Correr una media maratón por el Masai Mara para enfrentar la violencia de género y evitar la mutilación genital femenina (MGF) es una experiencia increíble que aúna deporte, turismo, activismo, sensibilización y solidaridad. Una experiencia que vivimos un grupo de doce voluntarias con la ONG Wanawake.
Organizar un medio maratón en África es toda una aventura. Hay que olvidarse del chip, los tiempos, las marcas y los dorsales, pero lo bueno es que vuelves a recuperar el espíritu de la carrera en la naturaleza, acompasando el ritmo del grupo al de los más lentos, disfrutando de la belleza del amanecer en África, vislumbrando manadas de gacelas o cebras, pero sobre todo, sintiendo la fuerza de la gente de Kenia, especialmente la de las niñas que escapan de la mutilación genital femenina y el matrimonio forzoso para encontrar refugio en un centro de rescate a kilómetros de sus aldeas natales, donde pueden ir a la escuela y labrarse un futuro como mujeres fuertes y valientes. Tan valientes como para ser capaces de hacer ese mismo recorrido que nosotras hemos hecho por el simple placer de correr... pero para salvar la vida. Este ha sido mi segundo viaje a Kenia con la ONG Wanawake. En 2017 conviví con las niñas masai en el Centro de Rescate Tasaru y la escuela de primaria Eselenkei en Narok. Entonces organizamos la Carrera de la Mujer y pude disfrutar de una vivencia muy gratificante como voluntaria. Allí dejé un trocito de mi corazón y cuando Wanawake organizó un nuevo viaje de voluntariado, no dudé en volver y organizar la carrera STOP MGF –hermanada con la de Madrid– y una media maratón con la empresa creadora de experiencias NUBA.
Allí correr me resulta más fácil y natural. Dicen que es por la altitud, Narok está a casi 2.000 metros, los caminos de tierra roja, el paisaje de la sabana al salir al sol…
Ser voluntaria es ir a recibir, más que ir a dar, porque las niñas y mujeres africanas son un ejemplo de valentía, alegría y resiliencia para cambiar el mundo. No iba entrenada para correr una media maratón, pero me uní a los últimos 5 kilómetros. Correr en Kenia es diferente, por algo es la tierra de Eliud Kipchoge y los mejores exponentes del fondo mundial. Allí correr me resulta más fácil y natural. Dicen que es por la altitud, Narok está a casi 2.000 metros, los caminos de tierra roja, el paisaje de la sabana al salir al sol…

Cada mañana nos levantábamos a hacer yoga y correr con una ligereza que hacía tiempo que no sentía en mis piernas. En el recorrido, los niños y niñas más pequeños de las aldeas nos esperaban a la puerta de su casa para unirse a nosotras, empujarnos y llevarnos de la mano, descalzos y gritando muy fuerte nuestros nombres... ¡Eso es energía! A destacar la presencia de Agnes Pareyio en el evento, una auténtica líder, fuente de inspiración para las mujeres y niñas de todo el mundo. Es Mujer del Año por la ONU y la fundadora del proyecto Tasaru Ntomonok (Rescate a la Mujer). Fue mutilada en su infancia y, a los 63 años y con unos kilos de más, no dudó en unirse a correr los últimos kilómetros de la media maratón junto a las niñas. Llegamos todas juntas hasta la meta, situada en la escuela donde se celebra la ceremonia de graduación del Rito de Pasaje Alternativo a la Mutilación Genital Femenina (ARP por sus siglas en inglés). El ARP se ha convertido en una potente herramienta de cambio en la comunidad masai, una gran fiesta, en la que las niñas demuestran ante sus familias y las personalidades locales que, a través de la educación y sin necesidad de ser cortadas, están preparadas para convertirse en mujeres.
Vuelvo a dejarme un trocito de corazón en la base del cuerno de África, con ‘mis niñas’ –como las llamamos en mi familia– pero a cambio me traigo la energía masai en mis piernas para correr cada día.
No puedo describir con palabras lo emocionante que es entrar en meta de la mano de las niñas, lideradas por Agnes, corriendo con la camiseta de la Carrera de la Mujer y las zapatillas New Balance que la marca donó a todas las participantes que celebraron el rito y su graduación. Hay que vivirlo, se me pone la piel de gallina al recordarlo. El equipo de Wanawake ha sido otro punto clave de esta aventura; doce mujeres voluntarias de toda la geografía española lideradas por Mónica Batán y Ana Pérez. Una semana en Kenia con una apretada agenda cada día, en un mundo sin horarios en el que el deporte era nuestra herramienta para hablar de igualdad de género. Organizamos gymkhanas, entrenamientos, bailes, yoga... Juegos con mensajes como ‘somos fuertes’, que gritaban al pasarse el balón o ‘yo puedo’, que decían al saltar. No parábamos desde las seis de la mañana, pero creo que todas podemos decir que la convivencia fue tan intensa como enriquecedora y divertida. También hubo un día de safari en el Masai Mara para ver leones, elefantes, jirafas... en libertad.
Vuelvo a dejarme un trocito de corazón en la base del cuerno de África, con ‘mis niñas’ –como las llamamos en mi familia– pero a cambio me traigo la energía masai en mis piernas para correr cada día, y el corazón rebosante del cariño de estas valientes niñas y mujeres. Soy corredora, soy wanawake (mujer en swahili), y sueño con volver a Kenia y que la próxima vez seamos muchos más los corredores y corredoras avanzando al trote por el Masai Mara, compartiendo kilómetros y experiencias con estas valientes anfitrionas que, poco a poco, están cambiando el mundo. ¿A que seguro que te están entrando ganas de apuntarte?
