- SI QUIERES RECIBIR LA ACTUALIDAD DEL MUNDO DEL CORREDOR EN WHATSAPP, PINCHA AQUÍ.
- VER AQUÍ LOS HORARIOS DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE PARÍS 2024.
“En menos de un año voy a cumplir el sueño de todo atleta”, cuenta Ibrahim Chakir sin poder camuflar una mueca de alegría en su rostro afilado, decenas de ángulos perfilando un mapa que cada día trazan el calor y el exceso de kilómetros. Se refiere a que, hasta el 27 de agosto de 2023, jamás había lucido los tirantes de España Atletismo en categoría absoluta. Se estrenó en el Mundial de Budapest (23º) y el próximo 10 de agosto cerrará el círculo en los Juegos Olímpicos de París, previo paso por un Europeo de Roma de cuyo nombre no quiere acordarse. Sólo tres internacionalidades, pero distribuidas en las citas más importantes del atletismo. En tiempo récord. Y todo por haber aceptado que su destino no se hallaba en la celeridad de los 3000 metros obstáculos sino en la paciencia del asfalto.
En Italia, la segunda parada de su viaje virtuoso, las cosas empezaron a torcerse mucho antes de escuchar del tiro de salida al medio maratón. Un percance físico le provocó fuertes dolores en las costillas, limitando su capacidad respiratoria hasta hacerla incompatible con el desempeño de un atleta de élite. Aun así, echándose la mano al costado recurrentemente, descolgado desde el comienzo de la prueba, con notorias muestras de dolor que se iban agravando a cada paso por una y otra ribera del Tíber, logró alcanzar la meta. 1:05:00 de calvario para finalizar el 39º. Muy lejos de sus expectativas: “Estar en una hora y un minuto largo. Reventar mi marca personal de 1:04:14, que es anecdótica porque sólo había corrido dos medias en toda mi vida. No lo entrené específicamente porque ya llevaba un mes preparándome para el maratón, pero sí que había bajado el volumen buscando estar en la parte delantera del grupo y ayudar al equipo a luchar por el podio”. Precisamente ese era su mayor miedo cuando, a pocos días del Campeonato de Europa, le preguntábamos sobre la presión que supone ser uno de los tres elegidos para representarnos en los Juegos: “Un tropezón, una lesión… cualquier cosa que escape a la normalidad. Soy consciente de que he puesto el nivel alto. He corrido el maratón en 2:07:48 y ahora quiero superarme, ya no me vale eso, ahora quiero ir a por el 2:06”.
No será en París, donde le espera un circuito salvaje con rampas propias de otros deportes: “Parece el Tour de Francia en lugar de un maratón. Lo reconocí en autobús y cada cuesta que veía pensaba: No me lo creo, no puede ser por aquí. Y, sí, era por ahí. Ya no sólo son las subidas, que son flipantes… es cómo bajarlas, porque vi pendientes que, cuando lleguemos al kilómetro treinta y estemos destrozados de patas… ¿Cómo se baja algo así? Será una carrera con muchos factores determinantes: dureza, calor, presión…”. Pese al miedo que infunde el recorrido (no recordamos uno más duro), los planes de Ibra, que no tiene en nómina psicólogo ni nutricionista, pasan por no hacer demasiados cambios respecto a la preparación que en Sevilla le reportó su personal best y la plaza olímpica: “Hablé con Enrique y le comenté que no quería variar mucho porque pienso que si estás en forma subirás las cuestas y, de lo contrario, te supondrá más esfuerzo. Por eso la idea es llegar en forma, sin obsesionarme. Por supuesto que trabajaré en terrenos ondulados, pero dentro de la lógica, no voy a ponerme a subir montañas… ¡A ver si voy a llegar cansado! Tras Roma fuimos a Font Romeu para hacer algo de altura. Después regresaremos a casa para afinar”.
El circuito parece el Tour de Francia. Lo reconocí en autobús y cada cuesta que veía pensaba: No puede ser por aquí. Y sí, era por ahí.
Enrique es Enrique Pascual, el mismo que perfiló la carrera de dos mitos: Fermín Cacho y Abel Antón. Un hombre a una ciudad pegado. Soria. Allí vive y entrena Ibra, no muy lejos de su Vilafranca del Penedés, pero suficiente para echar de menos a su familia, más desde que se casó apenas hace unos meses (“no me quitaré el anillo para competir que si no me echa la bronca”). Días de soporte fácil, noches frescas. En el asfalto desolado de ‘El triángulo’, en el Monte Valonsadero. Pulirá ritmos cercanos a los veinte kilómetros por hora. Tres minutos el mil. No se adentrará en las campas verdosas y exigentes desniveles habituales del invierno. En verano la fatiga se cumula en la Junta de los Ríos, el Pedrajas cediendo sus aguas al Duero. Rodajes serpenteantes siguiendo el cauce, al cobijo de las sombras ofrecidas por los árboles ribereños.
El míster propone. Él ejecuta. Con fe ciega, confiando en un tipo que conoce hasta los rincones más inhóspitos de los 42.195 metros. Más que un entrenador: “Es un motivador. Cuando le tienes cerca parece que es él quien tiene que competir. Es hiperactivo, te mantiene súper alerta y lo agradezco. Siempre nos dice: '¿Qué tienen los demás que no tengáis vosotros? En la salida todos tendréis dos piernas. Una vez que empiece la prueba ya se verá, pero no hay que cerrarse a ninguna idea, salid a luchar siendo realistas, pero sin cerrarse a nada'. Te hace ver que ganar es improbable, aunque no imposible, porque en un maratón puede pasar cualquier cosa. Recordemos Tokio, Ayad Lamdassem estuvo peleando por las medallas hasta el final”. Tiene ganas de que empiece el baile y se pregunta: “¿Cómo será todo ese ambiente que envuelve los Juegos? Convivir en la Villa, manejar la presión social, puesto que este evento te otorga una etiqueta que puedes grabarte en la frente el resto de tu vida. Comparado con esto el Mundial es… otra cosa más”. Respecto a sus deseos con respecto al día D, ansía un “ritmo no muy alto para al menos pasar las cuestas todos juntos (ríe). Ojalá llegar al punto más alto en grupo y luego bajando que sea lo que Dios quiera. Me encantaría un ritmo medio-alto, que no desgaste mucho y me permita ir bien colocado”.
¿Y después qué? “Pues escuché en una entrevista vuestra la frase de Roberto Cejuela: a los Juegos se va… y se vuelve. No puedo estar más de acuerdo. Claro que es el sueño que tengo desde niño, pero hay que buscar otros retos. Por ejemplo, quiero correr Valencia este mismo año. He ido a hacer de liebre y me parece una maratón increíble, no sólo por el circuito, también por el ambiente: ¡Sólo he visto algo parecido en La Vallecana! Dependerá de cómo recupere de París, porque a mí me suele costar mucho, acabo muy destrozado… pero si las condiciones se diesen no lo dudaría”. Acto seguido hace una interesante confesión: “Tengo en mente correr los Six Majors a nivel popular. Es un objetivo, aunque sea arrastrándome, ¡quiero esa medalla! Como élite también me encantaría, pero están los criterios de selección para los grandes campeonatos; actualmente no permiten correr en sitios como Nueva York o Boston. O corres en carreras llanas o estás prácticamente descartado”. Y concluye: “Por encima de todos los planes de futuro lo que más me apetece al acabar los Juegos es irme con mi mujer de vacaciones. Ella me ha centrado, ha logrado que saque todo mi potencial, le estoy muy agradecido pero, con todo el jaleo, ¡todavía no hemos podido disfrutar la luna de miel!”.