En las últimas horas, Abel Antón y Fermín Cacho han vuelto a correr juntos… aunque esta vez en la memoria. Ambos atletas han compartido en sus redes sociales una fotografías de una sesión de entrenamiento realizada hace más de 30 años, en 1994, en el histórico “triángulo de Valonsadero”, a las afueras de Soria. Las imágenes, que evocan una época dorada del atletismo español, han despertado una oleada de nostalgia entre aficionados y corredores de todas las generaciones.
Se trata de una sesión de entrenamiento clásica de la escuela soriana: un rodaje controlado de alta intensidad, en altitud (1100 metros sobre el nivel del mar) y sobre terreno irregular, donde la fuerza y la resistencia se ponían a prueba en cada kilómetro. 18 kilómetros divididos en tres vueltas (6 kilómetros cada una) en la que la primera fue a ritmo de 3:30min/km, la segunda a 3:15 min/km y la tercera a 3:00 min/km, acabando el último kilómetro en 2:50.
Aunque competían en disciplinas distintas, compartían entrenador (Enrique Pascual Oliva) y filosofía: trabajo en equipo, dureza en la preparación y una profunda admiración mutua.
Aquel entrenamiento no fue uno más. En 1994, tanto Cacho como Antón se encontraban en el cénit de sus carreras: el primero se preparaba para conquistar el oro europeo en los 1.500 metros, mientras que el segundo afinaba su estado de forma para proclamarse campeón continental en los 10.000 aquel mismo verano. Aunque competían en disciplinas distintas, compartían entrenador (Enrique Pascual Oliva) y filosofía: trabajo en equipo, dureza en la preparación y una profunda admiración mutua que se reflejaba en cada zancada.
La publicación ha servido como cápsula del tiempo: ambos recuerdan con orgullo una etapa en la que el atletismo español brillaba con fuerza en los grandes campeonatos internacionales. Los circuitos de Valonsadero, con su mezcla de llanos y repechos, de asfalto y hierba, eran por entonces el cuartel general de buena parte de la élite española y sigue siendo un lugar habitual de entrenamiento en los grupos de entrenamiento en Soria. Allí, Antón y Cacho no solo construyeron su fondo físico, sino también una amistad que ha resistido el paso de las décadas.
Treinta años después, las redes sociales han permitido que aquella sesión de entrenamiento vuelva a correr, esta vez de móvil en móvil. No es solo un recuerdo personal: es un homenaje vivo a una generación irrepetible. En tiempos en que la tecnología domina la conversación deportiva, ver a dos leyendas compartir un momento tan humano y sencillo ha tocado una fibra especial en el corazón de muchos.