Vivimos demasiado rápido y somos marionetas. Una vez dentro del pozo, solo nos damos cuenta si levantamos la vista y observamos que nos rodean seres con apariencia humana, con la cabeza gacha, poseídos por la droga del teléfono móvil. ¿De verdad después de tantos siglos nuestro concepto del ocio es hacer scroll varias horas al día en una maldita pantalla?
El colmo de la estupidez humana -de la cual casi ninguno quedamos exento- es pelearse por ocupar la primera línea de playa y, en lugar de disfrutar de las grandiosas vistas del mar Mediterráneo, el Cantábrico o el océano Atlántico, agotar la batería del móvil después de pasar la mañana sin levantar la cabeza, destrozándonos la vista y el cuello, tras una interminable sesión de vídeos de Instagram y TikTok. Esta es la sociedad en la que vivimos. Todo pasa y fluye a la velocidad de un vídeo short de las redes sociales. Consumir. Comprar. En definitiva, usar y tirar a una velocidad de vértigo.
El mundo del deporte está plagado de ejemplos de ídolos con trayectorias ejemplares que, de la noche a la mañana, son objeto de comentarios despreciativos por uno u otro motivo. Una de las razones frecuentes por las que se critica a las leyendas del deporte es por el momento en el que deben retirarse. Por algún extraño motivo que no alcanzo a comprender hay personas -muchas, por desgracia- que se creen con el derecho a decidir sobre el futuro de los ídolos deportivos, transmitiendo un patético mensaje a los más jóvenes: si no ganas, no sirves.
La última temporada de Rafa Nadal sobre las pistas de tenis me dejó un sabor muy amargo y no precisamente por las derrotas contra jugadores a los que años antes hubiera barrido sin despeinarse. Algunos aficionados -que llevaban veinte años disfrutando de su juego- de repente se erigieron en dueños intransigentes de las riendas de la carrera deportiva del manacorí. “Rafa no puede arrastrarse así”… “Con lo que ha sido no puede permitirse perder contra el número 80 del ranking ATP”… “Este último año ha empañado su carrera deportiva”… “Tiene que retirarse ya si no quiere acabar haciendo el ridículo”…
Un tipo que ha logrado, entre otras cosas, 22 títulos de Grand Slam, y que ha ilusionado y entretenido a millones de personas con sus gestas ¿no se ha ganado el derecho a jugar al tenis hasta que le apetezca? Es obvio que Rafa solo quería continuar jugando para seguir peleando por el título en los torneos más prestigiosos del circuito, pero… ¿Qué hubiera sucedido si Rafa mejora de sus lesiones y quiere practicar el deporte que le apasiona cinco años más, a otro nivel, y con la única aspiración de divertirse siendo el número 130 o el 200 del mundo? Desde luego, yo me hubiera quitado el sombrero ante una decisión de ese tipo, porque Rafa no tiene que dar explicaciones a nadie y se merece disfrutar del modo que le parezca más oportuno.
Del mismo modo que Nadal, el mejor maratoniano de todos los tiempos, Eliud Kipchoge, fue objeto de todo tipo de comentarios tras su participación en el Maratón de Sídney, donde se clasificó en novena posición con un tiempo de 2:08:31. Las redes sociales se inundaron de comentarios recomendándole que se retire o acusándole de querer incrementar su patrimonio ahora que no es el mejor. En primer lugar, me pregunto si todas esas personas que censuran a Kipchoge renunciarían a cientos de miles de dólares por ejercer su profesión con dignidad y sin hacer daño a nadie. Por otra parte, un hombre que ha aportado tanto al mundo del atletismo, y no solo con sus récords del mundo o medallas, sino por el legado de sus valores, ¿no se merece seguir compitiendo todo el tiempo que desee? Personalmente, pienso disfrutar muchísimo de su participación en el Maratón de Nueva York.
Quizá haya que recordar que el récord de España de los 42,195 kilómetros es 2:05:48 y que este año Kipchoge, con 40 años, ha corrido el maratón en 2:05:25, muy cerca de los cronos de campeones olímpicos mucho más jóvenes como Joshua Cheptegei (29 años) o Selemon Barega (25 primaveras). Además, el bueno de Eliud ha competido en dos Majors y en ambos ha finalizado en el top ten: sexto en Londres y noveno en Sídney. ¿Alguno de los que le critica por “arrastrarse” es capaz de volar de esa manera?
 
                     
    








