Ya había estado anteriormente en Tokio. Fue en los Juegos Olimpicos celebrados en 2021, en plena pandemia, así que os podéis imaginar que mi experiencia no fue precisamente maravillosa. Un estadio prácticamente vacío, restricciones permanentes, test de COVID-19 diario, movilidad limitada en una ciudad plagada de posibilidades... En fin, un viaje de luces y sombras, con destellos de felicidad pero con un sabor algo amargo al regresar a casa.
El Mundial de atletismo de Tokio 2025 nos regaló una experiencia radicalmente diferente, en una ciudad encantadora y asombrosa plagada de personas amables, sonrientes y educadas. Es obvio que el Mundial de atletismo dejó una huella profunda en mi interior, pero reconozco que lo que más me gustó del viaje fue la "excursión" que realizamos un grupo de periodistas para ver sumo, gracias a World Athletics y las autoridades locales. Jamás olvidaré el fascinante ambiente del Ryōgoku Kokugikan, la ceremonia previa a cada combate, la expectación que se generó antes de la aparición de los dos mejores luchadores del mundo (los yokozunas Hoshoryu y Onosato) y el sabor añejo de un espectáculo que me mantuvo boquiabierto durante cuatro horas. Pero bueno, no voy a enrollarme más contándoos mis batallitas. Lo que voy a intentar explicaros es en qué consiste el sumo, para tratar de despertar vuestra curiosidad hacia el deporte que me tiene atrapado.
El mundo del sumo: torneos, reglas y cómo viven los protagonistas
El sumo, considerado deporte nacional de Japón, no es solo un espectáculo físico, sino también una tradición cargada de rituales y jerarquías. Quien se adentra en este universo descubre un estilo de vida único, regido por la disciplina y la pertenencia a una comunidad muy estricta.
Los torneos oficiales
A lo largo del año se celebran seis grandes competiciones, conocidas como basho, que tienen lugar en los meses impares. Tokio acoge la mitad de estos torneos, mientras que Osaka, Nagoya y Fukuoka se reparten los restantes.
En la élite del sumo apenas compiten 66 luchadores, distribuidos en las dos divisiones superiores. Por debajo se encuentran los aspirantes, que deben someterse a una vida de aprendizaje y obediencia dentro de su gimnasio o heya.
¿Cuáles son las reglas?
El reglamento del sumo resulta tan simple como implacable. No existen categorías por peso: todos los luchadores se enfrentan bajo una misma clasificación denominada banzuke. El objetivo es empujar al adversario fuera del círculo de arena (dohyo) o forzarlo a tocar el suelo con cualquier parte del cuerpo, excepto las plantas de los pies.
Ciertas acciones están prohibidas, como tirar del cabello, golpear con el puño cerrado o atacar los ojos. Cada torneo funciona como un examen: un balance positivo de victorias permite ascender en el banzuke, mientras que las derrotas arrastran al luchador hacia posiciones inferiores.
El inicio del combate está marcado por un gesto ritual: ambos contendientes deben posar sus manos en el suelo. Si uno se adelanta, comete una salida en falso (matta), castigada con multa. En los casos dudosos, cuando los dos caen a la vez, el árbitro principal toma la decisión, pero esta puede ser revisada por los jueces a través del procedimiento conocido como mono-ii, que incluso puede dar lugar a repetir el enfrentamiento.
Sacrificio y disciplina
Fuera del dohyo, la vida del luchador está organizada en torno a la heya. Allí impera una jerarquía estricta. Los novatos se levantan al amanecer, entrenan y asumen tareas domésticas, como limpiar y preparar los alimentos. La comida principal del día es el chanko-nabe, un guiso contundente que proporciona la energía necesaria para soportar las duras sesiones de práctica.
Los luchadores de mayor rango, llamados sekitori, gozan de ciertos privilegios: se levantan más tarde, entrenan en sesiones de varias horas y son servidos a la mesa antes que los demás. Tras la comida, la siesta contribuye a la ganancia de peso característica del sumo. La jornada se completa con un entrenamiento vespertino más técnico y una cena ligera.
Por la noche, los casados suelen regresar con sus familias, mientras que los solteros permanecen en las instalaciones del gimnasio, muchas veces en dormitorios compartidos. La vida social es limitada: pasear, ir al cine o visitar algún bar son algunas de las pocas actividades de ocio.
Los extranjeros que llegan a Japón para dedicarse al sumo reciben clases de idioma y cultura, ya que adaptarse a este entorno rígido no siempre resulta sencillo. El papel del oyakata (antiguo luchador convertido en maestro) y su esposa es fundamental para asegurar la integración de estos deportistas en una vida que, aunque austera, es esencial para el mantenimiento de la tradición del sumo.
Mi amigo Fernando Miñana ha escrito un artículo precioso sobre nuestra experiencia disfrutando del sumo. Lo podéis leer AQUÍ.
