Cuando Manuel Alonso Domingo vino al mundo, en marzo de 1936, en nuestro país aún no había estallado la Guerra Civil. Era la época de la Segunda República, una etapa en la que las mujeres, con Margot Moles a la cabeza, habían demostrado con su esfuerzo y sus éxitos que el deporte no podía ser algo reservado a los hombres, aunque el sueño de todas ellas moriría años después, con el veto de la dictadura franquista al deporte femenino.
En esa España con tantas heridas abiertas creció Manuel, que a los ocho años ya trabajaba en el puesto de fruta de sus padres, ayudándoles en el montaje y desmontaje, cargando con banastas de 15 kilos de un lado para otro, aunque su primer trabajo remunerado llegara a sus 14 primaveras, cuando comenzó a reparar coches en un taller de mecánica. Dos años antes, Manuel ya jugaba en los infantiles del Real Madrid, formando la línea media con Vidal, un jugador que llegó a ser campeón de Europa con Di Stéfano. Allí conoció al hombre que le enseñó a querer el deporte, don Heliodoro Ruiz Arias, que impartía las clases de gimnasia y se convirtió en su segundo padre.
Con 24 años llega la boda con su actual mujer, con la que lleva 59 años casado, y tras ocho años de matrimonio decide montar su propia empresa de bobinado de motores, alentado por una frase de ella: “nada tenemos, nada perdemos". Pidió 110.000 pesetas para crearla y por fortuna las pudo devolver en un año. Lo cierto es que Manuel ganaba más dinero por su cuenta que trabajando para otros y con el tiempo demostró su acierto, ya que en los 36 años de actividad de la empresa llegó a contar con importantes clientes como Danone, Nivea, Antena 3, Dragados y Construcciones, Construcciones y Contratas, Auxini, etc.
Después del primer maratón llegarían veintitantos más, incluido uno en 2:48 con 54 años, también en Madrid.
Fueron años de muchos sacrificios, de trabajo de sol a sol, en los que tras el éxito laboral se escondía un peligroso enemigo, el sedentarismo, que le llevó a engordar muchos kilos. “Me puse de vergüenza, menos mal que vi el primer Maratón de Madrid, en 1978, y me gustó tanto que decidí correrlo al año siguiente. Y aunque la preparación fue mala y lo acabé en 4:35, parándome varias veces, lo considero una de las mejores experiencias de mi vida y me enganché a correr. Después de ese maratón llegarían veintitantos más, incluido uno en 2:48 con 54 años, también en Madrid". Los 42,195 kilómetros le reportaron mucha felicidad, pero también demasiado desgaste, y reconoce que “el maratón me machacó, me estaba destrozando", así que supo frenar a tiempo y antes de cumplir los 60 años Manuel ya había abandonado la distancia de Filípides, logrando buenos registros en la pista, como esos 16:54 en 5.000 con 55 años que recuerda emocionado.
El punto de inflexión llega con 68 años, cuando cierra la empresa y se jubila. “Llegaba a casa todos los días, me abrazaba a mi mujer y me ponía a llorar a lágrima viva, con desconsuelo. Si no llega a ser por el deporte no sé qué hubiera sido de mí". Desde entonces, a las órdenes de su míster, Antonio Serrano, no ha parado de entrenarse. En la actualidad suele hacer entre 60 y 70 km semanales, fuerza, estiramientos y 400 abdominales diarios. Es el atleta español con más récords internacionales (2 del mundo y 12 de Europa, en M80) en distancias que van de los 800 a los 3.000 m –con un escalofriante 5:47.35 en 1.500 con 80 años– y tiene entre ceja y ceja batir el récord de Europa M80 de 3.000 al aire libre, aunque su mirada ya apunte a la categoría M85, en la que espera seguir dedicando los triunfos a su mujer, sus dos hijas, sus cuatro nietos y tres bisnietos. A sus pies.