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Es Meritxell Soler una de las pocas guardianas de aquel perdido amateurismo de las primeras ediciones olímpicas. “Podría vivir solo del atletismo, sí, pero prefiero seguir compaginándolo con mi trabajo”. Porque su trabajo es ser odontóloga y no atleta y así, aunque a algunos pueda sonar a ciencia ficción, va camino de competir en sus primeros Juegos Olímpicos, los de París. “No es un sueño cumplido porque ni siquiera lo podía soñar”.
Cuando la atleta de Manresa corría en 35 o 36 minutos los 10 km, antes de la pandemia, unos Juegos Olímpicos parecían completamente alejados de sus pretensiones. “Mi historia puede servir como ejemplo de que no tienes por que nacer siendo una crack. Muchas veces se da visibilidad a esos niños prodigio y no nos fijamos en las personas que van mejorando poco a poco y acaban llegando a unos Juegos”, explica una mujer que estará acompañada por su familia en París, “aunque mis padres, que no están metidos en este mundo del atletismo, creo que no entienden del todo lo que supone estar en unos Juegos”. Llegará a la capital francesa recién cumplidos los 32, con un tope personal de 2:24:57 logrado en febrero en Sevilla y con el 32º puesto en el medio maratón del Europeo de Roma como referencia competitiva de este verano. Allí, en la ciudad del Tiber, no logró lo que buscaba: “Más allá del puesto y la marca (1:12:16), lo que buscaba eran buenas sensaciones y no las encontré”. Sin embargo, la catalana, entrenada por Joan Lleonart y Víctor López Ros, sabe que a Roma llegó “sin apenas bajar la carga de entrenamiento porque el objetivo importante es en agosto”.
Creo que no tener todo enfocado al atletismo me va muy bien, aunque ahora sí que necesitaba bajar algo las horas de trabajo para llegar a los entrenamientos de por la tarde, los específicos, algo menos saturada mental y físicamente.
El año pasado Soler fue la mejor maratoniana española en el Campeonato del Mundo de Budapest, donde cruzó la línea de meta en 27ª posición, y este año “las sensaciones en los entrenamientos están siendo iguales o mejores”. Sobre todo desde junio, después de haber reducido su jornada laboral de las 35 horas habituales a 22: “Creo que no tener todo enfocado al atletismo me va muy bien, aunque ahora sí que necesitaba bajar algo las horas de trabajo para llegar a los entrenamientos de por la tarde, los específicos, algo menos saturada mental y físicamente”.
En esos entrenamientos, Meritxell Soler llega a acumular entre 140 y 160 kilómetros a la semana: “En una de las preparaciones de Sevilla sí que llegué a hacer 172 kilómetros, pero yo no acumulo tanto como otras compañeras”. Sin embargo, sí que es de esas maratonianas que realizan tiradas muy largas: “Durante la preparación puedo hacer cuatro o cinco tiradas de dos horas; tres semanas antes de la competición hago una de dos horas y media en la que me voy hasta 39 o 40 kilómetros, porque intento que sea por debajo de cuatro minutos por kilómetro”. Es en esos entrenamientos largos donde Soler sabe que está preparada para la gran distancia “porque en mi caso las series no las hago tan largas como otras maratonianas y son las tiradas de ese tipo, a ritmo vivo, las que me dan la confianza suficiente”. De cara a la cita parisina, con un recorrido tan determinante en la parte central del maratón en la que las corredoras acumularán más de 800 metros de desnivel, Soler y su equipo de trabajo han realizado algunas pequeñas adaptaciones: “Los rodajes suaves los he completado en lugares con más desnivel y también hemos hecho más hincapié en las cuestas específicas y en el gimnasio”. Y en esos entrenamientos de cuestas, dice la maratoniana, no solo se focalizan en la subida, sino también en la bajada. “Tienes que estar preparada para que tus cuádriceps aguanten desniveles pronunciados cuando llevas 28 kilómetros en las piernas”.
