Cuando cruzó la meta del Maratón de Sídney, Deena Kastor no levantó los brazos. No había récord que celebrar ni rivales derrotadas. Pero en esa zancada final se cerraba un círculo que abarca más de dos décadas, cientos de horas de entrenamiento y miles de kilómetros. En aquella llegada, la estadounidense se convirtió en la primera persona del mundo en alcanzar el estatus 9-Star World Marathon Majors: haber completado los siete maratones comerciales pertenecientes al más prestigioso circuito del planeta —Tokio, Boston, Londres, Berlín, Chicago, Nueva York y Sídney— junto a un Campeonato del Mundo y unos Juegos Olímpicos. No existe trofeo ni cheque para semejante logro. Solo una medalla simbólica y un lugar en la historia de los fondistas. Pero en un deporte donde la constancia es la forma más alta de talento, el 9-Star es casi una obra de arte: una declaración de amor a la distancia.
La maratoniana que nunca se rindió
Kastor, nacida en California hace 51 años, es una figura esencial en la historia reciente del atletismo estadounidense. Ganó la medalla de bronce en el maratón olímpico de Atenas 2004, rompió récords nacionales en media maratón y 42,195 km, conquistó dos subcampeonatos mundiales de campo a través (2002 y 2003), fue pionera en la profesionalización del running femenino en su país y triunfó en los maratones de Chicago (2005) y Londres (2006). Su carrera, lejos de apagarse con los años, se fue transformando: de atleta de élite a símbolo de longevidad y disciplina.
El estatus 9-Star, más que un título, es el reflejo de esa segunda etapa. Para lograrlo, Kastor tuvo que cruzar el planeta varias veces, adaptarse a climas, husos horarios y culturas diferentes, y mantener su cuerpo en condiciones óptimas durante más de veinte años. En tiempos de recompensas inmediatas, su hazaña tiene un sabor casi antiguo.
Un circuito que no siempre fue el mismo
El World Marathon Majors nació en 2006 con cinco pruebas —Boston, Londres, Berlín, Chicago y Nueva York— a las que se unieron Tokio en 2013 y, más recientemente, Sídney en 2024. Ese último añadido cambió las reglas del juego y abrió la puerta a un nuevo tipo de completistas: los “9-Star Finishers”, corredores que han estado presentes en todos los grandes escenarios de 42,195 kilómetros. El periodista estadounidense David Monti recordaba en redes un dato curioso: la brasileña Adriana Da Silva había corrido Tokio en 2012 y Sídney en 2024, ambas antes de que fueran Majors. Si el calendario hubiera coincidido, Da Silva habría sido la primera. Pero la cronología no perdona, y la historia eligió a Kastor.
Más que kilómetros: la cultura del maratón
El maratón es, desde hace décadas, una especie de viaje interior. Cada ciudad le aporta un acento, un paisaje y una forma de sufrimiento distintos. Correr Berlín es buscar velocidad; Boston, sobrevivir a las cuestas; Tokio, deslizarse entre la precisión japonesa. En Nueva York se compite con el alma, en Londres, con la historia... Kastor ha conocido esos escenarios y también el del Campeonato del Mundo, donde la presión es distinta, y el de los Juegos Olímpicos, donde cada paso pesa más por lo que representa. Su 9-Star no es solo un recorrido geográfico: es un mapa de resistencia emocional.
La huella que deja
Hoy, Deena Kastor no busca marcas ni medallas. Su nombre, sin embargo, sigue resonando en cada línea de salida. Representa a una generación de corredores que crecieron antes del auge del GPS y del “posteo” de cada entrenamiento, cuando correr era todavía una forma de silencio. Ser la primera 9-Star no la convierte en campeona mundial ni olímpica. Pero sí en algo más escaso: una símbolo de coherencia atlética, de amor prolongado por un deporte que exige tanto como entrega. “El maratón —escribió en su libro Let Your Mind Run— te enseña que la felicidad no está en llegar, sino en seguir corriendo”.
Por ahora, Kastor es la única persona corredora con ese estatus en todo el planeta. Pero su ejemplo podría abrir una pequeña corriente de atletas dispuestas a recorrer el mismo camino, paso a paso, ciudad a ciudad. No hay prisa: el 9-Star no se conquista en un año. En el fondo, quizá el mensaje sea ese. Que hay logros que no se miden en segundos, sino en constancia. Y que a veces, las medallas más valiosas no se ganan al sprint, sino a fuego lento.







