Para esta nueva aventura turístico-deportiva escogí Múnich, capital del estado federal de Baviera, tercera ciudad más poblada de Alemania y una de las ciudades con mejor nivel de vida del mundo según diferentes estudios. Se encuentra a unos 100 kilómetros al norte de los Alpes bávaros y muchos la conoceréis, entre otros motivos, por haber sido sede de los Juegos Olímpicos de 1972.
Pero vamos con lo que os interesa: la carrera. Generali Munich Marathon se suele celebrar a principios de otoño (13 de octubre de 2024 será la próxima edición) y aunque no goza de mucha repercusión internacional ni participación de élite, en 2023 contó con casi 4000 finishers en los 42,195 kilómetros y unos 16000 incluyendo todas las distancias que se disputan. El recorrido es muy atractivo y relativamente rápido teniendo en cuenta que no cuenta con grandes desniveles. El pistoletazo de salida tiene lugar a las 9:00 en el tartán del Estadio Olímpico, donde también se alcanza la meta y precisamente este para mí es uno de los grandes atractivos. El Olympiastadion es mítico por su vanguardista diseño y su característica cubierta en forma lona acristalada, así como por haber albergado infinidad de eventos deportivos: Juegos Olímpicos, Mundial de fútbol, Campeonato de Europa de Atletismo (el último disputado hasta la fecha)…
Como comentábamos, al margen de los 42.195 metros también se disputan otras distancias: medio maratón, 10K, maratón por relevos de 4 personas y pruebas infantiles. El medio maratón, que fue mi elección, es la única que no comienza en el estadio, sino que parte del parque Englischer Garten y completa la segunda mitad exacta del maratón. Dado que la salida del 21K estaba programada a las 12:30, hora algo tardía para lo que estamos acostumbrados, aprovechamos para ir caminando con calma hasta el parque. Aprovechamos para pasear, ver a los surfistas en la famosa ola del río Eisbach y animar el paso de los participantes de la maratón.
La primera parte del recorrido del medio maratón discurre por tranquilas calles residenciales sin apenas animación, aunque se hacen muy llevaderas. Después de superar un tramo de avenidas más anchas de los alrededores y ya sobre el ecuador de la prueba, comenzaremos a sentir el lejano bullicio del público que nos alerta de que nos acercamos al centro de la ciudad. El punto culminante es el paso por la imponente Marienplatz, en la que se encuentra el Ayuntamiento y verdadero centro neurálgico de la Múnich. Acto seguido pasamos Odeonsplatz y el Siegestor, un arco del triunfo inspirado en el de Constantino en Roma.
Poco a poco salimos del centro y volvemos a calles más residenciales y silenciosas pero queda el plato fuerte: la zona olímpica (Olympia Park). La inconfundible silueta de la torre de comunicaciones nos hace recuperar las emociones, vuelven los gritos de ánimo y ese pequeño plus de energía en las piernas que no sabíamos que teníamos guardado. La entrada al estadio por la puerta de maratón y los últimos metros en el tartán son el mejor broche y una oportunidad única de correr sobre los auténticos pasos de un campeón olímpico, Frank Shorter (muchos consideran su victoria en los Juegos como el germen del movimiento runner en Estados Unidos). Ya solo nos quedaba recoger la medalla que emula las tradicionales galletas de jengibre del Oktoberfest y disfrutar sobre el césped de nuestro merecido avituallamento. Avituallamiento que como no podía ser de otra manera en Múnich, incluye una apetecible cerveza... sin alcohol, eso sí.