Carta abierta de Tariku Novales a Ángel y Carlos Basas

"No hay consuelo que calme ni tiempo que alivie. Sólo la esperanza de poder honrar su trabajo, su confianza y su amistad haciendo lo posible por cumplir con sus deseos de verme triunfar".

Tariku Novales

Ángel Basas y Tariku Novales después del éxito de este último en el Maratón de Valencia.
Ángel Basas y Tariku Novales después del éxito de este último en el Maratón de Valencia.
  • “Recuerdos de Charlie. Se lo ha pasado genial en el Mundial. Ahora estamos camino a Nueva Zelanda.” 
  • “¡Disfrutad de la experiencia familia! Y a volver con las pilas cargadas. ¡Un abrazo a los dos!”

Estas fueron los últimos mensajes que compartimos Ángel y yo tras su rutinario chequeo de que mi lesión estaba quedando atrás y, por enésima vez, estábamos poniendo las primeras piedras de un camino con objetivos y sueños por cumplir. No me gustaría redundar demasiado en lo maravilloso y especial que fue Ángel para tantísimos, ni considerarme abanderado de ellos y hacer de mis palabras altavoz de las suyas propias. Aunque el hilo conductor sea muy parecido en todos, Ángel era único en y con cada uno. Se adaptaba a los atletas, sus lesiones, sus circunstancias y necesidades de tal forma que terminaba convirtiéndose en un pilar fundamental en la consecución de cualquier objetivo deportivo. 

Pero para mí, Ángel trascendía más allá de nuestra relación profesional: éramos amigos. El aprecio mutuo, la admiración por el trabajo y los logros del otro, el sufrir los momentos más amargos de cada uno y, sobre todo, el demostrárnoslo continuamente, hacían de nuestra relación una amistad preciosa. 

Su inagotable energía, su adicción por el trabajo bien hecho, su continua sed de aventuras y descubrimiento de nuevos mundos en sus innumerables viajes reflejados en el gran mapamundi de la sala de fisioterapia le hacían ser alguien muy diferente, envidiablemente diferente. Por ello le admiraba incluso más. 

Como “de tal palo, tal astilla”: Charlie.

Un angustioso nudo en la garganta y una gran presión en el pecho me invaden al escribir su nombre. El gran Charlie. La fotocopia de su padre en tantas cosas que resultaba increíble y maravilloso a la vez. Más allá de los evidentes parecidos en lo físico, Charlie había heredado, al menos, el mismo talento que su padre para la fisioterapia. 

Las mismas manos, la misma presión, las mismas técnicas y gestos y, por encima de todo, la misma vitalidad y energía contagiosos.

Vacío en mi interior, vacío en mi aceptación de lo ocurrido y vacío en lo que el destino me depare a partir del día de mañana, pues no atisbo a ver un futuro lógico, comprensible y justo en el que confiar. 

Desde el primer día que le conocí haciendo prácticas con nosotros encajamos como si llevásemos años siendo amigos. Eso tenía Charlie, ese algo especial que tan agradable resultaba. Esa pureza, esa calma y esa sencillez… Era como su padre, un distinto, envidiablemente distinto y, por ello, yo lo admiraba incluso más. 

Vacío. Vacío en mi interior, vacío en mi aceptación de lo ocurrido y vacío en lo que el destino me depare a partir del día de mañana, pues no atisbo a ver un futuro lógico, comprensible y justo en el que confiar. 

“Así es la vida”, “estas cosas también pasan” o “no somos nada” son  frases que he ido escuchando a lo largo del día de hoy y, por cierta verdad que pudieran albergar, me horripilan. Ángel y Charlie SÍ eran algo. Eran mucho y, sobre todo, representaban mucho tanto en sus propias vidas como en las ajenas que les orbitaban y siguen orbitando su recuerdo. 

No hay consuelo que calme ni tiempo que alivie. Sólo la esperanza de poder honrar su trabajo, su confianza y su amistad haciendo lo posible por cumplir con sus deseos de verme triunfar. 

En lo personal y en lo deportivo, siempre conmigo.

Vuestro amigo, Tariku Novales Quinteiro.

Un detalle del mapa que luce en los servicios de fisioterapia de atletismo en el CAR de Madrid, donde trabajaba Ángel Basas.

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