Correr admite tantas combinaciones como jugadas una partida de ajedrez. Corto o largo, rápido o lento, series o cuestas… y sólo o acompañado. Pese a la mística que rodea a la soledad del corredor de fondo, lo cierto es que correr en grupo añade un componente de diversión y sociabilidad a la acumulación de zancadas que, además de mejorar tu rendimiento, ayuda a tu salud mental. Celebramos ese running comunitario con tres grupos barceloneses que son ejemplo de que juntos es mejor.
ACTO 1
SUGAR ATHLETICS: DE TAL PALO, TAL ASTILLA
Situémonos en los años 80. El running todavía no se llamaba running y tendríamos que acudir a algún ejemplar de “Corricolari” de la época para saber si el término anglosajón más adecuado para la época sería footing o jogging. Realmente, qué más da: correr es sólo correr.
La pandilla (o el grupo) que protagoniza esta historia tiene como líder a Rafa Zugasti, socio del Club Natació Barcelona, que un magnífico día, visto lo visto, decidió salir a trotar para mantenerse en forma. Por aquellos entonces se trataba de uno de esos pocos outsiders a los que les gusta nadar contracorriente. Hablamos de la Barcelona pre-olímpica, con una marató incipiente que rondaba los 2.000 llegados a meta y en la que correr por diversión era de bichos raros.
Zugasti consigue engañar a un grupo de amigos para entrenar juntos desde el paseo marítimo de la Barceloneta, sede del Club, quizá por socializar, quizá por ser unos cuantos a la hora de defenderse de las burlas y risas de los transeúntes, quizá por lo inusual de las camisetas de tirantes y pantalones mucho más cortos de lo habitual.
La Barceloneta comienza a quedárseles demasiado corta y Zugasti engaña a su pandilla (si la hubieran montado ahora, sería una crew) para acumular maratones por medio mundo. El grupo de amigos desembarca en Berlín, Londres, Nueva York… con un pequeño problema: si el apellido “Zugasti” no es del todo común en Barcelona, imagínense cómo debía ser pronunciarlo para un alemán, británico o americano.
Cuenta la leyenda que Rafa, harto de las complicaciones, corta por lo sano: americaniza y “dulcifica” su nombre y apellido: Rafa Zugasti, cuando está en misión especial para el Servicio Secreto de Filípides, se convierte en “Ralph Sugar”. La broma arraiga y ese Sugar perdura por los años… hasta que el propio tiempo hace que el grupo de amigos, la pandilla, la crew, vaya perdiendo el contacto a finales de los años 90, cuando el footing había dejado paso al running (quizá para quedarse) y la marató de Barcelona andaba cercana a los 3.000 inscritos, lejos del boom de la siguiente década. Ralph Sugar, que ha tenido un hijo al que llama también Rafa, le inculca que detrás de los pantalones cortos, de las camisetas de tirantes, de los madrugones y de los viajes alrededor del mundo hay una enseñanza de valores del deporte.
Viajemos ahora al año 2017. Rafa Zugasti (hijo) sorprende a Rafael Zugasti (padre) con un viaje al maratón de Nueva York. El padre acepta volver a ponerse en la piel de Ralph Sugar y volver a encadenar las 26 millas y pico que separan el Puente de Verrazano de Central Park acompañado de su hijo. Son también 26 años los que lo separan de la última vez que corrió en Nueva York con su pandilla, su crew, su grupo de amigos.

No será la única sorpresa del viaje. Rafa imprime unas camisetas con el logo “Sugar Athletics” en homenaje a Ralph Sugar, el padre que le dio todo, entre otras cosas, la pasión por correr maratones. El padre, de 73 años, vuelve a emocionarse cruzando una meta al lado de su hijo.
A la vuelta de Barcelona Rafa piensa que el homenaje no debe acabar aquí. Observa la equipación, impresa con “Sugar Athletics” y decide continuar el equipo, crear una nueva pandilla, llámalo crew, llámalo grupo, que recoja el testigo de aquellos locos que en los 80 salían a correr desde el Club Natació Barcelona con la misma pasión por correr que los que lo están haciendo a finales de la segunda década del Siglo XXI.
Pero no son un grupo cualquiera. Recoger ese testigo, para Sugar Athletics, supone honrar el legado de ese grupo de locos: el compromiso por mejorar físicamente y cuidando la estética como lo hacían esos atletas de antaño. Su alfa y omega es la prueba de maratón, de la que son firmes devotos, y se machacan para conseguir la excelencia (que, traducida a marcas, tiene una horquilla de entre 2:20 y 2:35, poca broma). El entrenamiento duro como escalera hacia el éxito. La férrea disciplina. El hacerse fuertes como grupo.
El grupo de Zugasti hijo, heredero del del padre, conserva la esencia más pura del atletismo universitario inglés: equipaciones sobrias, sin colores llamativos ni estridentes, ni abusando de artilugios de última generación en su indumentaria.
Sugar Athletics tiene un día sagrado: el miércoles, día de la semana dedicado a la pista, en el que el grupo se une alrededor del Wednesday Trackday. El menú: series, ácido láctico y recovery de pizzas y hamburguesas alrededor de la comparación de tiempos y marcas. El grupo de Zugasti hijo, heredero del del padre, conserva la esencia más pura del atletismo universitario inglés: equipaciones sobrias, sin colores llamativos ni estridentes, ni abusando de artilugios de última generación en su indumentaria.
En su compromiso con el atletismo, Sugar Athletics organiza eventos que tratan de encender la chispa entre el público general, como las tiradas largas previas a la marató de Barcelona, de la que han sido liebres del grupo de 2 horas y 30 minutos en la edición de 2024 (con 20.000 inscritos e inscripciones agotadas). ¿El resultado? Fueron un auténtico metrónomo en carrera, terminando en 2:29:47. ¿Dónde hay que firmar para que nos lleven en nuestro próximo maratón?

Si pueden y tienen tiempo, acérquense el próximo julio a Barcelona a participar en la Sugar Mile, una milla en las pistas de la Universidad en la que competir y disfrutar, en ese orden, de la magia del atletismo en un evento familiar en el que, mientras los hijos ven a sus padres correr los 1 609 metros puede que esté germinando la próxima generación de Sugar Athletics.

ACTO 2
CURV: DISEÑO Y FAMILIA
Uno se acerca al Instagram de CURV (@curv.pg) y no sabe si está ante la cuenta de una discoteca clandestina, una marca de ropa o un colectivo de running. Quizá la gracia es que CURV es un poco de todo, sin ser nada de eso realmente. Porque la iniciativa nace de un tipo que quería compartir con sus amigos su pasión por correr, cosa que puede ser complicada si tus amigos no corren, en principio, así que pongámoslo fácil.
Vitor, el brasileño alma mater del proyecto, los convenció con, probablemente, la mejor excusa posible: al final de cada encuentro se tomarían unas pizzas en compañía. Un plan sin fisuras al que la primera vez acudieron cuatro gatos (literalmente, eran tres amigos y él) y al que poco más de tres meses después ya sumaban más de 20 integrantes. ¿La fórmula? Buen rollo y un ambiente familiar en el que pasarlo como enanos.
CURV tiene una agenda fácil de recordar: cada lunes a las 8 de la tarde quedan en la Plaza del Sortidor del Poble Sec barcelonés para hacer 6 kilómetros “de tranquis” (a 5:20 o 6 minutos por kilómetro, según el gusto). El calendario de quedadas del club se salpimenta con jornadas en las que quedan con otros grupos (o crews) para hacer lo que se plazca, días con salidas a la montaña y, algún jueves que otro, pegarse una vuelta a Montjuic a todo trapo.

Pero el día grande, el leit motiv de la comunidad, es correr a ritmo suave los lunes con el único objetivo de crear comunidad. Habrá miembros de CURV que corran más días, que se aprieten, y habrá otros que sólo corran los lunes, que son para la family y las pizzas. Ese sentimiento de pertenencia y buen rollo destila en todo lo que hacen: correr para vivir, pero sin vivir sólo para correr, como avala la amalgama de profesiones de sus componentes, entre los que te puedes encontrar desde un fotógrafo a un DJ pasando por un chef, quizá el mejor networking posible es el que se hace estrechando lazos y cuando uno sale del work.
¿Por qué CURV destaca tanto por su gráfica, atrevida y diferente? Porque Vitor es diseñador freelance y deja parte de su impronta en toda la imagen del club. El líder de la “banda”, que lleva corriendo desde los 17 años, roza la treintena y ha degustado el correr por la pista, 10K, medias maratones e incluso un par de maratones, para acabar recalando en el trail, al que ahora dedica la mayor parte de su tiempo libre.

CURV, además, es una agencia creativa (CURV Creative Solutions) que, afortunadamente para ellos, dedica todo su tiempo a proyectos de running y ciclismo, con lo que ocio y negocio oscilan alrededor del deporte en todo tiempo. Y también una tienda con una línea de ropa completamente distinta a la habitual que la gente se pone para correr, porque si por algo se define esta crew, es por su identidad estética. En ella podrás encontrar gorras, sudaderas y camisetas con un rollo diferente.
Una marca de ropa, un colectivo de running y, un poco, una discoteca clandestina, porque se trata de disfrutar juntos.
Y eventos. Porque, de vez en cuando, la creatividad que desborda este grupo se pone en marcha para montar un entrenamiento de ida y vuelta hasta el Arco del Triunfo (con checkpoints en el camino) o un rodaje mañanero con café y regalos al acabar. Lo que sea con tal de evadir la rutina y que la familia tenga un nuevo gancho.
CURV es, en definitiva, todas esas cosas que uno se preguntaba cuando miraba la cuenta de Instagram. Una marca de ropa, un colectivo de running y, un poco, una discoteca clandestina, porque se trata de disfrutar juntos. Si quieres conocer a la familia recuerda: cada lunes a las 8 de la tarde en la Plaza del Sortidor del Poble Sec barcelonés. Llévate buen rollo y la tarjeta de crédito para la pizza de después en Pizzeria Napoli Centrale: el resto lo ponen ellos.

ACTO 3:
CRI CRI RUN: UNA JAULA DE GRILLOS
Cri Cri podría ser el apodo de Cristina García Hombravella, fundadora por azar de esta comunidad. Cri Cri, también, es el sonido típico de los grillos cuando frotan las alas en mitad de la noche. Cri Cri, con el apellido Run, es el grupo, la comunidad, la crew de Cristina para dar alas a su amor por el running y el atletismo.
Aunque el grupo nació a finales de 2022, Cristina lleva desde niña compitiendo en atletismo en pruebas de fondo y mediofondo. Para, de ahí, pasar a las cursas populares: un vistazo rápido en Google te enseñará que ha participado en las 4 últimas ediciones de la Behobia - San Sebastián, en Nassos, en pruebas de Trail, en los 8km de Formentera… pero también hay registro de su paso por la Jean Bouin en categoría cadete.
Una afición que sigue abonando a diario por la Carretera de las Aigües, ahora sin la presión de los entrenamientos, las competiciones y el club de atletismo, sólo como un “hobby” que compense las jornadas laborales.
Abramos paréntesis y expliquemos que la Carretera de las Aigües, llamada así porque, antaño, tenía el recorrido de una antigua conducción de agua y supone un tramo llano de unos 10 kilómetros sin asfalto, sin semáforos y poblado por senderistas, ciclistas y corredores, lo suficientemente lejos de la ciudad como para contemplarla desde arriba pero lo suficientemente cerca como para poder llegar en transporte público. No es, por tanto, extraño que Cristina la elija como lugar de esparcimiento.
Volvamos a finales de 2022, como comentábamos, para asistir a la génesis de Cri Cri Run. Cristina, runner de cuna, que heredó la afición de sus padres, nota que muchos de sus amigos que renegaban de las bambas y la camiseta de lycra, salen a correr como consecuencia de la post pandemia. Que cada vez más gente de su círculo parece cada vez más interesada en ritmos por kilómetro, en conocer los materiales de los que están compuestas las zapatillas y en cómo alimentarse para correr mejor.

“¿Y si quedamos para correr los lunes por la tarde?” La excusa: verse, hacer piña y desconectar del trabajo porque, que no te engañen, no hay mejor after-work que el que viene después del run. Ella no lo sabía en ese momento, pero Cri Cri Run estaba dando sus primeros pasos (o zancadas, mejor dicho).
La jaula de grillos comienza con los cercanos: Paz, Bet, Eli, Carlos, Joan, Adri, Carola… pero pronto, como los buenos planes, empieza a extenderse: cada amigo se lo cuenta a un par de amigos y cada vez ocupan más espacio cuando recorren, la tarde del lunes, la Carretera de las Aigües. Comienzan a ser tan notorios que los otros runners que se los cruzan les preguntan cómo se llama el grupo (y uniéndose). No han pasado ni dos meses desde que empezaran y Cristina crea en Instagram el perfil de @cri.cri.run para que la comunidad tenga un lugar en el que informarse y compartir historias. Único requisito para formar parte del grupo: el buen rollo. Cristina habla de “shiny people who run”, gente maja con ganas de pasarlo bien, y si no sabes del tipo de buen rollo del que estamos hablando, ponte un par de veces la canción de REM.
La presencia digital amplifica el grupo. Los Cri Cri Runners saltan de la Carretera de las Aigües y, además de los lunes, quedan para correr otros días, disfrutar poniéndose un dorsal en carreras (sobre todo, si son de montaña, mejor que mejor), salir en bici, esquiar… y, en el ámbito extradeportivo, salir a tomar unas cañas, a cenar o a lo que surja.
Una jaula de grillos que iluminan las noches de la Carretera de las Aigües con sus frontales… y sus sonrisas.
Cri Cri Run son unos 2000 seguidores en Instagram y unos 50 corredores que se unen a la crew cada lunes. Punto de quedada: 19:40 horas en la Plaça de Kennedy en Barcelona, a escasos minutos de la Carretera de las Aigües, dispuestos a que la jaula de grillos disfrute de un rodaje de unos 10 kilómetros (2 en subida, 6 en llano y 2 en bajada). Gratis total, por supuesto, pero llega en hora o tendrás que perseguirlos carretera arriba.
El club también se reúne algunos jueves en los Cri Cri Thursdays. Primer jueves de cada mes, 7 de la mañana, en la cafetería ON Y VA de Sarrià, para hacer una horita de rodaje y celebrarlo después con un buen café que te deje tan despejado como el running a primera hora del día. Eso, claro, si contamos solamente las tradicionales, porque un vistazo rápido al Instagram de los Cri Cri Runners te enseña salidas de snow running, rodajes por el Tibidabo, carreras, pruebas de producto, buen rollo… una jaula de grillos que iluminan las noches de la Carretera de las Aigües con sus frontales… y sus sonrisas.
EPÍLOGO
CORRER JUNTOS ES CORRER MEJOR
Aunque intentemos abstraernos del topicazo de que Barcelona es una ciudad cosmopolita, lo cierto es que, cualquiera que haya disfrutado de algún rodaje por ella (sea en las Aigües, en el Paseo Marítimo o en Montjuic) habrá notado la amalgama de culturas y zancadas que se encuentra a su paso.
Quizá por ser una ciudad portuaria, quizá por su cercanía a Francia, Barcelona es un melting pot, un pot-purri, un sinfín de aventuras en cada esquina. Eso se traduce en la riqueza de sus grupos de running, de sus comunidades, de sus pandillas, de sus, si quieres, llámalas running crews: grupos de gente que quizá homenajean al padre de uno de ellos, quizá alimenten la creatividad con endorfinas o, simplemente, busquen una excusa para encender las noches de los lunes.
Aquí ya les hemos dejado tres referencias de entre los múltiples grupos de corredores que salen cada día a conquistar Barcelona a golpe de zancada: todos ellos tienen cabida en una ciudad que cada vez está más on.
