Opinión

De un retorno a la Intercampus diez años (que no ediciones) después

Un trote ligero en la encantadora carrera de la comunidad universitaria.

Juanfran de la Cruz

7 minutos

Así fue la salida de la Carrera Intercampus 2024 / Foto: Miguel Ángel Ros

Leganés, 10 de marzo de 2024. Han pasado diez años desde la última vez. Una década. Vamos, que el que esto escribe es diez años más viejo y el mero hecho de plasmarlo por escrito le hace cobrar conciencia del bocado que le ha pegado a la vida. Hace diez años, sí, servidor disfrutó de su última experiencia pedestrista en la Intercampus, en la que era la edición XVI de la carrera de inspiración universitaria que conecta los campus de Leganés y Getafe, otrora en el sentido que correspondiera cada curso y desde hace unos años con esa dirección única. En aquella última participación el recorrido también iba desde Leganés a Getafe, pero de si se sufrió más o menos no queda constancia en los archivos de una memoria demasiado selectiva que, no obstante, sí guardaba con especial cariño la atmósfera especial de la preciosa llegada, esa pequeña recta empedrada de un par de cientos de metros con mucho encanto, ante el edificio del rectorado. Una llegada con muchísima personalidad. Como la que tenía lugar, cuando tocaba, en Leganés. Una de sus señas de identidad. Entre aquel dorsal 623 de entonces al 2010 de este domingo de 2024, la motivación experimental de un redescubrimiento tanto de su ambiente, como sobre todo de sus entornos. Con la maestría de Mercedes Sosa cantando una y otra vez su ‘Todo cambia’ en nuestro reproductor, diez años más de andadura vital en una prueba que, si se caracteriza por algo, es por la juventud que convoca. A ojímetro puro y duro, por una mera cuestión de público objetivo, las franjas de edad involucran y convocan a chicas y chicos más jóvenes. La Universidad también trata de dinamizar la actividad a través de los institutos de la zona. Ergo, más juventud. En los ojos de la Intercampus, que disculpe Víctor Hugo, arden más llamas que lucen brillan. Pero diez años después me encuentro alguna que otra cara conocida, cara que ya era mayor cuando yo era pequeño. Me agrada verlo en la brecha. Las mismas piernas, pero otra mirada. La Intercampus ha sido un testigo privilegiado de la evolución urbanística de este rincón del alfoz madrileño al mismo tiempo que, por el momento de su génesis, es atinado pensar en una de las pioneras de la ‘nueva ola’, el desarrollo del fenómeno de las carreras populares contemporáneo. Y realmente sin pretenderlo, porque si alguna motivación tenía detrás su puesta en marcha era la de la conmemoración y la del reconocimiento. Nos lo recordaba días atrás Teresa Núñez, actual Directora del Servicio de Deporte, Actividades y Participación: “Joaquín Ballesteros y yo nos incorporamos a la Universidad en 1990, durante su segundo año de vida, y juntos comenzamos a edificar la estructura del servicio de deportes. Desde el principio la institución tuvo muy clara la idoneidad del deporte para la mejora de la calidad de vida de los campus, de sus estudiantes, de su profesorado y de su personal. Con motivo del décimo aniversario de la Universidad, entre los diversos actos que se pensaron para la efeméride, a Joaquín se le ocurrió poner en marcha una carrera popular que uniera los campus de Leganés y Getafe y que sirviera para poner en valor esa integración y ese intercambio de la universidad con su entorno. Y su idea gustó”.

La prueba bien podría servir de hilo argumental para una tesis doctoral. Una en la que se den la mano las Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, la Arquitectura y el Urbanismo, la Sociología, por qué no también un tipo de Turismo, por supuesto el Marketing y la Identidad Corporativa y, si permiten la licencia, también la Economía, por eso de la moderación en el gasto, la contención en los excesos y el ahorro de energías presentes para una mejor gestión de las fatigas futuras. El deporte como escuela para la vida, ya saben. Su escenografía no es la más atractiva en cuanto a la hermosura de sus paisajes o la monumentalidad de su entorno, con un largo periplo de perfil favorable por una avenida leganense, dos largas rectas por el corazón de un polígono industrial que separa los términos municipales de las indisolublemente unidas Leganés y Getafe y una remontada, por ascendente, en un desarrollo urbanístico que es vecino de un centro comercial y una autovía.

La Intercampus es una carrera coherente, abierta a la comunidad universitaria y a las poblaciones que la acogen, pero sin pretensión, necesidad o por qué no usar también este sustantivo en un mundo que se relame con las ganancias económicas y la especulación, ansia de crecer.

Desde la retina de una participación en la Intercampus diez años después, la integración de los linderos poblaciones es prácticamente absoluta y simbiótica, las actuaciones constructivas (que bien estaban en marcha entonces, bien estaban comenzado a acoger nuevos proyectos de vida) son barrios mucho más consolidados donde niños, muchos de ellos menores de diez años, aplauden y animan al paso de los corredores. El ambiente ha crecido en estos diez años. Afloran recuerdos desangelados que ahora quedan actualizados con los aplausos en la zona dura de la avenida de la Paz. Llama la atención a nuestro paso cómo han cambiado las estéticas de los edificios más antiguos en algunos puntos, cómo han cambiado los negocios de más de un local y, yendo de la mano de la anterior, también los logotipos, las motivaciones y hasta ‘la menor proximidad’ de muchos de esos emprendimientos. Aquellas calles que nos vieron madurar corricolarimente. Y por cambiar, claro, también los parques móviles de las urbes: modernos modelos de vehículos aparcados, o circulando con máxima precaución y la supervisión policial cerca de una carrera pedestre que “les está robando” por unas horas su hábitat natural de asfalto en poblado. Alguno que otro queda con diez años, sí, pero también hay varias marcas nuevas, entre evoluciones premium de otras preexistentes y las que han iniciado, que también, su presencia en el mercado. Y al respecto de los agentes que nos custodian, jóvenes que parecen frisar la treintena o un poco más, seguramente hace diez años no estaban en condiciones de prestar este servicio. Todo cambia. Volvemos a Mercedes Sosa y sus certezas. Hasta la marca de las zapatillas que corrieron esa última Intercampus, diez años atrás, ha dejado de existir para el atletismo, centrada en otro deporte.

Juanfran de la Cruz (dorsal 2010) saboreando los instantes posteriores a su llegada a meta.

Todo cambia. O casi todo. La avenida de la Paz, ascendente entre toboganes, es esa gran dificultad orográfica de siempre tiene todo trazado. Una recta en falso llano jalonada por varias rotondas que vista con perspectiva siempre nos aporta dificultad orográfica a superar. Es hermoso ver la dinámica corredora gestionando el trance con destino al puente de calle Terradas, ese que salva a la autovía de Toledo y comunica El Bercial con el Paseo de la Estación y la parte final de la carrera, ya en las cercanías de Campus de Getafe. La zona con más ambiente.

La Universidad Carlos III tiene casi siete lustros de vida, cuenta con una población estudiantil que supera los 24.500 alumnos y algunos de sus grados están entre los mejor considerados de Europa. Ha crecido mucho la institución, sí. También lo ha hecho la carrera. Pero con matices. Es una prueba popular asentada en el calendario, pero sin carta blanca para la masificación desorbitada. En aquel 1999 pionero correrían unas 400 0 500 personas. En la Intercampus actual el límite de participantes está en 2000. Y este límite, autoimpuesto, se remonta ya a sus primeros tiempos, cuando el boca a boca y el apoyo de los consistorios implicados le insuflaron un mayor reconocimiento que convocó a los colectivos corredores de Leganés y Getafe y, después, de otras poblaciones madrileñas. La Intercampus es una carrera coherente, abierta a la comunidad universitaria y a las poblaciones que la acogen, pero sin pretensión, necesidad o por qué no usar también este sustantivo en un mundo que se relame con las ganancias económicas y la especulación, ansia de crecer. De todo el pelotón que corre este 10 de marzo de 2024, unas 800 personas tienen vinculación con la universidad, ya sea como estudiantes, como profesores, como personal laboral o, incluso, que también, como exalumnos. Sin entrar en cifras, salta a la vista que la presencia femenina es tan importante como también la pátina de internacionalidad. “What an amazing experience”.

“Nosotros no somos organizadores de carreras, ni tampoco queremos serlo. Pero ésta es nuestra carrera, la sacamos adelante con mucho cariño y con la idea de que sea la carrera de la comunidad universitaria”, añadía Núñez en esa conversación. La Intercampus sigue siendo la carrera de la Carlos III. Cierto que con la colaboración externa de empresas especializadas en cuestiones logísticas propias del correr; y, también, con el apoyo de algunos patrocinadores privados, como este año Hyundai Motor Company a través de un concesionario en la zona. Pero la prueba sigue siendo impulsada desde la propia Universidad como desde el primer día. La comunidad universitaria la siente suya (y hoy en día también los ayuntamientos implicados) y, además del alto porcentaje de estudiantes o personal participante, son muchísimos los voluntarios que colaboran en su desarrollo. Y como el primer día, la prueba es un vehículo para la captación de ayudas y fondos para causas solidarias. Cuestiones que hacen diferente esta carrera y que están en su ADN. Aquí, desde luego, el paso del tiempo no ha dejado su huella.

En 2024 las victorias en la prueba sobre los 10 kilómetros correspondieron al dorsal 899, en hombres, con un tiempo de 31:47; y el dorsal 1515, en féminas, con 35:38. Y de nuevo, otra edición más, la amenaza de un diluvio inminente se quedó en nada. Durante toda la madrugada anterior había llovido con intensidad. “Algún año ha chispeado ligeramente, pero hasta ahora no hemos tenido ninguna edición bajo la lluvia. Hubiera sido el primer año que nos hubiera llovido y esto de cara a las pruebas con los niños o incluso la participación se hubiera notado”, concluye Núñez. Y al final sí damos con algo que, siendo incontrolable, y con permiso de esos dos años que la carrera no se puedo celebrar por la pandemia y todas las incertidumbres que generó, 2020 y 2021, hasta ahora se mantiene inmutable.

La magia de correr en una de las pruebas más coherentes de este país / Foto: Miguel Ángel Ros

 

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