Cuando en enero de 2020 Rhonex Kipruto (Kombatich, 1999) aterrizó en la Ciudad del Running el récord mundial de 10 kilómetros era 26:38. Lo había batido, un mes antes y en la misma localización, el ugandés Joshua Cheptegei, joven conocido suyo que previamente, en el Mundial de Doha, se había hecho con el oro en los 10 000 metros, carrera en la que Kipruto ocupó el escalón más delgado del podio. Escogió para su hazaña la última edición del 10K adosado al Maratón Valencia Trinidad Alfonso EDP. Una despedida colosal del evento, como acostumbran por aquellas tierras. Fuegos artificiales. Legado.
Resultaba titánico concebir un nuevo tope universal en tan escueta parcela de tiempo. Hablamos de una marca sobresaliente en la distancia más demandada, a la que se enfrenta cada curso un número de corredores (de todos los niveles) que supera con creces al de maratonianos y medios maratonianos. No era sencillo pensarlo, no, pero Álex Aparicio y José Enrique Acuña lo hacían. Pensaban y callaban. Fundador y director deportivo de la prueba tenían un contrato firmado con Kipruto desde hacía tiempo.
Las noticias que llegaban de Kenia no hacían sino acrecentar sus ansias de gloria. Series mágicas, rodajes antológicos, ritmos imposibles convertidos en rutinarios. Engordaban en secreto, como esos niños golosos que esconden chocolatinas bajo el colchón, pues la rotundidad del registro de Chepetegei les empujaba a la prudencia; consideraban pretencioso lanzar al viento sus esperanzas, por muy fundadas que fuesen.
Bajo tal secretismo, sigilosamente, llegó el 12 de enero. Al aficionado no se le puede engañar, sabía que el cabeza de cartel era de todo menos un desconocido, que de júnior se proclamó campeón del mundo en las 25 vueltas al tartán, que sin haber alcanzado la mayoría de edad ya corrió la distancia en 26:46 (segunda mejor marca mundial de todos los tiempos allá por 2018), que en las únicas tres pruebas de 10 km disputadas hasta aquel día su peor prestación fue 27:13, que en pista había corrido dos veces por debajo de los 27 minutos (26:50.16 y 26:50.32), en fin… que era muy bueno. Y que estaba en forma. Capaz, por supuesto, de ajusticiar una marca de muchísima relevancia. Pero lo del récord era otra película.
Lo que sucedió ya es historia. Salió tan endemoniado a mostrar sus capacidades que pasó el kilómetro cinco en 13:18, o dicho en inglés, world record. La segunda parte, contra las previsiones más agoreras que vaticinaban un pinchazo de padre y muy señor mío, no sólo no fue más lenta, sino lo contrario (13:06). En la memoria de todos permanece su zancada salvaje, sin respeto al cronómetro ni al sentido común. Desbocado tal vez sea la palabra. Cruzó la meta tras 26 minutos y 24 segundos de exhibición… a lomos de unas adidas Takumi Sen 5.
El debate sobre la placa de fibra de carbono estaba en su punto álgido y el sencillo modelo utilizado por Kipruto no la incorporaba. Algunos lo concibieron como la victoria del hombre contra la tecnología. Hizo dudar a los modernos y sacar pecho a los puristas. Felices, en realidad, nos hizo a todos. Aunque es cierto que la elección del calzado resultó un tanto contracultural. Así lo entiende nuestro colaborador Miguel Olmeda: “Sorprende que ni siquiera llevaba las zapatillas más rápidas de adidas. Todavía no las había presentado oficialmente, pero la marca alemana ya tenía desarrolladas las primeras Adizero Adios Pro, con espuma Lightstrike y varillas de carbono, que sólo una semana después se vieron durante el Medio Maratón de Houston. Podemos confirmar que Rhonex Kipruto ya había entrenado con ellas en Kenia cuando corrió en Valencia. Como opción B podía haber optado por las Adizero Pro, las primeras adidas con carbono (aunque también con Boost), y sin embargo prefirió las Takumi. Ese modelo, el quinto de la saga más voladora de adidas, poco o nada tiene que ver con la octava edición que fue presentada el pasado mes de diciembre. Las Takumi Sen 5 tenían un perfil mucho más bajo que las 8, eran muy radicales en comparación. Además, contenían Boost en la mediasuela, algo que ha cambiado con el último rediseño de la línea, que ha dado paso al Lightstrike y a los Energy Rods, las famosas varillas de carbono que tan bien le están funcionando”.
El hecho es todavía más curioso si lo analizamos desde la perspectiva actual, donde el carbono campa a sus anchas en cualquier escenario competitivo. Y por supuesto en los récords mundiales masculinos (hablaremos de las chicas en otro artículo) de las distancias sobre asfalto reconocidas oficialmente por World Athetics, es decir, 5 km, 10 km, medio maratón, maratón, 50 km y 100 km. Sus poseedores, en escala ascendente y saltándonos a nuestro protagonista, son: Berihu Aregawi (12:49, Barcelona, 2021), Jacob Kiplimo (57:31, Lisboa, 2021), Eliud Kipchoge (2:01:39, Berlín, 2018), Ketema Negasa (2:42:07, Port Elizabeth, 2021) y Nao Kazami (6:09:14, Lake Saroma, 2018). Allá van, en el mismo orden, las zapatillas que calzaron: Nike Vaporfly Next% 2, Nike Vaporfly Next% 2, Nike Vaporfly 4% Flynit, Nike Vaporfly Next% y Nike Vaporfly 4%. Es decir, todos excepto Rhonex viajaban con carbono en los pies. Y todos, excepto Rhonex, lucían el swoosh en el lateral de su herramienta de trabajo. Curioso, sin embargo, que ninguno de los embajadores de la firma de Oregón utilizase para su gran gesta cualquier versión de la Alphafly, a priori la tope de gama y popularizada por Eliud Kipchoge el día que se convirtió en el primer ser humano capaz de correr 42,195 km en menos de dos horas.
El caso es que ahí sigue Rhonex, defendiendo el estatus de su legendario patrocinador, orgulloso al frente de una disciplina en la que, sin temor a equívoco, debe calificársele como el mejor de todos los tiempos. Diez hombres han roto la barrera de los 27 minutos, pero sólo él lo ha hecho más de una vez (tres, en concreto, la última el pasado septiembre, 26:43; líder del ranking mundial 2021). Este domingo no estará en Valencia, pero seguro que vigilará lo que puedan ofrecer sus rivales en tan idóneo circuito, sabedor de que los récords están para batirlos y que el hambre de eternidad anida en las piernas de muchos hijos del cuerno de África. Los observará, eso sí, desde el más bello emplazamiento posible; el trono universal de los 10 km.