Camino del infierno (1): “Ninguna carrera puede compararse con esta”

Acompañamos a Iván Penalba en el mes previo al gran reto de su trayectoria deportiva: ganar la Badwater 135.

Iván Penalba: no solo con kilómetros se forja un posible ganador de Badwater 135.
Iván Penalba: no solo con kilómetros se forja un posible ganador de Badwater 135.

Cuando el reloj marca las 5:00. Cuando el día es todavía promesa y la noche persiste en hacerse realidad. Cuando el cuerpo clama refugio, Iván Penalba fabula con el infierno. Despereza sus músculos tímidamente antes de la salida del sol. Zancadas cortas. Pisadas que se diluyen en el eco de las calles vacías mientras su mente se traslada al otro lado del océano. A un lugar donde no conocen el frescor de la mañana. El Valle de la Muerte, corazón del desierto de Mojave, es el culpable de que avance a paso sostenido con un esbozo de sonrisa dibujado en el rostro. Allí, a principios de julio, se disputa la que para muchos es la carrera más dura del mundo: Badwater 135.

Una larga recta de 217 kilómetros (135 millas) que parte desde la cuenca Badwater -85 metros bajo el nivel del mar (no hay sitio más hondo en Estados Unidos)- y llega a las faldas del Monte Whitney (4421, el punto más alto de los 48 estados continentales), una mole de granito avistada después de haber soportado temperaturas de 55 grados y casi 5000 metros de desnivel.

“No he corrido nunca una prueba tan extrema como esta. Jamás. Y he hecho muchas, incluida la Spartathlon. Nada comparable”, afirma el plusmarquista español de 12 y 24 horas, que se enfrentó por primera vez a ella el año pasado, concluyendo segundo, tras Yoshihiko Ishikawa y 24 horas de batalla contra un paisaje tan bello como aniquilador. Vegetación inexistente. Esqueletos de matorral transportados por corrientes de aire candente, masas de arena y piedra. Ausencia de vida (“entrenando me crucé con algún correcaminos. Por cierto, son mucho más pequeños de lo que nos imaginamos. Compitiendo no vi ningún animal”).

4-6 de julio. En apenas un mes regresará. Con la ambiciosa ilusión de ser el primer español en coronar un evento que nunca se lo puso fácil. Y no por el voltaje del termómetro y la exageración kilométrica; conseguir prenderse el dorsal llegó a resultar un ejercicio obsesivo.

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Además de sus sesiones de carrera a pie, Iván Penalba se machaca todos los días en Box55, el centro deportivo que le patrocina (y pone a su disposición instalaciones y personal cualificado) en el camino a Badwater135.

“Escuché hablar por primera vez de la Badwater en 2016. Acababa de completar mi primer ultra y empezaba a introducirme en el mundillo. Disputé el Mundial y allí entablé contacto con la élite, sobre todo japoneses y estadounidenses. Uno de esos corredores, Harwey Lewis, dos veces ganador de la Badwater y podio en varias ocasiones, tenía un blog en el que explicaba muy al detalle su relación con este deporte. Y leí: la carrera más dura del mundo. Me atrapó. Además confluían dos factores. El primero, me encanta el calor. El segundo, mi sueño era viajar a Estados Unidos”.

En 2018 intentó entrar. Léase bien. Entrar, no inscribirse, pues la cosa funciona con peculiar idiosincrasia. “El organizador, Chris Kostman, es un personaje. Debes enviarle un mail acreditando tus marcas en pruebas ultras. A partir de ahí, si lo cree conveniente, te responde adjuntando una especie de test psicotécnico. Una amiga, la urugaya Silvia Amoldio, me advirtió entonces de que ese cuestionario era casi más importante que los resultados deportivos”, rememora Penalba, quien no pasó el corte pese a liderar el ranking mundial de 24 horas aquel curso (273 kilómetros). Preguntas del tipo: ¿Por qué deseas correr? ¿Cuál es tu objetivo? ¿Cómo puedes demostrar que serás capaz de adaptarte a unas condiciones tan extremas? ¿Cuál es tu visión del ultrafondo? Pesaron más las respuestas que el palmarés. Tenía razón Silvia.

Volvió a intentarlo en 2019 con idéntico desenlace. En 2020 pasó lo que pasó, no estaba el mundo para muchas aventuras. El 21 ni opositó, pues restricciones y vestigios de mascarillas invitaban a ser prudente. En 2022 la alegría del ingreso le pilló durmiendo. Fue la acumulación de mensajes en el móvil la que ratificó su deseo una madrugada de principios de enero, cuando compañeros de países con similar huso horario al yankee siguieron a través de YouTube la ceremonia en la que Kostman anuncia los nombres de los 100 afortunados que se han ganado el derecho al sufrimiento más dulce de sus vidas. Solo el 30 % alcanza la meta. Tenía seis meses para castigar al cuerpo. Y los aprovechó.

Hoy, cuando el despertador brama antes de las 5:00, anunciando de la primera de sus tres sesiones diarias, Penalba acomete el esfuerzo con lecciones aprendidas. Vestigios de calor, destrucción física y fatiga mental que le convierten en sólido candidato a la gloria del ultrafondo. Esta publicación quiere ser testigo del último jalón de su camino al infierno. Conocer miedos e ilusiones. Quiénes componen su equipo. Qué comerá y beberá. Cómo entrena. Dónde ha encontrado el apoyo para acometer tan costosa inversión en tiempo y dinero. Las zapatillas que desbrozará. Las camisetas que empapará de sudor. El universo donde se mueve y, por supuesto, los recovecos de una carrera que, a partes iguales, devasta y seduce a seres humanos que no entienden la vida sin explorar los confines de lo inexplicable.

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Iván Penalba desea subir al cielo del ultrafondo pasando por el infierno de la Badwater 135.

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