carreras deportivas de todas las protagonistas tuvieron un punto de inflexión aquel día. Puică, a sus 34 años, logró el bronce en los 1500 metros solo un día después. Budd, que afirmó pasado el tiempo que se arrepentía de haber corrido en Los Ángeles (podría no haberlo hecho pero buscó su participación gracias a su pasaporte británico), nunca pudo volver a pelear por una medalla a nivel global, pese a firmar marcas de relumbrón en 1985 y 1986. Decker, recuperada en 1985 y logrando registros como los 8:25.83 que siguen siendo récord de Norteamérica, nunca llegó a pisar un podium en los Juegos, siendo octava y décima en los 1500 y 3000 de Seúl 1988. Sus ansias de gloria olímpica le llevaron a dar positivo por testosterona en 1996, con 38 años y cuando se había clasificado para los Juegos de Atlanta en 5000 metros. Alegó, le concedieron el recurso, compitió y después fue sancionada. Entonces entrenaba con Alberto Salazar y esa es otra historia sobre el auge y caída de un mito del deporte estadoundiense.

Una imagen de la final de los 3000 metros en 1984 antes de que se produjese la caída. SKY SPORTS.
Una imagen de la final de los 3000 metros en 1984 antes de que se produjese la caída. SKY SPORTS.

 

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