Hay un garaje en Valencia

Un lugar único y desconocido donde los mejores maratonianos del mundo se citan cada mes de diciembre.

En este garaje de la Ciudad de las Artes y las Ciencias se congregan cada mes de diciembre algunos de los mejores maratonianos del mundo. CORREDOR.
En este garaje de la Ciudad de las Artes y las Ciencias se congregan cada mes de diciembre algunos de los mejores maratonianos del mundo. CORREDOR.

Un suelo gris y pulido. Limpieza absoluta. Líneas blancas que indican los lugares de aparcamiento de unos coches que parece jamás han pasado por allí. Las luces, blancas, convierten el ambiente en algo casi celestial. Ninguna parpadea, todo parece el escenario de una película. Es un garaje en el corazón de la Ciudad de las Artes y las Ciencias y allí, a las 6:45h de la mañana del domingo 3 de diciembre, se ha citado una muestra representativa y plural de la excelencia deportiva. Son los instantes previos a un nuevo envite a los 42 kilómetros y 195 metros en las calles de Valencia.

A la izquierda y a lo largo de todo el espacio, una hilera de cubículos donde los atletas, organizados por "familias" (en función del representante con el que trabajen), se reparten para disfrutar del último momento de relajación antes de comenzar su calentamiento. No hay ruido, apenas unas conversaciones que son susurros. 

Y en un instante, todo es bullicio.

Como si fuesen conejos saliendo de la madriguera, el espacio, de unos 300 metros de largo, se va poblando de atletas que comienzan a activarse. Las primeras zancadas, perezosas, se van transformando en trotes cada vez más enérgicos. Tariku Novales es uno de los primeros en empezar el calentamiento. Después se suman el resto de atletas, también los españoles. Unos de forma individual, otros formando grupos.

Genzebe Dibaba hace rectas. Joshua Cheptegei trota de forma cansina. Almaz Ayana fija la mirada en el suelo cuando se detiene para comenzar los ejercicios de movilidad. El parking es un museo de medallas olímpicas pero nadie ha visto, todavía, al más brillante de sus habitantes. Al estrenar marca deportiva nadie es capaz de identificar al mejor corredor de fondo de todos los tiempos. Pero de forma sorpresiva, tras una de las columnas, aparece.

Es Kenenisa Bekele y con él ya están todos. 

Treinta minutos para que suene Nino Bravo en el Puente de Monteolivete y la calma de hace no tanto tiempo es ya un recuerdo lejano. Zapatillas por aquí, vaselina por allá. Los nervios de los 33.000 deportistas populares que se agolpan en el exterior son los de los 300 atletas de élite que, ahora sí, dorsal en el pecho mediante, pasan el control de cámara de llamadas y suben la rampa que da acceso a la zona de salida.

Valencia y su luz de diciembre saludan a quienes tienen la labor de inspirar a base de kilómetros a máxima velocidad sobre el asfalto. Ya solo quedan las últimas rectas antes de la salida, el abrazo a la persona que les ha acompañado hasta allí y esperar a que el disparo de salida desparrame todo su talento por las calles de la ciudad.

Y ahí, justo ahí, como el sol cuando amanece, son libres.