El día que volvamos a correr...

La reflexiones durante el confinamiento de un hombre que estuvo en la élite del mediofondo y todavía sigue enamorado de coleccionar zancadas.

Pedro Esteso

Pedro Esteso mientras elaboraba este artículo de opinión.
Pedro Esteso mientras elaboraba este artículo de opinión.

Desde este título tan deseado me dispongo a poner voz y letra a una serie de sentimientos con esta historia de experiencias que me relaja y hace sentir vivo a la vez, porque quiero darle forma y lectura a unos momentos para que puedan ver la luz en este artículo y nos otorguen algo de luminosidad durante esta temporada gris y oscura en la que nos encontramos. 

Un relato que está naciendo un viernes por la tarde desde mi ordenador, en el escritorio frente al que me he sentado tras haberme tomado este día de descanso total, como en la época de atleta profesional. Acabo de terminar mi autocuidado matinal poniéndome vaqueros, camiseta favorita, zapatillas de paseo y colonia de las mejores ocasiones. Incluso sabiendo que solo llegaré a la puerta de casa, siento que a través de estas líneas puedo cruzar hacia el ansiado exterior, ese espacio que tanto queremos recorrer a golpe de kilómetros y zancadas y que ahora nos toca observar y anhelar desde la barrera, nunca mejor dicho.

Me voy a permitir la licencia de orientar este escrito como si de una carrera o entrenamiento importante se tratase, con su calentamiento, parte intensa y vuelta a la calma. 

Sin encontrar la razón exacta, puedo ‘culpar’ a mi vecina de que ahora esté calentando-escribiendo sobre una parte de lo que nos está tocando vivir durante esta cuarentena. Hace unos días cuando bajé la basura y cruzaba la calle, una vecina me vio por su balcón. Conociendo mi actividad deportiva activa por cruzarnos en los pasillos y hablar en varias ocasiones, me gritó con alegría: “¡Anda, aprovecha ahora que puedes, pégate una buena carrera y así mueves las piernas!”. La miré desde la calle hacia su balcón y me salió desde lo más profundo un “ya habrá tiempo”, con una medio sonrisa y un saludo hacia esta buena mujer con mi mano. Seguí andando de vuelta, me entró una gran tristeza interior y una visión imaginaria fugaz de mi yo atleta saliendo a correr por el portal de casa. 

Ese Pedro Esteso imaginario estaba haciendo una progresión infinita, supongo que buscando a mi alma gemela Juan Carlos para irnos a entrenar… pero la realidad era que estaba abriendo la puerta del edificio para para subir los tres pisos de escaleras hasta llegar a mi hogar. 

Ahí fue donde empezó todo, esta vecina me activó el cuerpo y la mente de la mejor manera, no me dejó indiferente su exclamación y ni mucho menos mi respuesta, instantánea. Yo, que soy bastante de pensar y luego hablar, e incluso pensar y callar, empecé con un diálogo algo más externo y le dije a mi mujer, Pilar, que necesitaba volver a escribir, me lo pedía mucho el cuerpo. Ella, como siempre, me dio ese apoyo y ánimo que me faltaba.

Se activaron algunas fibras rápidas, que aún me quedan, en modo de recapacitación y anotación de ideas, palabras, frases cortas, lecturas y repasos de textos de mi play-read list formada por Alfredo Varona, Alberto Hernández, Álex Calabuig, Hernán Silván, Luis Arribas, Miguel Calvo, Natalia Freire, Miguel Villaseñor, María Jesús Álava,  Gerardo Cebrián, Begoña Fleitas, Aurora Pérez, Sergio Heredia… entre otros (gracias a esos grandes escritores por el bien intelectual y de distracción-formación que aportáis). 

Mi Moleskine empezó a carburar, el bolígrafo comenzó a hervir la tinta como cuando rompes a sudar en un calentamiento y sin darte cuenta las piernas fluyen y subes el ritmo. Durante varias mañanas leía, anotaba y mi mente-cuerpo estaba en ese momento de bienestar creativo, como cuando aprendo nuevos ejercicios de técnica de carrera, conceptos y actividades para proponer o diseñar sesiones de fortalecimiento y quiero hacerlo y poner en práctica todo a la vez. 

Pedro aguarda impaciente el pistoletazo de salida.
Pedro aguarda impaciente el pistoletazo de salida. | Foto: José Domingo Moreau.

Así me sentía, algo descontrolado, hiperactivo y extrañado por tanta asociación y llegada de imágenes mentales e ideas, hasta que ahora ya estoy pausado, ordenado y tranquilo. Ahora es cuando escribo con cierto sentido, haciendo algo que me gusta con calma y tengo la oportunidad de ordenar estas confesiones y asuntos que llevan en mi mente desde hace un tiempo. 

Una vez superados los primeros compases, vamos a entrar en materia y a deshojar esta margarita literaria, eso sí, no pienso nombrar la razón-enfermedad por la que ahora estamos encerrados aquí y así. Demasiado la escuchamos y reconozco que me cuesta infinito nombrar y escribir la palabra maldita-culpable de esta situación crítica que estamos viviendo. Supongo que será por miedo y respeto, hasta la palabra confinamiento no me sale con naturalidad y mi forma de enfrentarme a este virus ha sido y está siendo como una lesión, un tiempo de reposo obligado para seguir aprendiendo y creciendo en la vida.

Vamos a por esa parte intensa de la sesión, en la que toca hablar del futuro, que deseo se convierta en lo más presente posible, utilizaremos la imaginación y la visualización pensando en cómo será ese maravilloso día en el que podamos volver a correr en nuestras zonas habituales de entrenamiento.

Tengo muy claro que ese día nos ataremos las zapatillas con mucha fuerza. ¿Cuántas veces habéis mirado las zapatillas y os han entrado rabia, ganas e impotencia por no poder darles su gran merecido? Esa fuerza contenida con la que miramos nuestras zapatillas es similar a la solidez que estamos demostrando cuando cumplimos con todas las recomendaciones y obligaciones ciudadanas, todo lo que debemos hacer para que todo pase; estamos entrenando la fuerza de voluntad, y mucho.

Todo este esfuerzo nos ayudará a valorar más aún lo cotidiano, lo que de un plumazo nos han quitado. Cuando superemos esta crisis podremos afirmar esa frase tan recurrida y vitalista: “De peores hemos salido”. ¡Porque seguro que vamos a salir!

El día que volvamos a correr y que todo por fin haya pasado, pegaremos un buen portazo pensando no querer volver a casa porque nos vamos a inscribir en la maratón de la libertad, el trail de la resiliencia y el 10K de la valentía, esos tres valores que están dando sentido a cada momento de avituallamiento pausado que estamos consumiendo por este parón obligatorio en el que habitamos actualmente. 

Ese anhelado día nos prepararemos como si de una carrera de verdad o un entrenamiento importante se tratase. Seguro que habrá nervios y adrenalina, la mochila volverá a estar llena de ilusión, los grupos de WhatsApp volverán a tener esa actividad y contenido que, de momento, permanecen algo congelados. ¿Por qué no pensar que nos chocaremos la mano, abrazaremos y demostraremos ese cariño contenido al cruzarnos, vernos y saludarnos sin miedo al contacto? ¡Tengamos fe y esperanza!

Estoy convencido de que ese día nos acompañará el Resistiré como banda sonora de nuestras zancadas, nuestro pulso subirá y bajará como una montaña rusa de alegrías liberadas, nuestras piernas se moverán al compás de nuestras endorfinas. La respiración se mantendrá estable para sentirnos con paz, humor, felicidad y fuerza, como esos aplausos de las 20:00 que tanto reconfortan y entregamos en señal de esperanza y agradecimiento a esas valientes personas que trabajan con dedicación, solidaridad y  la mayor de sus voluntades para que toda la población afectada pueda cruzar con toda la salud y seguridad la línea de meta.

Saldremos a correr para vencernos a nosotros mismos, para volver a llenar nuestra alma de sueños e ilusiones, esas que ahora se sitúan en segundo plano, pausadas a la espera de que todos abramos los ojos de verdad venciendo a este mal sueño.

Nos dispondremos ese nuevo primer día como si fuese la tirada más larga, el día de series o cuestas o cambios de ritmo más disfrutado e imaginado que nos espera. No será un día que sólo saldremos a correr, iremos a volar en cada apoyo, a sentir, a vivir con intensidad cada kilómetro superado y a querer que no se detenga ese cronómetro que tan deprisa pasa en las recuperaciones y tan lento se convierte en las aceleraciones. 

Considero que será como la primera vez, habrá un antes y un después porque desde hace un tiempo nos estamos convirtiendo en ultrarresistentes con poder para asimilar y enfrentarnos a un cambio tan radical en nuestras vidas, tratando de sobrellevarlo y echarle valor para sacar la mejor de nuestras sonrisas, levantar el humor y ofrecer nuestra mejor versión por y para nuestra gente. 

Personalmente, estoy tomando este proceso como si de una rotura muscular se tratase y, como todo en la vida, hay que saber siempre darle la vuelta para mirar y transformarlo en positivo. Me quedo con lo aprendido tras varias lesiones importantes, esas sensaciones de lo que puedo llegar a ser capaz, de la fortaleza mental para intentar afrontar el dolor como solo un estado psicológico y no físico. El impulso de luchar por lo que uno cree, quiere, desea y vive con ilusión, siendo capaz de cicatrizar cualquier herida; esas ganas nos ayudarán a cerrar más rápido esta herida. Hay momentos en los que me aparecen lágrimas internas, pero con sonrisas externas para alegrar a  quienes se lo merecen y no ven ni sienten la palabra excusa como parte ni de ellos ni de los que le rodean.

Me voy a proponer volver a correr con la misma fuerza, con la misma energía, porque el día que vuelva a correr quiero que sea una tormenta de buenas noticias, que me invada la respiración alta, llena de ganas por seguir creando retos. Transformaré ilusiones en kilómetros y pedaladas para volver a darles forma en vivencias, experiencias e historias que puedan ser compartidas por el único hecho de generar motivación y pasión por correr, como esa fuente de inspiración que es acumular kilómetros, esfuerzo y lucha persiguiendo sueños.

Los Esteso, en Vallehermoso, junto a Luis Javier González, Fermín Cacho y Luis Miguel Martín Berlanas.
Los Esteso, en Vallehermoso, junto a Luis Javier González, Fermín Cacho y Luis Miguel Martín Berlanas.

En esta vida que corremos, como si fuera el todo por un sueño, me aferro como terapia a un momento que marcó y tatuó de nuevo mi piel, un accidente de bicicleta-tráfico, porque a veces la vida nos pone a prueba cuando menos te lo esperas y te coloca en una cima complicada de escalar o en un lugar extraño, diferente, de difícil acceso y en el que nos resulta algo desbordante ubicarnos y sentirnos bien por completo.

Así es como probablemente nos podamos estar sintiendo en algún momento de nuestra vida diaria durante este confinamiento, donde toca enfrentarse a un reto que no imaginábamos y en el que de repente nuestra arma más potente es el poder de nuestra voluntad, la valentía de nuestra mente y la fuerza de nuestro corazón.

Sin tiempo de reacción, toca adaptarse a una rutina contraria a tu día a día que en algún momento podemos sentir que nos atrapa y nos crea dificultades, hasta notarnos algo impotentes, fruto del enclaustramiento y la adversidad que nos ‘inmoviliza’, limitándonos a seguir en casa.

En ese momento es cuando hay que aferrarse a la esperanza de saber que llegaremos a ver la luz que más nos hace brillar, ocuparnos de nosotros mismos y nuestra gente más cercana, a la vez que podemos llamar a ese alma más interior para que nos rescate, impulse y nos saque al exterior en forma de optimismo, actitud positiva y el mejor de los humores junto a nuestra sonrisa. Sé que puede llegar a ser difícil, pero hemos de intentarlo demostrándonos que somos corredores y transmitimos fuerza a quienes queremos; no tenemos nada que perder y todo por ganar.

El 2 x 1 del atletismo español.
El 2 x 1 del atletismo español. | Foto: Ayuntamiento de Sagunto.

Es entonces cuando nos podemos aferrar a ese "un día más es un día menos". Vamos a conseguir o estamos consiguiendo que los días cuenten y el tiempo vaya pasando al ritmo que nosotros le queremos marcar con nuestra actitud, actividades e iniciativas.

Está claro que, aunque sea más despacio de lo que uno desea, siempre lo más importante es avanzar con paso firme y seguro, no perder la calma y, si hay que mirar atrás, que sea para recordarse a uno mismo que de algunas situaciones críticas también se ha salido, con el fin objetivo y herramienta de que nunca debemos perder la fe.

Hemos de estar seguros de que llegará el día en que todo este mal sueño pase. En mi caso, estoy luchando a diario por imaginarme y querer tener a toda nuestra familia-amigos-compañeros cerca, con los besos, abrazos y muestras de cariño que nos enviamos y que a diario trato de entregar a mi mujer, en quien me refugio en los momentos de bajón (es normal tenerlos). Nos ayudamos y salimos a flote pensando y hablando de todo lo que nos queda por construir y crecer.

Tengo en el pensamiento las ganas de volver a compartir trabajo-entrenamientos-clases dirigidas en los centros deportivos y seguir transmitiendo pasión con mi vida laboral y mi actividad física.

Me imagino y deseo esa sensación de bienestar que nos da la calle 1 de la pista de atletismo entrenando junto a Juan Carlos, o superando los puntos kilométricos marcados en el asfalto o el dolor de piernas tras subir un puerto sobre la bici. Llegará de nuevo para invadirme, sacar mi mejor versión, que todos merecen disfrutar, y que vuelva la sonrisa-satisfacción que con tanta felicidad me gratifica.

Seguro que tú también tienes en cualquier ámbito de tu vida una ilusión, sueño, objetivo, desafío o momento que quieres que vuelva a ocurrir y hemos de tenerlo presente como sustento motivador y empuje cuando las fuerzas decaigan. ¡Soñemos e imaginemos que lo vamos a conseguir!

Otra forma de enfrentarme a este obstáculo es pensar al despertarme o acostarme que falta un día menos para atarme las zapatillas y perseguir un nuevo sueño. Cuando me levanto tacho otro día en el calendario, cuando me duermo resto otras 10-12 horas tratando de ser consciente de que, sin prisa pero sin pausa, disminuye esa cuenta de tiempo de recuperación porque sé que volveremos a ser lo que queremos ser y estar donde más queremos estar.

Hemos de tatuarnos esa palabra en la que nos estamos convirtiendo: ¡Resiliencia! Porque ahora mismo estamos demostrando que estamos superando algo duro y vamos a salir con más fortaleza y mejor que antes.

Afrontemos la adversidad con la mayor de nuestras fuerzas, por y para nosotros, y por nuestra gente, pensando y echando el resto con el optimismo de que la ilusión nunca se lesiona. ¡Seamos resilientes! ¡Un día más es un día menos!

Llega el momento de bajar las pulsaciones, de respirar más profundo, de dejar que las buenas sensaciones nos invadan por completo y de ir hacia la parte final de este día de entrenamiento imaginario realizando un análisis de lo sucedido.

Es obvio y de obligado reconocimiento manifestar el pesar y acompañar en el sentimiento a las personas-familias a las que les ha tocado de pleno este maldito virus, porque en cierto modo el corazón se les ha roto de una forma inimaginable, vaya por ellos nuestros próximos esfuerzos y kilómetros y no tratemos ahora de hacer lo que no debemos.

Y uno de mis mayores deseos cuando llegue el gran día es que seamos corredores más humanos, que podamos mirar más en nuestro interior, tener más empatía y capacidad analítica y quizás se modifique de alguna manera nuestra forma de pensar e interpretar nuevos episodios de la vida.

Ya no dejaremos para mañana lo que podamos hacer hoy, el “ya veremos lo que ocurre” lo sustituiremos por el “voy a ello”, el condicional “y si” pasará al pasado porque dejaremos de usarlo. Que toda esta pesadilla nos deje sin miedos a mostrarnos tal y como somos, con la bondad y buena voluntad como bandera para aprender a ser mejores personas… lo que nos llevará a ser mejores corredores en la vida.

Mientras tanto, entre todos debemos seguir apostando por la lucha diaria y el esfuerzo continuo, que cuando nos invada la soledad del corredor de fondo sea solo para tener esos diez minutos de silencio recomendados al día, que tiremos de nuestras mayores reservas para superar este muro maratoniano que nos ha interpuesto la vida y que pensemos que como narra esa gran película…“La vida a veces duele, a veces cansa, a veces hiere. No es perfecta, no es coherente, no es fácil, no es eterna; pero a pesar de todo, la vida es bella. Y yo le añado que correr es la vida.

No sé cuándo será el día en el que volvamos a correr, pero gracias a este artículo he podido vivir, imaginar, visualizar, describir, sentir, interpretar y sentir como quiero que sea.

¡Sigamos corriendo con el corazón!

Pedro Esteso fue 14 veces internacional con España Atletismo, campeón mundial universitario y subcampeón Iberoamericano de 1.500 metros. Diplomado en Magisterio de Educación Física y Monitor Nacional de Atletismo, actualmente ejerce como entrenador en Esteso Runners y preparador físico en MUÉVE-T Centro de Entrenamiento.

Tendremos que seguir con el ejercicio en casa durante 15 días más. Foto: iStock.

Relacionado

El Gobierno prorroga el confinamiento hasta el 26 de abril

Descubre en nuestro podcast los secretos del entrenamiento en casa

Relacionado

PODCAST | Que no te engañen los falsos entrenadores en las redes sociales