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Japón es el país con mayor número de participantes en maratón del mundo. Pero hace quince años sólo la élite los corría. Ni Asics ni Mizuno ni los gobiernos lanzaron al personal a las calles. ¿Es que no hay afición o algo? Sí la hay. Ya desde los años 1940 se celebraban maratones internacionales como Fukuoka, Otsu y Lake Biwa. La federación japonesa de atletismo (JAAF) organizaba un atletismo restringido a los mejores hombres. Un planteamiento de valores kamikaze que encajaban a la perfección con ese binomio disciplina-sufrimiento.
Tokio (1964), sin coronavirus y con público, serviría como espectáculo del resurgimiento del nuevo Japón. El deporte reparó las heridas de un país arrasado con bombas atómicas tras escoger el bando pocho de la II Guerra Mundial. Nacionalismo deportivo y no mucho más. La mujer no se incorporó activamente al atletismo japonés hasta pasados los años setenta. Hasta entonces, la cultura del correr se reserva a los más fuertes.
Dos ejemplos: en los colegios se celebra el llamado marason (maratón), una corta carrerita anual, cruel y competitiva. Pregunta a un japonés. Ama a los corredores pero odia correr.
Es raro que algo tan sufrido y callado como correr las calles haya tardado tanto en cuajar en la sociedad japonesa. Hoy miles de corredores inundan parques y calles, pero Tokio no organiza su primer maratón abierto hasta 2007. Osaka y Kobe en 2011, Kyoto en 2012. ¿Cómo es eso?. La religión oficial del estado japonés del siglo XX, el sintoismo, potenciaba los valores de las artes marciales y de ellos deriva el primer atletismo: trabajo en equipo, colaboración, paciencia, diligencia y perseverancia. Pero la herencia feudal de oriente lastra al alumno japonés. La educación contra el fracaso y primando el valor del honor llena sociedad nipona de frustrados. Dos ejemplos: en los colegios se celebra el llamado marason (maratón), una corta carrerita anual, cruel y competitiva. Pregunta a un japonés. Ama a los corredores pero odia correr. Frustración y vergüenza por haber quedado el 80º en el maratón local de segundo curso y haber recibido un gris diploma de participación. Pero meses después llegan los undōkai, el día del deporte en equipo, donde el concepto coral de Japón se multiplica por mil. Y todo es armonía colectiva.
Aparentemente, la entrada del running cambió esta perspectiva. La participación sana ha ganado terreno y en diez años todo es más amable. El correr de manera recreativa podría ser una terapia a la que Japón llegó demasiado tarde o justo a tiempo. No te lo dirán.
Según desgrana el historiador A. Ohira, el joven estado japonés desarrolló el deporte en general y el atletismo en particular como medio de atender a una población joven, llena de estudiantes de toda edad. Las universidades tienen hoy grandes equipos de atletismo en ruta. Altamente profesionalizados, estos niños que destacaban con nueve años son ahora veinteañeros que compiten en un circuito de pruebas que asombra al mundo: los ekiden. Pero de Ekiden hablamos mañana.
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