¿Por qué corren tanto los japoneses en la distancia de medio maratón?

Antonio Alix analiza el fenómeno de los corredores japoneses en la distancia de medio maratón y maratón.

Antonio Alix

Yuki Kawauchi, uno de los grandes fondistas japoneses. Foto: Sportmedia
Yuki Kawauchi, uno de los grandes fondistas japoneses. Foto: Sportmedia

Sin tener la repercusión mediática de los récords del mundo –en 2020 ya se han batido varios tanto en pista cubierta como en asfalto– en el mundillo del atletismo se está hablando mucho de la tremenda cantidad de atletas japoneses que hacen marcas de mucho nivel en medio maratón. Escribo esto justo tras batirse la plusmarca universal femenina de 21,097 km (la etíope Ababel Yeshaneh con el espectacular registro de 1:04:31) y, tomando como referencia esa marca, hay 405 hombres que han corrido más rápido que ella. Pues bien, 195 de ellos son japoneses. Sí, sí, habéis leído bien, no 19, sino 195. Hay que irse al puesto dieciocho del ranking mundial para encontrar al primer nipón, Yusuke Ogura, con exactamente 1:00:00. A partir de ahí las banderas del punto rojo pasan a ser mayoritarias en la lista. Porque Kenia, que tiene a 7 en el top 10, luego solo tiene a 44 más entre los 405. EE.UU. tiene a 33, Etiopía 24, España 12 y Marruecos 11. ¿Y a qué se debe que corran tanto esos tíos bajitos, de pata gorda, piel amarilla y ojos rasgados? ¿Tienen una mejor genética para ello? Pues va a ser que no. La razón es que hay muchos japoneses dedicados a correr, no sé si con dedicación exclusiva pero sí con mucha intensidad.

No hace falta que el país tenga muchos habitantes, sino que la mayoría de los niños prueben ese deporte concreto

Cierto es que puede aceptarse que hay etnias o países que por sus características físicas se adaptan mejor a un tipo de deporte o esfuerzo. Entre los negros del este o del oeste de África es evidente que unos son más rápidos y otros más resistentes. Y que de los del oeste proceden los que pueblan las islas caribeñas y el sur de los EE.UU. que dominan las pruebas de velocidad; y de los del este las pruebas de fondo. Pero tengo claro, y le he echado buenos ratos a analizar deportes y los países que destacan en ellos, que el nivel depende de la base de la pirámide. No hace falta que el país tenga muchos habitantes, sino que la mayoría de los niños prueben ese deporte concreto. Es el caso de Nueva Zelanda y Gales en el rugby, o Noruega en el esquí de fondo. Sus habitantes no están más dotados al nacer que los del resto del mundo para esos deportes, sino que al practicarlo casi todos los niños es lógico que muchos lleguen a la élite. Y por el contrario, hay países con mucho nivel en unos deportes pero que no destacan en otros. ¿Acaso no valen los franceses y alemanes para el waterpolo? Son potencias en balonmano y natación, pero el deporte que mezcla esos dos allí no tiene tradición. Y los británicos: ¿Os suenan resultados internacionales en baloncesto, balonmano y voleibol? Pues no, porque los niños juegan al fútbol, rugby y cricket.

Además de una base de niños que empiecen con el deporte tiene que haber, en los de equipo, una estructura de ligas en las que se pueda acabar siendo profesional; y en los individuales unos patrocinios y premios que permitan que los deportistas se dediquen al máximo para poder desarrollar sus cualidades. Y eso pasa en Japón con las carreras de medio maratón. Porque allí no solo hay carreras de 21 km abiertas a todos los niveles, como en España y resto del mundo, sino que hay otras solo para la élite –como pasa aquí en el cros– con marcas y empresas que patrocinan y premian. Estos cobran un fijo, además de lo que ganan en premios, y muchos además tienen un trabajo –ya sea a la vez que son atletas y pueden compaginarlo o un puesto para cuando se retiren– que les permite lograr el máximo rendimiento.

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