La soledad del corredor de fondo puede que esté un poquito mitificada. Que se nos haya ido de las manos tanta poesía. Los anhelos de épica son fabulosos, pero la realidad, menos literaria, también tiene su punto. Cuando imaginas a Iván es lógico encontrarse a un ser escurrido, piel y huesos, musculatura escueta, la justa para dar un paso más. Un tipo cegado por el sol en un páramo inerte. Una carretera vacía de la que se desconoce nacimiento y defunción. Y él ahí, movido a saber por qué, engullendo kilómetros como esos niños golosos que esquivan la vigilancia paterna para dejar tiritando la bolsa de chucherías. Parecen él y su sombra, pero hay más compañía. En el deporte y en la vida, nadie viaja al infierno solo.
Hace unos días os presentamos a Santi Pérez, el entrenador, hombre cabal que aconsejó a su pupilo dejarse de locuras, no transitar más allá de los 100 km (como si eso fuese algo de gente cuerda) y, comprobando que predicaba en el desierto, el de Mojave y todos los demás, decidió hacer la vista gorda. Confeccionar el plan de trabajo. Cimentar piernas, aun sabiendo que la clave no eran ellas. “La cabeza”, repetía, “en este tipo de carreras lo importante es la cabeza”.
Afortunadamente existen entrenadores de cerebros. No recurrir a uno cuando te vas a meter 135 millas en un clima aterrador sería indisciplina seria. E Iván, si peca de algo, incluso en exceso, es de cumplidor. Así que sumen un psicólogo al Team Penalba: Pedro Quesada. Y añadan alguien capaz de manejar el destrozo que supone amartillar el asfalto una y otra vez durante meses. Horas de calvario para los pies. En este caso son dos, Salva Jeguardo y Nuria Arroyo, de Fisioclinic. La podología es cosa suya.
Una vez asegurada la carrocería hay que atender al motor. No resulta fácil calcular cuánto consume durante un día entero avanzando a más de 45 grados, con la deshidratación aporreando la puerta y esa sensación intermitente entre la inapetencia, no admitir una caloría más, y engullir con gula el maná que permita alcanzar la meta antes de acabar consumido. Eso el día de la prueba. Antes hubo un bagaje. Entrenar requiere asimilar y los caminos de la alimentación son inescrutables. Encargado de dirigir su esquema nutricional está Miguel Gómez.
Sobre el terreno hace falta una pequeña tripulación (aterrizó en California a finales de la semana pasada). No es un 10K. No llegas, dejas la mochila en el guardarropa y te pones a darle alegría a la suela. Tres ángeles de la guarda velando por el desabrido mozo que ha decidido hacerse daño voluntariamente. El director de logística, Joaquín Candel. Escrutador de mapas, analista de atajos, avituallador… responsable de ir de un sitio a otro con la furgoneta de alquiler hasta los topes de cachivaches antes de que el jefe pase por allí. Y una pareja de liebres: Carmen María Pérez (recordwoman española de 100 km y 12 horas) y el mexicano Óscar Hernández, que reside por aquellos mundos y se ahorra el jet lag. Lo suyo es ofrecer apoyo moral, ahuyentar fantasmas. Iván cuenta que la reglamentación de Badwater 135 “permite que corran a mi lado o detrás de mío a partir del kilómetro 70. Nunca pueden marcar el ritmo”.

Los gastos de viaje corren por cuenta del protagonista. Apoquina vuelos, hoteles, transporte, manutención… ¿Por cuánto sale la broma? “En torno a 10.000 euros”, confiesa, y uno intuye que le parece precio justo al sueño de una vida. Pero es una cantidad importante. Pastizal. Una cosa no quita la otra. Se abona con gusto, pero hay que juntar la plata. Él pone de su cuenta y otros muchos aportan lo que pueden. 42K Running, además de dinero, provee de material deportivo a todo el staff y diseña el merchandising cuya venta suma en la financiación del proyecto. Las sesiones de fisioterapia le salen por la filosa gracias a Box55 y Fisio for you; no les mencionamos antes como parte de la estructura porque además de curro arriman billete, así que es más justo reseñar su dualidad compañeros-patrocinadores en este punto.
En la muñeca, antes y durante del momento de la verdad, un GPS Coros; junto al reloj cae algo de viruta, la misma que injecta la empresa local Vestel Ingenieros y el gimnasio Suma Fitness, donde complementa varias veces a la semana la acumulación de zancadas. “Con todo esto casi cubrimos, estoy muy agradecido, como por supuesto a las personas que has mencionado al principio, que me ofrecen sus servicios completamente gratis, y a la última incorporación, 226ers (tiene su sede en la Comunidad Valenciana). Es una pasada como se han portado, me han enviado un montón de producto y con eso he podido ahorrar una gran cantidad puesto que en una prueba tan larga y exigente el coste en nutrición deportiva hubiera sido altísimo. Además, no solo eso, es que me han ofrecido asesoramiento para complementar el plan nutricional y puesto a mi disposición productos que no están a la venta, diseñados especialmente para el Movistar Team”.
Mucha dureza. Muchas ganas. Mucha gente. Por eso debemos ser precisos a la hora de considerar el ultrafondo como una veleidad individual. Cuando se acomete con seriedad hay un complejo entramado que, afortunadamente, hace mucho más llevadera la soledad del corredor de fondo.
