La historia olímpica del atletismo español no se entendería sin la figura del Tarzán de Ágreda. Un atleta que se convirtió en transcendental el 8 de agosto de 1992, a eso de las 20:19 horas, cuando cruzó, brazos en alto, la línea de meta del Estadio Olímpico Lluís Companys. Hubo referentes antes, también surgieron después, pero la imagen de Fermín Cacho Ruíz, joven y espontáneo en aquella calurosa tarde mediterránea ha sido la más reproducida de nuestra historia atlética. Esa dorada medalla y la de plata que se colgó en Atlanta cuatro años después son dos de los grandes tesoros del deporte español. Transcurridos casi 30 años de su debut olímpico hablamos con las personas que más cerca estuvieron del atleta para rememorar el camino cubierto hacia dos carreras de 1500 inolvidables.
Seis veces giró la cabeza Fermín Cacho en los últimos 100 metros de la final de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Seis veces, también, en ese hectómetro final de los 1500 metros de Atlanta 96. Los resultados de ambas carreras todos los conocemos, la importancia de las mismas también, pero más de 25 años después queremos repasar no solo las pruebas que llevaron a la gloria al atleta soriano, sino todo lo que ocurrió antes y después de las mismas. A través de su entorno, de los que más cerca estuvieron de Cacho en los momentos de más tensión de su carrera, vamos a reconstruir dos hitos del deporte español que todavía resuenan en la mente de muchos aficionados. Enrique Pascual Oliva, su entrenador; Miguel Mostaza, su representante; y Luis Javier González, su contemporáneo y compañero de piso en Barcelona 92, relatan las experiencias olímpicas de un atleta que saldó sus dos presencias en los Juegos con dos medallas colgadas al cuello.
Dijo Cacho después de la final de Barcelona que él había imaginado la carrera de todas las formas posibles y que en su imaginación solo había un campeón: él. Enrique Pascual, el hombre de máxima confianza del atleta, recuerda aquellos momentos antes de la gran cita: “En una final olímpica dudas hay todas las del mundo, pero nosotros sabíamos que teníamos que salir a ganar. Si sales a ganar, puede que quedes cuarto; pero si sales a por el tercero, puede que quedes octavo. Quizá de los dos el que menos convencido del triunfo estaba era yo porque ser campeón olímpico es una auténtica barbaridad. Eso sí, esas dudas nunca se las transmití porque lo que hay que hacer en ese momento es mostrar confianza”.
¿Pero cómo podía un joven de 23 años tener las cosas tan claras ante un reto deportivo de la magnitud de una final olímpica? “Creo que a toro pasado también todo es más fácil”, reflexiona el entrenador. Pero Luis Javier González, semifinalista en aquellos Juegos Olímpicos en los 800 metros, de la misma edad que Cacho, recuerda que “el mismo día de la final estábamos sentados en unas sillas Fermín, Enrique, Miguel (Mostaza) y yo. Miguel tenía el diario MARCA de ese día en el que se decía que Cacho iba a ir a por el oro, se lo enseñó a Fermín y este le contestó: ‘Pues claro que vamos a por el oro’. A mí esa seguridad antes de una final olímpica me dejó impactado”. Y más si tenemos en cuenta cómo fue la temporada hasta llegar a Barcelona. “Creo que Fermín estaba más nervioso antes de los JJ.OO. que durante aquellos días en Barcelona. En aquella temporada había ganado casi todo pero quizá no le había salido la marca que esperaba y en su última carrera, en Logroño, corrió en 3:36.77 y estaba bastante tenso. Eso sí, cuando corrió la eliminatoria (3:37.07) y la semifinal (3:34.93) se le vio muy suelto y casi todos le dábamos como favorito para las medallas”, explica el compañero de selección.
Mostaza: Todos confiábamos en la capacidad competitiva de Fermín, que estaba a prueba de toda duda, y durante los días que estuvimos en Barcelona el positivismo y la confianza que nos transmitió fueron tremendos.
Comparte esas sensaciones Miguel Mostaza, el representante del atleta, que no se olvida de la “tensión” previa a los Juegos debido a “esas marcas que no acababan de salir”. Eso sí, “todos confiábamos en la capacidad competitiva de Fermín, que estaba a prueba de toda duda, y durante los días que estuvimos en Barcelona el positivismo y la confianza que nos transmitió fueron tremendos”. Mostaza, que formaba parte de ese círculo de máxima confianza de Cacho, explica que su labor durante una cita olímpica, como en cualquier campeonato internacional por selecciones, se limita a “gestionar los diferentes estados de ánimo del atleta y filtrar las numerosas informaciones de cómo están los rivales o cómo interpreta la prensa que está el propio corredor. Y sobre todo hacer sentir al deportista cómodo, junto a su gente de confianza”.

Y esa confianza nadie se la transmitía a Cacho como su entrenador, ese que le descubrió cuando solo era un adolescente y con el que fue ascendiendo, siguiendo los pasos de su amigo y compañero Abel Antón, todos los peldaños del mundo del atletismo. Desde aquel Campeonato del Mundo Júnior del año 1988 en Sudbury (Canadá) donde fue tercero hasta la final del Campeonato del Mundo de Sevilla 1999 (cuarto) en la que, aunque en ese momento no lo sabía, iba a vestir la camiseta de la selección española por última vez. Pascual Oliva ha estado al costado de Fermín en todos los momentos, buenos y malos, y sus preparaciones han servido de base sobre la que cimentar el fuerte carácter del atleta, competitividad y convicción mediante. “Las preparaciones de los años olímpicos no eran diferentes a las de otras temporadas, nosotros nos dedicábamos a entrenar y buscar un buen estado de forma para las citas importantes. Es verdad que en 1996 la sensación era distinta por el simple hecho de que era el defensor del título olímpico”, explica el ahora entrenador del maratoniano Dani Mateo.
Uno de los aspectos que destaca el preparador es el afrontamiento de la competición. Hablamos ya de los Juegos Olímpicos de Atlanta, a los que Cacho acudía con 27 años, como vigente campeón olímpico pero también con las dudas de un 1995 en el que solo (entiéndase el adverbio) pudo ser octavo, el peor de sus resultados en un gran campeonato entre 1991 y 1999. “En aquella final estaba seguro de que iba a quedar segundo. Iba a ganar a Morceli pero El Guerrouj ya estaba intratable. Después ocurrió lo de la caída y Morceli tomó la iniciativa ganando una ventaja que ya fue muy difícil de recuperar. Si no hubiera pasado nada ganaba seguro El Guerrouj, porque Fermín no tenía la capacidad mental de ganarle. Nunca le superó en su carrera deportiva porque le respetaba y un ejemplo es el día en que batió el récord de Europa (3:28.95). De hecho, una de mis grandes luchas con Fermín en los últimos años fue tratar de convencerle de que era superior a El Guerrouj, a lo que me contestaba que sí pero con la boca pequeña”, recuerda Pascual Oliva. ¿Y por qué creía el entrenador que Cacho era superior (en ciertas situaciones) al para muchos mejor mediofondista de la historia? “Porque Fermín fisiológicamente lo tenía todo o casi todo pero sobre todo porque la competitividad que tenía era fundamental, aunque en determinados casos había que alimentarla. Si me preguntas por qué fue tan bueno te diré que la genética fue importante, pero eso lo ha tenido más gente. Lo que le hizo especial fue la competitividad, las ganas de victoria, la paciencia y el trabajo”.
Gregorio Parra a Cacho tras ganar en Barcelona: "Fermín, hasta hoy has sido un buen atleta, pero a partir de ahora y durante el resto de tu vida serás un campeón olímpico. Tu vida cambiará radicalmente".
Para entonces Fermín Cacho ya era todo un icono del deporte, no solo a nivel nacional, sino también internacional. Recuerda Mostaza que pocos minutos después de ser campeón olímpico en Barcelona, el periodista Gregorio Parra se acercó a Cacho para decirle: “Fermín, hasta hoy has sido un buen atleta, pero a partir de ahora y durante el resto de tu vida serás un campeón olímpico. Tu vida cambiará radicalmente”. Sirva esa frase para ejemplificar el nuevo estatus, económico y deportivo, con el que contó Cacho tras su título olímpico y que mantuvo hasta su retirada. “Antes de Barcelona Fermín tuvo unos contratos dignos pero todo cambió en ese momento, que fue cuando los responsables de las reuniones más importantes del mundo le querían a cualquier precio. Igual que Reebok, que realizó una oferta que, sinceramente, le cambió la vida a nivel económico. Eso sí, por su forma de ser no cambió de rutina y valoró el dinero en su justa medida, siendo mucho más importante para él lo que había conseguido a nivel deportivo”, explica Mostaza. “Siguió siendo un chaval de pueblo que continuó con su día a día. Era parte del mobiliario”, resume claramente Pascual Oliva.

Un joven que, aunque aislado en Soria y con su grupo de confianza, estaba manteniendo viva la histórica afinidad del atletismo español por el mediofondo. Heredero de los Tomás Barris, Jorge González Amo, José Manuel Abascal o José Luis González, Cacho se convirtió en la referencia para muchos de los atletas que se bregaron con él en campeonatos nacionales e internacionales. “Fermín supo entender su papel de líder con el resto de compañeros que estaban un escalón por debajo y eso les hizo crecer, como por ejemplo ocurrió con Viciosa o Reyes. Igual que José Luis González no actuó así con el propio Fermín, él sí que lo hizo con los demás. Les enseñaba cómo funcionaban los campeonatos, les acompañaba calentando… les miraba de tú a tú y eso hacía que fuese mucho más humano para todos los demás”, explica Enrique Pascual. Su carácter lo convirtió en ‘humano’ con sus rivales pero también en su ciudad, donde gracias a sus éxitos y a los de Abel Antón se pudo crear un Centro de Alto Entrenamiento que ha sido referencia durante años: “En su día no teníamos ni gimnasio ni pista de atletismo y debíamos irnos a Zaragoza a entrenar en tartán, pero con los éxitos de Abel y Fermín, y siendo muy pesados, conseguimos que aquí se creara el CAEP Soria, que ahora nos ofrece muchísimas facilidades para entrenar”.
Fueron años de gloria en los que una palabra resalta por encima del resto: confianza. “Confiaba en su físico pero sobre todo en su mente y eso nos lo sabía transmitir en los grandes campeonatos y, por supuesto, antes de las dos finales olímpicas”, explica el mánager Mostaza. Y sigue Pascual Oliva: “Si conseguimos lo que conseguimos fue gracias a una confianza mutua tremenda. Es que parece una cosa obvia, pero si no hay confianza es imposible que las cosas salgan. Y puede ser que te equivoques de forma puntual, pero lo que tiene que transmitir esa seguridad es una estructura general coherente. El atletismo no es un ‘cada día’, es un ‘todos los días’”.
Cuando estudiaba en el INEF los profesores nos ponían ejemplos de entrenamientos de campeones olímpicos y en 1992 yo conseguí ser el entrenador de uno de ellos”, señala Enrique Pascual, el preparador de Fermín.
Alcanzaron todos las cotas más altas de éxito a nivel profesional y fueron referencia absoluta en los 90, una década prodigiosa para el atletismo español. “Cuando estudiaba Ciencias de la Actividad Física y del Deporte los profesores nos ponían ejemplos de entrenamientos de campeones olímpicos y en 1992 conseguí ser el entrenador de uno de esos campeones. Es lo máximo, una auténtica barbaridad. Conseguí mi objetivo pero nunca he mirado atrás y he seguido haciendo mi vida dentro del atletismo, pasando etapas y ayudando a todo aquel que lo necesitó”. Así resume Pascual Oliva esas experiencias olímpicas junto a Cacho, un atleta que “no me dejó ninguna espina clavada. Soy de una época en la que lo importante era ganar y ser competitivo más que realizar una marca u otra. Y nosotros lo fuimos”. Mostaza, sin embargo, sí que dice tener algo en el debe: “Estoy muy orgulloso de su carrera deportiva pero creo que podría haber bajado de 1:45 en 800 metros, porque es evidente que tenías las capacidades, y batir el récord de España de milla. Pero no se le puede achacar nada, fue una persona que lo dio absolutamente todo y que además supo retirarse a tiempo”.
Testigos todos, Miguel Mostaza y Enrique Pascual, y ‘Luisja’ González también, del éxtasis deportivo de un hombre que cambió la historia de nuestro deporte a base de zancadas poderosas y miradas hacia atrás. Y esa historia, la suya y la de toda una generación de amantes del atletismo, se forjó paso a paso, a base de batallas cuerpo a cuerpo con algunos de los mejores milleros de la historia en el óvalo de 400 metros. Pero como dice su entrenador (el único que Fermín tuvo en su vida), “eso es el pasado y nunca hay que echar la vista atrás. Lo que pasó, pasó. Fue una experiencia emocionante y positiva”.
EL CAMINO HACIA LAS MEDALLAS OLÍMPICAS
Tanto en 1992 como en 1996 Fermín Cacho participó en nueve carreras antes de acudir a la cita olímpica (sin contar millas urbanas). Fueron siete pruebas, además de la semifinal y la final de los respectivos Nacionales, que sirvieron de preparación para los dos momentos más importantes de su trayectoria deportiva.