Corredoras Anónimas: Maryan Fuentes

"Aquella loca aventura que empezó ante la pérdida tan inesperada de mi mano derecha", así finaliza Maryan Fuentes su historia con el título #VAPORTIPAPÁ

Maryan Fuentes

Corredoras Anónimas Maryan Fuentes
Corredoras Anónimas Maryan Fuentes

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Me llamo Mª Angeles Fuentes, nací el 27 de enero de 1977 en Segovia, en el barrio de San Lorenzo, coloquialmente para todos soy Maryan y así es como me conocen y me presento. Trabajo de enfermera con plaza en propiedad en el Hospital de Segovia en quirófano y tengo tres maravillosos hijos: de 15, 12 y 9 años; Gabriel, Amaya y Oliver.

Tengo multitud de hobbies, pero a correr es a lo que más tiempo dedico, junto clases de flamenco, pero de forma menos reglada.

Involucrada en las necesidades del entorno donde vivo a nivel social, escolar y miembro activo del club CAP Monteresma, que junto a seis personas más, creamos en el 2015, exclusivamente para promocionar el pueblo y llevar un nombre de un club a las competiciones, y que hoy cuenta con 46 integrantes. Organizamos una carrera en septiembre muy acogida en el pueblo como actividad central del club, del cual llevo yo siempre el voluntariado y control del personal que participa.

Pero, de donde soy creadora y fundadora es de una carrera de 5 km que hacemos en un barrio de San Lorenzo, y junto a mi amigo Abel de Frutos, ya llevamos 7 ediciones, con gran popularidad y donde colabora nuestra peña, llamada La Cabaña del Molino.

Si alguien me dice que con 45 años recién cumplidos voy a correr mi primera maratón, le tacho de loco… pero al final, la loca fui yo.

Desde pequeña, ha habido una especial vinculación con el atletismo, deporte con el que he estado muy unida. Fue el deporte rey en mi casa desde antes de mi nacimiento, y la verdadera pasión y afición de mi padre, pero no de la manera que todos estáis imaginando.

Mis primeros pinitos fueron en el colegio, en los campeonatos escolares; pero no precisamente en la modalidad de carreras, sino más bien en la de concursos. Sin ser de complexión fuerte, tenía más talento para los lanzamientos de peso y disco y fue aquí donde destaqué un poquito más e incluso me permitió conseguir marca para estar seleccionada en un grupo provincial para un intercambio con un grupo de Sabadell.

A los croses, que era lo más popular que se hacía todavía en los años 80 y principios de 90, asistía por toda la provincia, pero mi forma física era pésima. No llegaba en último lugar, porque mi fuerza de voluntad hacía que por lo menos luchara hasta el final, pero llegaba a meta desfondada, ruborizada y a punto del desvanecimiento… no tenía cualidades.

Sin embargo, a los 15 años, empecé a engancharme a este deporte desde otro lado de la barrera y ya sí de la mano de mi padre, como juez de atletismo.

Como dije al principio, el atletismo estuvo presente en mi casa, porque mi padre, desde su juventud (años 70), fue uno de los impulsores a nivel provincial en Segovia, pero de forma organizativa. Presidente de la Delegación Provincial de atletismo de Segovia y más tarde junto a sus amigos, fundador del Comité de jueces segovianos. Fue ascendiendo en este mundillo, hasta conseguir ser juez internacional y estar en  lo más alto. Llegó a ser el responsable de carreras de las Olimpiadas de Barcelona ´92 y no hubo campeonato a nivel nacional e internacional donde no fuera convocado con puesto de alto cargo; en fin, estuvo muy involucrado y llego a recibir el premio más importante de los jueces a nivel nacional, el premio “Juan Sastre”. Pero su historia es otra, digna de escribir en un libro, como estoy haciendo.

Por mi parte, como os contaba, estuve muchos años como juez de atletismo, llegué incluso a sacar el título de juez nacional, lo que me sirvió para salir a controlar pruebas de mayor envergadura que las provinciales e, incluso, ser por unos años, presidenta del Comité de Jueces de Segovia. Pero mi profesión, a la que me dedico en la actualidad, hizo que me apartara de este colectivo, porque apenas libraba fines de semana, que es cuando mayormente se organiza cualquier evento de atletismo.

Continué haciendo deporte en gimnasios porque siempre he sido muy activa, me casé y tuve tres hijos. Cuando el pequeño cumplió dos años, me propuse empezar a salir junto a mis amigos a “rodar” por el pueblo donde vivo, Palazuelos de Eresma.

Disfrutando de los entrenamientos
Disfrutando de los entrenamientos

En principio como plan de mantenimiento, y de salud, y poco a poco con pequeños retos de pruebas cortas que se realizaban en nuestra provincia.

La primera fue la carrera de Fin de Año, que se hace en Segovia el 31 de diciembre y que transcurre durante 5 km por la ciudad, donde no desmerece el desnivel que plantea, lo que con mucho miedo me hizo prepararla ya con algo de conciencia, 5 kilómetros que me parecían toda una odisea.

 
Mi primera carrera
Una de mis primeras carreras

Y como acabé bien, sin apenas sufrimiento (junto a mis amigos), comencé a preparar y salir hacia nuevos retos. En breve me encontré haciendo pruebas de mayor envergadura, muy motivada por los tiempos y las posiciones de finalización (en ocasiones incluso haciendo pódium), lo que me hacía pensar en nuevas competiciones y seguir entrenando. No más de un par de días a la semana.

Hasta que un día me planteo hacer la Media Maratón de Segovia, donde ya con preparación específica, pero sencilla, de la mano de  Abel de Frutos, (con quien mantengo desde la adolescencia una amistad especial y que junto a él formamos parte de la creación y organización de la carrera popular del barrio de San Lorenzo, de Segovia, que celebramos en agosto) llego a terminarla sin sufrir y realizando un buen tiempo.

Con Abel de Frutos
Junto a mi hermano Mariano

Así, me fui encaminando en el mundo de las medias maratones, algunas mejor preparadas, pero la mayoría, con una mínima preparación. Las iba realizando de forma tranquila, disfrutándolas, sin ningún tipo de alimentación añadida, ni geles, ni preparación específica.

Siempre he dicho, que esa era la distancia ideal para sufrir lo justo y disfrutar de la carrera. Saber tomarla la medida y seguir con miras a hacer más, y sin mirar el crono ni propósitos de mejoras.

Adentrándome en el mundo de las medias maratones
Adentrándome en el mundo de las medias maratones

Y llegó finales del 2019, mi padre con 70 años, con una vitalidad increíble y sano completamente, inmerso todavía en su pasión del atletismo, colaborando en cualquier evento deportivo de carreras donde le pidieran opinión, creación de nuevos proyectos… le diagnosticaron un cáncer que fue imparable.

Si en diciembre nos daban la noticia y el nombre de la enfermedad que había aparecido en su vida, el 10 de abril del 2020, sumidos en una pandemia que jamás olvidaremos, dejó de estar a nuestro lado. Arropado y en casa, con todos los cuidados que como enfermera e hija tuve el privilegio de darle, pero algo hubo que jamás conseguí controlarle y fue el maldito dolor, que por más analgesia que le ponía, era algo que no le dejó desde el comienzo.

Y ahí fue, cuando me prometí hacer una maratón en cuanto toda esta inesperada nueva forma de vida, volviera un poco a la normalidad, para conocer en mis propias carnes, una ínfima parte de aquel sufrimiento que él tuvo, pero un sufrimiento, dedicado a él por cada momento que pasó.

Pasados los meses, cuando empezamos a ver un poco la luz, y empezaron a desarrollarse carreras con una mínima “normalidad”, me planteé la Maratón de Sevilla.

Siempre me habían contado que era una ciudad extraordinaria para correr, las características que la acompañan, el público, el momento del año y sobretodo, por ser en Sevilla. Ciudad que me unía especialmente a mi padre, porque fue gracias a él, cuando la conocí, en el Campeonato del Mundo de pista al aire libre en 1999, donde me convocaron, a su cargo, en cámara de llamadas.

Con mi padre en el Cto. del Mundo Sevilla'99
Con mi padre en el Cto. del Mundo Sevilla'99

Se lo comenté a mi amigo Abel, que ya llevaba por aquel entonces cerca de 30 maratones, infinitas medias y ultras. Encantado accedió a prepararme, pero sobretodo, a prepararme no solo físicamente; el trabajo más arduo y duro en mí iba a ser la preparación mental, que realmente es lo que más falta hace en este tipo de pruebas y de lo que yo más carezco.

Mi situación personal a nivel familiar (ya divorciada) y de trabajo, iban a hacer un poco más complicado el programa de preparación, pero la ayuda de mis compañeras de trabajo, para hacer cambios, los cambios necesarios en el planing para hacer entrenamientos de calidad y la energía y apoyo incondicional de mis amigos y familia, iban a llevarme por estas 12 semanas, envuelta en algodones. No hubo ni una lesión, pude cumplir los objetivos que me marcó Abel y llegué con la energía cargada al día de la carrera.

Arropada y acompañada de los que más quiero: mis tres hijos, mi madre, mis dos hermanos, mi cuñada y sobrinos y por supuesto mi amigo Abel, que incondicionalmente, desde el primer día prometió llevarme de su mano, y así fue.

Viajamos a Sevilla en coche el viernes 18 de febrero y a las 17:30h ya estábamos en el pabellón de exposiciones FIBES de Sevilla recogiendo el dorsal y entrando en el ambiente previo característico de este tipo de eventos tan multitudinario y que te hace subir una chispa más la carga de energía moral que necesitas para el día de la prueba.

Justificando mi marca en la última media homologada de Getafe, me permitieron salir en el cajón donde estaba inscrito Abel, en el sub 3:30h, algo justa con lo que llevaba, pero que era el tiempo que a priori tras mis entrenamientos, teníamos previsto hacer. Todo dependería de ese día, mis sensaciones y las demás condiciones que rodean a este tipo de pruebas.

En la recogida de dorsales
En la recogida de dorsales

Ya durante la noche, con toda la familia junta e incluso algún componente más que vino de sorpresa (mi prima-hermana y su marido), estuvimos por Sevilla, tomando algo por su casco antiguo y disfrutando del ambiente previo.

El sábado, salí a rodar 30 min suaves, para no dejar inactivadas mis piernas más de dos días y acomodarlas tras el viaje que hicimos. No sé, las sensaciones fueron extrañas, carga en el gemelo izquierdo, molestias que venía arrastrando en la zona plantar del pie derecho, nervios, miedo…

Tras visitar por la mañana un poco la ciudad, sobre todo los jardines de los Alcázares de Sevilla y comer en un fabuloso restaurante italiano, aconsejado por mi hermano y mi cuñada (que son asiduos a visitar la ciudad por tener familia en ella), me fui a descansar al apartamento e incluso dormir un rato, para no forzar más mis piernas, que las notaba pesadísimas y cansadas.

Empecé a sentir el vértigo que te viene, cuando crees que va a ser complicado alcanzar la meta del objetivo marcado, por las sensaciones sobre todo, pero a la vez, me impulsaba más el sentido de la carrera, que era sin duda alguna el homenaje a mi padre y el apoyo recibido hasta ese mismo día, por los que allí estaban y los que no estaban, que no cesaban de mandarme mensajes de ánimo.

Por la tarde noche me encontré con el resto del grupo que iba a correr la maratón, donde estaba mi gran empuje, Abel de Frutos, su pareja y amigos de ellos. Allí se hicieron presentes después mi familia y otra sorpresa más, una amiga de la infancia, que no dudo en bajar ese mismo día para acompañarme, lo que me hizo estallar de alegría y ya si tener sentimiento de empuje total, no podía defraudar a tanta gente que estaba pendiente de mí, y que me había acompañado hasta el final… a las 23:00h me fui a descansar, con los nervios a flor de piel.

Me levanté a las 6:45h a desayunar, ese día, aun sin ganas tenía que hacerlo de forma reglada. Mi café con leche, la tostada con aguacate, jamón york y un plátano. Me vestí, di un beso a mis hijos, madre y hermano que estaban en mi apartamento y salí en busca de Abel.

Junto a otro amigo que también competía, nos fuimos hacia la salida, donde habíamos quedado con algún miembro de nuestro club CAP Monteresma-La Atalaya, para inmortalizar el día con fotos, y allí vimos también a varios segovianos.

En la salida
En la salida

Era una fiesta, estábamos tan eufóricos, que poco más hacía falta ya.

Estábamos eufóricos
Junto a Abel de Frutos

En el cajón, mientras ingeríamos lo último recomendado (potito de frutas y sobre de cafeína), solo tenía presente un pensamiento, MI PADRE. Llegara a meta o no, sabía que él me ayudaría constantemente.

En el cajón de salida
En el cajón de salida

Habíamos decidido intentar hacer la maratón en 3:30h, con lo que requería ir desde el principio a ritmo de 5min/km, y ya veríamos si más adelante teníamos que aflojar o si estábamos bien aumentar el ritmo.

Fueron pasando los kilómetros, como si estuviera en un entrenamiento más, sin forzar nada, disfrutando a tope, viendo en diferentes partes del recorrido a mi familia y amigos y muy arropada por ellos, pero dirigida como un reloj por Abel, que mantenía a raya el ritmo, porque si es por mí hubiera ido más rápido muchas veces impulsada por la música y ambiente tan espectacular que había en cada metro de la carrera. No hubo ni un momento, donde no hubiera gente a raudales para animar.

Iban pasando los kilómetros
Iban pasando los kilómetros

Lo explosivo llega en la Plaza de España, a los casi 34 km, que no os lo podéis creer, no tuve jamás la sensación de llevar esos kilómetros (lo recuerdo como un rodaje largo), pero disfrutando como jamás lo había hecho. Allí estaba mi familia, que sin dudarlo (y la primera mi madre), junto a mis hijos y sobrino, con una explosión de energía y alegría brutal, me acompañaron algún metro, lo que me hizo cargar aún más las pilas.

Atravesando la Plaza de España
Atravesando la Plaza de España

Al verme así, mi compañero me pregunto cómo estaba y al decirle que increíblemente bien, decidimos meter un punto más al ritmo e intentar hacer lo que nos quedaba a menos de 4,50 min/Km.

Ya en el kilómetro 40, no sé si fue ver que acabábamos, ver a mi compañero tirar de mí, gritar y animar a todos los que adelantábamos de una manera espectacular, me dio las fuerzas para llegar a la meta sin apenas sentirlo, cansada por supuesto, pero no de la manera que esperaba, y con una emoción indescriptible.

Ver a la familia en la recta final y cruzar el arco, hizo explosionar en mí todo aquello que llevaba contenido durante tanto tiempo, la emoción que había sentido cada vez que contaba el reto que quería asumir y a quien se lo dedicaba, me hizo sumirme en un abrazo y llanto constante con mi amigo Abel (tan difícil de describir), pero que junto al cielo azul, el sol desbordante, hizo reencarnar en él, el aliento y abrazo de mi padre, esa estrella que bajó por unos instantes a que le honrara como merecía.

Colgándome la medalla
Colgándome la medalla
Recién llegados a meta
Recién llegados a meta

El reencuentro con mi familia, primero mi madre (mi gran aliada), mis hijos y hermanos, cuñada, primos y amiga fue el punto y final a aquella loca aventura que empezó ante la pérdida tan inesperada de mi mano derecha.

¡Lo conseguí!
¡Lo conseguí!

Lo bonito de todo esto, saber que con dedicación, perseverancia, sacrificio y apoyo de los que te quieren, puedes conseguir en la vida los retos que te propongas, y que cuando siempre dije que jamás volvería a correr una maratón, ahora se ha convertido en…¿ y para cuándo la siguiente?

Gracias a todos los que han formado parte de esta historia, en especial a Abel de Frutos, que, sin él, probablemente esto no lo hubiera podido contar.

#VAPORTIPAPÁ

Gracias a todos los que han formado parte de esta historia
Gracias a todos los que han formado parte de esta historia
#VAPORTIPAPÁ
#VAPORTIPAPÁ

PÓDCAST: ¿Qué hay detrás de una medalla?

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