Podría contar de varias maneras lo bien que nos fue todo pero escogeré esta: me encomendaron aconsejar a un novato en su debut maratoniano. He dicho a un novato, no a un joven. Entenderán en seguida cómo cambia la cosa, aunque ya lo hemos contado en capítulos anteriores. Sin dudarlo, dado que el novato es una gran persona, me arremangué y entendí que sólo había un modo de hacerlo y era pastoreando ese cordero desvalido, corriendo yo también con el dorsal prendido en el pecho.
El maratón de Sevilla no iba a ser el escenario escogido en primer lugar. Seguramente tampoco yo era la persona más adecuada para garantizar el éxito. Pero la vida, lo mismo que me tiene semanas sin poder hacer deporte, me regala una facilidad para decir que sí a todo. Y allá que salimos a las ocho y media de un domingo soleado y agradable. Es un domingo dieciocho de febrero del veinticuatro y sopla una fresca brisa del norte, tenue. La de las grandes ocasiones.
Si nos ponemos a escoger un recorrido y ponemos en una lista todos los condicionantes externos, la ciudad de Sevilla cuenta con muchos puntos a favor. Todo se puso de cara cuando ASICS se ofreció a ayudarnos y CORREDOR hizo coincidir la pachanga que íbamos a mantener de modo casi pirata, privado, con la señora carrera de la ciudad andaluza. Por delante los chicos se pusieron a volar como desbocados. Ganarían con 2:03, que es un tiempo que cuesta asimilar. Las chicas no fueron menos y 2:22 ahora saben a poco, pero hace una década era oro puro del color de la fachada de la Torre que mira al Guadalquivir.
Solamente faltaba poner a punto a nuestro nutricionista favorito. Al que recomendaron cuidado después de diagnosticarle un linfoma. Y esto me lo encomendaron a mí. Cuidado. Mi mujer dice que facilitar y mimar a la gente es lo que mejor se me da. Mi segundo apellido es Cuidado.
Ya. Pero esto iba de llevar a Álex hasta la meta después de tenerle corriendo cerca de cinco horas. Vaya por delante que no soy entrenador; ni le iba a exigir que me hiciera más caso que en cuatro cosas. Las llevó a cabo de manera admirable, cuadriculada, estajanovista.
Cómo sonreía Álex recogiendo su dorsal en la FIBES. Qué buena disposición mostró toda la mañana de la carrera. Qué obediencia para trocear sus 42 kilómetros en bloques suaves de cinco. Fue discreto en sus momentos de crítica y amable agradeciendo los cuidados. Se puso charlatán cuando se nos acababan los temas y se mantuvo callado si mi aspecto se descomponía de manera visible.
Cómo sonreía Álex recogiendo su dorsal en FIBES. Qué buena disposición mostró toda la mañana de la carrera. Qué obediencia para trocear sus 42 kilómetros en bloques suaves de cinco.
Finalmente fueron unos quince minutos más y no pudimos entrar de la mano. Mi organismo dio de sí lo que dio.
Meterle el diente a un maratón desde una perspectiva moderna tiene mil caras, dos mil matices. Repasad cualquiera de los tics y rituales de vuestros últimos meses. Y son mil matices absolutamente necesarios. Dios me libre de pasarlos a cuchillo porque luego el mundo está muy sensible. De la misma manera que antes era correr y reventar, hoy día los matices de la Tecnología, estrategia, emotividad o presencia social son tan maratón como las series, la alimentación o el darse de tortas con las pesas. Pero bueno: hay lindes que gusta traspasar cuando uno tiene un severo problema con la autoridad.
Por lo que a mí me gusta arrojar los dados sobre el tapete del maratón y jugar a ser acompañante, guía, pastorcillo o como se os ocurra decirlo. Puede ser por el campo o bajo las reglas del maratón urbano. Firmamos un contrato verbal en el que todos nos atenemos a cuidar los detalles, como adultos que somos.
¿Es esto más parecido a un acuerdo de venta de una tierra o unos bueyes?. Quizá. ¿Estamos despojando al maratón de sus quilates de dramatismo, de megavatios de esa cosa operística de las redes sociales, de esos gigas de vídeo subidos a los cielos de la nube?. Muy posiblemente lo estuviéramos haciendo Álex y yo con cada coña sobre nuestra debilidad o con cada chiste de abuelo senil.
Pero, ¿qué quieres?. Ya soportamos como Atlas el mundo sobre nuestras espaldas de lunes a domingo. Nuestro día de jaleo sevillano se cimentó sobre la ausencia total de trascendencia. El maratón (el mío, de treinta kilómetros) fueron las terrazas llenas y las churrerías de la Ronda de Triana, el pasmo de descubrir la calle del Infierno de la Feria, la fachada de Polvero y Cubas Sevilla, bloques anónimos y ajenos a la carrera al paso por Tiro de Línea, fueron las villas de principio de siglo de Marqués de Pickman y un canario que corrió haciendo malabares con tres pelotas. Fueron los silencios feos al paso por el Tanatorio de Nervión, fue Álex esquivando guiris al paso por la Giralda, fueron Alberto Hernández y Nacho Barranco hablando en directo a través de una pantalla gigante en el Paseo de las Delicias y fueron los azulejos de la Plaza de España bajo un cielo que hacía eco a la megafonía de meta.
Azulejos que, esta vez, me perdí. Sevilla me espera para reparar el daño aunque no sé. No me veo volviendo al maratón. Nunca más, me atrevería a decir.
►►► BONUS TRACK: EL POEMA DE ÁLEX PÉREZ, DEDICADO A SU AMIGO LUIS ARRIBAS.
