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Tuvieron que pasar 124 años de historia para que el movimiento olímpico haya visto aplazados unos Juegos. En la primavera de 2020 se anunció que la culminación de la XXXII Olimpiada no se celebraría entre el 22 de julio y el 9 de agosto de 2020 y que Tokio tendría sus Juegos Olímpicos en un atípico pero necesario 2021. Y esa iba a ser la segunda vez que la capital de Japón tenía que esperar para disfrutar del mayor espectáculo deportivo del mundo, aunque en la primera ocasión la demora alcanzó los 24 años.
Fue en la 36ª sesión del Comité Olímpico Internacional celebrado en Berlín en 1936 cuando los Juegos Olímpicos que se iban a disputar cuatro años después fueron otorgados a la ciudad de Tokio. Promovidos por Jigoro Kano, maestro fundador del Judo, los Juegos iban a conmemorar también el 2.600 aniversario de la coronación de Jimmu (el primer emperador según la leyenda japonesa), pero todo cambio por la guerra. Y no fue por la que todos estáis pensando.
La Guerra Chino-Japonesa fue el motivo por el que el COI decidió retirar (de forma sutil) los JJ.OO. de 1940 a Tokio y Sapporo.
El 7 de julio de 1937 estalló la segunda Guerra Chino-Japonesa, un conflicto que se extendió hasta 1945 englobándose en la Segunda Guerra Mundial pero que en los primeros compases de la contienda fue una disputa exclusivamente territorial entre los dos países que, eso sí, recibieron ayudas de Alemania por parte de Japón y Estados Unidos y la URSS por parte de china. Un año después, el 16 de julio de 1938, "el miembro japonés del COI Togukawa Soyeshima escribió al presidente del organismo, Comte de Baillet-Latour, para comunicarle la decisión de rechazar los Juegos por parte de Tokio ante la imposibilidad de una paz inmediata", según explicaba el propio Comité Olímpico Internacional. Otras fuentes afirman que fue el COI el que forzó a Tokio a rechazar los Juegos (también los de invierno en Sapporo) para buscar una opción menos arriesgada en la vieja Europa.
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Fueron Helsinki, para los Juegos de verano, y Garmisch-Partenkirchen (en un principio Sankt Moritz), para los de invierno, las sedes elegidas por el COI para unos Juegos Olímpicos de 1940 que, como todos saben, jamás llegaron a celebrarse. El estallido del mayor conflicto global de la historia el 1 de septiembre de 1939 arrasó con gran parte de Europa, que tuvo que rearmarse después de años de destrucción y violencia. Tampoco pudieron celebrarse los Juegos Olímpicos de Londres 1944, elegidos en la sesión del COI de junio de 1939 celebrada bajo los bombardeos nazis en la propia capital británica. Fue en 1948 cuando los llamados Juegos de la Austeridad volvieron a Londres 40 años después de su primera celebración allí.
Los JJ.OO. de Tokio 1964 fueron la ejemplificación de cómo un país puede recuperarse de la destrucción absoluta, tanto física como moral.
Japón tuvo que esperar muchos más años, pero la cita olímpica de 1964 pasó a la historia como los Juegos Perfectos. Fue Hirohito, el emperador que había liderado Japón desde 1928, quien tuvo el honor de inaugurar los primeros Juegos Olímpicos celebrados en Asia y que marcaron un camino de excelencia que continuó, cuatro años después, en México 1968.
Bill Mills, Bob Hayes, Peter Snell, Iolanda Balaș, Abebe Bikila, Kōkichi Tsuburaya (cuya historia merece un artículo aparte) o las hermanas Press fueron algunos de los protagonistas de aquella cita olímpica japonesa que fue la ejemplificación de cómo un país puede recuperarse de la destrucción absoluta, tanto física como moral. En aquellos Juegos, en los que participaron 93 países, todos comprendieron que el movimiento olímpico era mucho más que pura y llana competición deportiva.
