Este fin de semana se disputaron muchos medios maratones en España y en el mundo. Uno de ellos, en la capital de Colombia, Bogotá. Con una particularidad: se celebra en la característica altitud bogotana, a unos 2.600 metros sobre el nivel del mar. Y allí estuvo el maratoniano español Dani Mateo, que vivió una experiencia única y digna de ser contada, sufriendo como nunca antes por terminar una prueba en 1:14:50, una marca que supera en más de 12 minutos su mejor marca personal en la distancia (1:02:35, Barcelona 2020).
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A continuación os ofrecemos la crónica en primera persona del soriano, que como él mismo explica, ya sabe lo que es correr en estas circustancias tan extrañas para atletas acostumbrados a competir y entrenar a nivel del mar.
EL TEXTO DE DANIEL MATEO
Sentir para creer.
Algo así es como me sentí al correr la Media Maratón de Bogotá a 2.600 metros de altitud. Y esto merece una crónica.
Quería ser “conservador” y pensaba que a 3:15 min/km llegaría al kilómetro 7-8 donde empezaba la parte más favorable del circuito en buenas condiciones. Salida lanzada, kilómetro 1, kilómetro 2, kilómetro 3. Ajustando ritmo. Y cuando lo quieres ajustar, el ritmo se te apodera y empieza a escapar. En el llano vas “normal” pero en cuanto hay el más mínimo repecho muerte y destrucción.
Kilómetro 5. Noto que me molesta un poco la cabeza, pero pienso que si bien he salido rápido y se me está empezando a ir el ritmo ya “estabilizaré”. Pero no estabiliza, el ritmo cada vez es más lento, y si relajas no entra el aire y no recuperas. Me duele un poco la cabeza, de repente noto que el pecho pica, y las piernas… las piernas van, al menos mantienen el tipo, pero claro, ¡están cayendo kms a 3:30!
Pienso: "¿y si paro unos segundos?" Qué leches, si paro no arranco. En torno al kilómetro 10 empieza una parte más cómoda. Venga, va, a correr. Pero me empieza a molestar un tipo flato y pienso: “claro, del esfuerzo respiratorio llevo esa zona reventada”.
De ahí a meta me voy poniendo pequeños objetivos para ir dividiendo lo que queda de prueba, pero aún así no pasan los kilómetros. Voy lento y mis rivales van igual de jodidos. Es curioso pero en estas circunstancias te adelantan y adelantas a otros atletas de continuo.
La sensación general es nefasta, con este feeling odias correr, pero tengo que llegar a meta. Y llego. El esfuerzo es bestial, pero esto es así, hemos venido a correr, y correr es duro.
Al llegar a meta (en 1:14:50), piel de gallina, mareo, escalofríos y el ritmo respiratorio no baja hasta que no pasan unos 15 minutos (yo que de pecho en las maratones puedo ir hablando). Vaya paliza me pegué. Día duro, pero experiencia maravillosa y ya se lo que es correr en esas circunstancias.