“Arribas, tenemos un encargo para ti”, suele ser una mezcla entre la recepción de buenas noticias y algo que supondrá un sufrimiento evidente para mi organismo. Esa frase, tan de cine de asesinatos, siempre trae consigo que me tocará correr un número de kilómetros. Para qué nos vamos a engañar: antaño los corresponsales iban de hotel en hotel en el Tour o el Giro y se ponían bizcos con el catering. En los años noventa lo del nuevo periodismo llegó a las publicaciones deportivas. Si Gay Talese empleó tres meses siguiendo a Frank Sinatra para un celebrado reportaje, se puso de moda que nosotros escribiéramos de las carreras habiendo participado en ellas.
Y, oye, primero se convirtió en un lujo. Correr me encanta. Después fue girando poco a poco hacia un tormento al que tenías que poner buena cara. Pero cuando me dijeron que por medio de este encargo estaba la ciudad de San Sebastián, en fin, uno no puede decir que no a visitar de nuevo la Donosti de mis amores. Que había que correr un medio maratón, pues se corre. Se me quitaron los dolores de golpe.
Después de la edición cero del Zurich Medio Maratón de San Sebastián se han dispuesto dos mil dorsales que, según me cuentan, han volado. En la primera edición se probó el siempre bello circuito por las playas y los interiores de la ciudad, pero también la capacidad de los espacios públicos para acoger un buen número de corredores sin interrumpir el discurrir de la mañana donostiarra. Todo fue de diez.
Normal: la coqueta área urbana de San Sebastián es un parque de atracciones para todos los deportes de agua y urbanos que se celebran al aire libre. Entre ellos no falta este pequeño lujo nuestro de colocarnos unas zapatillas y prender un dorsal en la camiseta de rigor. La ciudad es un clásico del corretear desde los años setenta. Las avenidas amplias, llanas, con vistas al Cantábrico, un clima más que idóneo y un público y una ciudad que comprenden al que corre son un escenario sin pegas. Todo esto, dicho así de corrido, suena a folleto de publicidad al que puedes mirar, decir que no será tanto, o pinchar en el corcho de la cocina para otra ocasión.
En Donosti se ocupan de que te hayas estudiado bien los treinta kilómetros de los alrededores y encuentres desde mecas de la gastronomía mundial hasta templos de la tortilla, del pintxo de antaño, o de las creaciones de pan con cosas encima.
Pero dejadme que meta una vuelta de tuerca a la situación. Pongamos que hay dudas sobre poner este medio maratón entre los favoritos para inscribirse. Las entiendo. Pero en pocas carreras uno se encuentra, al final de una playa, metido en la caída de un monte rocoso, con un paseo abalconado, de cemento, azotado por el aire, en el que se pueden olvidar casi de inmediato los malos días, las tensiones de la semana. En pocas ciudades han entendido que uno no puede irse a la cama con hambre, ya sea el día de antes o después de la carrera. En Donosti se ocupan de que te hayas estudiado bien los treinta kilómetros de los alrededores y encuentres, desde mecas de la gastronomía mundial cuyos nombres todos conocemos, y a cuyos cocineros lo mismo los ves paseando por la Concha, hasta templos de la tortilla, del pintxo de antaño, o de las creaciones de pan con cosas encima. Si eres un foodie además de runner, yo creo que te llevas combo y silla VIP en el cielo de los modernos (¡qué leches, pues claro!).
¡Ay si te quedaste a las puertas de triunfar en el cine, o si eres un devorador del séptimo arte!. Tienes la Zinemaldia, un festival de renombre mundial que celebra su edición número 71, y puedes echar las horas previas a la recogida de dorsales mirando como la televisión hace su última crónica del festival. O pisas la alfombra roja del Teatro Victoria Eugenia, o merodeas a la caza de rostros conocidos por las zonas del Kursaal, la nueva Tabakalera o, quién sabe, te tomas unos pintxos codo con codo con alguna celebridad.
Yo un día salí a correr con uno de la televisión y hasta hoy; lo mismo tu momento fan llega metiéndote entre pecho y espalda una tajada de merluza de pincho sobre un poco de pan y una mayonesa de jengibre. Y ese actor, ahí, a tu lado.
Eso sí. Sé elegante. Lo verás en cuanto aterrices en las bellas calles de esa geografía verde y marina. Yo sé que vas pensando en lucir zapatilla de colores naranjas, chándal de blancos y amarillos y logos del patrocinador de tu club, gafas de espejo y demostrar que has venido a este Zurich Medio maratón de San Sebastián a reventar el crono. Mi consejo es que reserves un huequito en el maletero o en la mochila para un pantalón y una camisa. Que verás que uno se siente más de Donosti si echas a la maleta unos tonos blancos y azules. Los colores de la centenaria joya del norte sientan bien a todo el mundo.
Contando las semanas estamos ya por aquí. Siguiendo los consejos básicos para pasarlo así de bien, he ido unas cuantas veces ya a darme la zurra sobre el asfalto, con peor o mejor resultado deportivo (de eso podemos hablar en otro momento). Pero siempre he vuelto con la sensación de haber corrido refrescado por el mar y, esas cosas, son de las que no se olvidan. Nos vemos el 1 de octubre en la esplanada que queda frente al ayuntamiento donostiarra.