Lo había avisado. Dijo claramente que iba a intentar batir el récord del mundo. Cuando pasó por el kilómetro 5 en 15:11 nadie dudaba que lo que se estaba gestando en el Maratón de Chicago iba a convertirse en una de las actuaciones más asombrosas de la historia del maratón. Ruth Chepngetich volaba más que el viento en la ciudad que ya había visto triunfar a la keniana en 2021 y nadie se lo quería perder.
Pero nos lo perdimos.
Atravesó el kilómetro 10 en 30:40, proyectando una marca por debajo de las 2 horas y 10 minutos, lo que suponía destrozar el récord del mundo de su compatriota Brigid Kosgei fijado en el mismo circuito con 2:14:04. La media, de escándalo, 1:05:44. "¿Pero esto qué es?" Se preguntaban muchos aficionados mientras comenzaban a exigir más imágenes de una mujer que estaba desafiando los límites del ser humano.
Pero nadie dentro del equipo de realización de la prueba estadounidense parecía darse por aludido. Estábamos asistiendo a una exhibición portentosa y nos estaban privando de ella. Benson Kipruto asestaba el golpe definitivo en la prueba masculina, que pudimos ver casi de forma íntegra, y se hacía con la victoria con 2:04:49. Mientras, Lourdes García Campos y Jesús España ponían voz a todos los aficionados que reclamábamos imágenes de Chepngetich, cuyo ritmo había comenzado a decaer y la proyección de su tiempo en meta indicaba un apretado final en pos del récord mundial.
En el momento decisivo, cuando la historia podía ser reescrita, el tiempo que se indicaba en la pantalla desapareció y con él la posibilidad de disfrutar de un final de infarto.
Al fin, la menuda figura de la atleta keniana, campeona del Mundo en 2019, apareció en pantalla. Junto a ella, la liebre que la acompañó hasta el kilómetro 41, donde se fue sola, contra el viento y la última cuesta del recorrido de Chicago, tratando de hacer historia. Los segundos corrían, parecía difícil que rebajara la plusmarca global. ¿Cuántos metros quedan? ¿Dónde está el cronómetro? En el momento decisivo, cuando la historia podía ser reescrita, el tiempo que se indicaba en la pantalla desapareció y con él la posibilidad de disfrutar de un final de infarto que concluyo 14 segundos después de lo establecido por Brigid Kosgei. 2:14:18 y un recital de cómo soportar un ritmo suicida inicial durante 42 kilómetros y 195 metros.
UNA AFRENTA A CHEPNGETICH y AL ATLETISMO FEMENINO
Lo ocurrido en Chicago, cuya realización tuvo muchos errores básicos en nuestro deporte, no solo fue un despropósito con la figura de Ruth Chepngetich, sino también con todo el atletismo femenino, demostrando una vez más la falta de tacto de los organizadores, medios de comunicación y aficionados con un deporte que presume de igualitario pero no lo es tanto.
¿Qué hubiera ocurrido si Chepngetich hubiera batido el récord del mundo? ¿Hubiera contado con la misma repercusión que el logrado por Eliud Kipchoge en Berlín? La respuesta es sencilla: no. Y si el que lee estas líneas quiere asociar esta disparidad de criterios a una cuestión racial, argumentando que de tratarse de una atleta blanca la historia hubiera cambiado, basta decir que tampoco vimos ni una sola imagen del espectacular récord de América del Norte de Emily Sisson con 2:18:29. Y ese es un aspecto que debemos seguir mejorando entre todos los agentes que conforman el mundo del atletismo, pues contamos con suficientes argumentos como para crear referentes en cualquier lugar del mundo, sean hombres o mujeres.