Gilipollas

Me siento como un auténtico gilipollas (permitidme la expresión) haciendo deporte en casa durante el confinamiento.

Pobres zapatillas, ya no las quiero ni ver.
Pobres zapatillas, ya no las quiero ni ver.

El otro día corrí por primera vez en el pasillo de casa. Habían pasado 37 días de confinamiento y, tras una sesión intensa de elíptica (es donde estoy tratando de hacer ejercicio casi a diario), me dije a mí mismo: "¿y por qué no vuelves a la calma trotando en el pasillo?". No sé cómo ese pensamiento llegó a mi mente pero no solo lo hizo, sino que además lo llevé a cabo. Y claro, pasó lo que pasó. Cinco minutos después me sentía como un auténtico gilipollas después de haber estado dando vueltas a un pasillo de 12 metros de largo.

Lo peor es que desde ese día cada vez que comienzo una actividad física para tratar de pasar el rato y, de paso, mantener activo el cuerpo, la sensación de que estoy haciendo algo que no tiene sentido vuelve a mi mente. Es complicado engañarse a uno mismo después de tantos días y teniendo en cuenta que, a lo largo de mis 27 años, siempre que he hecho deporte ha sido con un objetivo más o menos palpable: llegar a esa cima, bajar de tal tiempo en tal carrera, ganar a Fulano o cruzar una meta con dignidad. Cumplidos o no, ahí estaban esos retos personales que en realidad no hacían más que (visto ahora con perspectiva) envolver una realidad que muchas personas, generalmente no practicantes de deporte, ya conocían: "¿qué sentido tiene?".

Me gusta hacer deporte pero no en las condiciones impuestas de estos días que han llegado a provocar que hasta insulte a las zapatillas que me calzo a diario para subirme a la elíptica.

Está claro que muchos de nosotros no seríamos corredores si no hubiésemos descubierto este deporte en el exterior. Correr en un pasillo, en una cinta o en una elíptica, perdonadme, pero no es correr. Es poner al corazón un poco activo y poco más. Para mí, y supongo que para muchos, correr es mucho más que una actividad física: hablar, compartir, conocer y descubrir. Y todas esas cosas hace ya días que no las puedo disfrutar, generando en mi interior una desconexión con lo que hasta ahora había sido una de mis rutinas más elementales. ¿Ya no me gusta hacer deporte? 

La respuesta es, evidentemente, negativa. Me gusta hacer deporte pero no en las condiciones impuestas de estos días que han llegado a provocar que hasta insulte a las zapatillas que me calzo a diario para subirme a la elíptica (me remito a la fotografía que ilustra este artículo; nada forzada, por cierto). Soy consciente, como la práctica totalidad de la humanidad, de la gravedad de una situación que ninguno esperábamos, pero eso no es incompatible con ese sentimiento tan natural que a cualquiera le lleva a pensar en lo que necesitamos como individuos.

No voy a pedir en estas líneas que nos dejen correr cuanto antes. Cuando tenga que llegar, llegará. Eso sí, el día que podamos volver a disfrutar de unas zancadas en el exterior, con el viento rozando la cara, el paisaje cambiante y los músculos destrozados por la ausencia de impacto durante tantas semanas, creo que seré feliz. O quizá me vuelvo a sentir como un gilipollas. Vete tú a saber.

"A veces parece que he pasado la mitad de mi vida con la respiración agitada" | Sportmedia

Relacionado

Pienso, luego corro

Comparamos seis cintas de correr para entrenar desde casa | soycorredor.es

Relacionado

6 cintas de correr para entrenar en casa